UN POEMA NACE A CADA INSTANTE.
"Debemos creer que nace un poema en todo
instante de la vida del ser humano.”
Joseph Berolo.
Colombia.
La palabra poética es esa equivalencia que va desgranando de manera fértil, toda la magia nutritiva que alimenta el espíritu humano.
De ahí que la poesía nos enseñe a ver esa otra realidad que nos quiere reseñar el poeta y en verdad eso otro, como me dijo cierta tarde luminosa de mil novecientos setenta y tantos..., el sacerdote sandinista, poeta, ex ministro de cultura nicaragüense Ernesto Cardenal, en Camaguey, durante su visita a los escritores noveles de la ciudad y corroborado años después por Pablo Armando Fernández, autor de esa novela vivencialmente nostálgica LOS NIÑOS SE DESPIDEN.
La poesía, por tanto, marca al ser humano en su universalidad como especie y trasmite la magia de la entrega al mundo mágico en que se desborda como un agua clara y tempestuosa.
En el plano personal mi formación intelectual estuvo ceñida a los postulados de Martí, Neruda, Vallejo y más tarde de los poetas cubanos de la generación del '50, los que me enseñaron que había en las palabras, más que una información, un nexo mágico y hasta misterioso.
Leer CIEN AÑOS DE SOLEDAD fue, más que una distracción emotiva, un encontronazo vivo con esa otra realidad-mágica que las palabras dejan entrever en sus signos gramáticos.
El amor, la tristeza, la muerte, la alegría, toda la miseria encerrada en la Caja de Pandora y todos los sentimientos que el Hombre suscribe a lo largo de su vida, son como pequeños arbustos desarraigados de la inconciencia del poeta, para entregarlo como materia artística a su prójimo, por medio de la palabra.
El lector debe captar el momento exacto para el encuentro con la palabra, que se convierte en poética a partir exactamente del misterio que encierra. Son las mismas palabras que encuentra en el diario matutino, crimen, paseo, amor, encuentro… etc. Pero no encierran el mismo valor, la misma trascendencia.
Es la magia quien prima, el éxtasis quien atrae, el misterio quien sorprende a la imaginación y da paso a la fantasía, para crear esa realidad otra en la que el lector queda suspendido y exorcizado.
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