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Satirio Escorihuela


Normalmente, las noticias sobre el secuestro del avión de la compañía BoluVolar, se daban como transcendidos, siguiendo una retórica periodística que vacunaba la fuente informativa contra el peligro de “pescado podrido”. Como se califican, en el ambiente del “papel con tinta”, las noticias falsas.

Satirio esperaba la confirmación de la misma base de operaciones donde se hallaban los equipos de rescate. Esta base se había establecido en los lindes de la selva amazónica. Lo único que Satirio sabía hasta el momento era que el avión había sido secuestrado por una organización terrorista, liderada por un tal Mustafá. Líder del movimiento cartonero burgués de Musulmania; ahora, llamado movimiento pro-letuario, en honor a las super famosas mermeladas de “mamón dessert”, especialidad de toda esa región musulmaniense.

Entre las últimas informaciones se destacaba una que aseguraba que los terroristas eran coreanos, de esos coreanos fiduciarios y supermercadistas de la zona costera. Los habían identificado por sus coloridos atuendos y por el aliento extremadamente ácido que se podía detectar cuando hablaban en coreano. Conducta que llamó poderosamente la atención de los agentes encubiertos que viajaban a bordo del avión secuestrado. Estos mismos agentes pudieron comunicarse con las autoridades aeronáuticas, apenas el aparato de Aerolíneas BoluVolar, fue obligado a descender en una pista de aterrizaje secreta, hundida en la espesura amazónica. Se supone que esta pista clandestina fue construida por los narcotraficantes coreanos llegados desde la vieja Corea, en la primera década del siglo, al iniciarse el famoso gran bum económico musulmaniense.
Toda esta información fue recogida por el REM (Recontra Espionaje Musulmaniense). Nadie hubiera podido suponer que este secuestro aéreo desataría tanto conflicto y malestar entre La República de Echenagucía, La vieja Corea masajista y el reino de Musulmania. Tres naciones hermanas, libres y, sobretodo, inmensamente ricas.

En la agencia del REM se buscaba el avión con sus dos mil doscientos cincuenta y tres pasajeros, más los treinta y cinco integrantes de la tripulación (incluyendo los tres agentes muy bien encubiertos que bocinaban todo a sus mandamás). El REM había sido distinguido con premios internacionales en más de una oportunidad, por ser uno de los servicios secretos más conocidos, por su inigualable eficacia en la guerra contra el terrorismo.

Las organizaciones más conspicuas del mundo se habían sumado al REM para encontrar el avión de BoluVolar. La búsqueda se hacía casi con desesperación, pues los terroristas llevaban un misil tierra-aire con una ojiva atómica de tres millones de kilotones. Semejante misil podía convertir en ruinas cualquiera de las capitales de América. El misil pasó desapercibido para las autoridades aduaneras de Echenagucía, ya que los astutos terroristas lo habían disimulado en uno de los zapatos ortopédicos que utilizaba uno de ellos. Muchos agentes, en rueda de amigos, recordaban con júbilo el éxito de su agencia al descubrir aquel famoso zapato que entorpecía la buena marcha del gobierno Echenaguciense, con aquella singular piedrita (de cien mil kilotones) que algún espía enemigo había colocado dentro del taquito militar del edecán del presidente, hacía ya una punta de años. Todos reían y bebían celebrando aquel suceso.

Las fuerzas armadas se habían internado en la jungla, sin saber muy bien qué rumbo tomar. En las oficinas de la agencia todos los monitores estaban al rojo vivo. La búsqueda satelital trataba de seguir las indicaciones dadas por la señal de los teléfonos de los agentes encubiertos. Aunque ello era bastante difícil, pues para poder circunscribir y localizar el lugar de las llamadas, hubiera sido necesario tener construida una ciudad alrededor de los teléfonos, cosa que el liderazgo echenaguciense, encabezado por su propio presidente, decidió desestimar por el momento.

El satélite seguía enviando imágenes de la selva al centro de operaciones del REM. Satirio pensaba, cosa desacostumbrada en él, y se preguntaba quién sería el culpable de todo lo que allí estaba ocurriendo. Decidió que él también tenía algo de culpa por haber nacido en Echenagucía y por haber permitido que estos monstruos terroríficos secuestrasen, con toda facilidad, el avión en el que viajaba su compañera de toda la vida, Egregia Declíptoris.

La amenaza terrorista aseguraba que el misil atómico iba a ser disparado en los minutos siguientes, a menos que el gobierno de Echenagucía accediera a cumplir todas las demandas de los secuestradores.

Los integrantes del REM estaban cortando tornillos al por mayor, con su contráctil aterisco humeante y ambas cachas al unísono, ya que sabían que el objetivo del misil sería ese mismo centro de operaciones del REM.

Habían examinado la selva palmo a palmo desde el mismo momento en que se conoció el secuestro. El satélite había hecho una pasada completa sobre la franja occidental de la selva amazónica, vecina al reino de Musulmania. Ello permitió investigar cada detalle de las imágenes enviadas. Pero, nada. El resultado era absolutamente nulo. Decidieron revisar una vez más los informes satelitales de archivo, para ver si algo que significase una pista de aterrizaje o algo parecido, pudiera habérseles escapado de la primera observación.

Una vez realizada la segunda revisión, el Secretario de Defensa, de la República de Echenagucía, Reverendo Meolindo Portones, se comunicó con el Centro de Operaciones del REM, preguntando:
-¿Qué resultados tenemos hasta ahora?

La voz rasposa de un integrante del equipo le respondió:
-No pudimos detectar nada aún. Sucede que hay demasiadas fuentes de calor irradiando en la selva. Calentamiento global que le llaman. Mucha tala. Poco oxígeno. O el asadito consuetudinario de alguna tribu ancestral. En fin. Lo cierto es que no se pueden detectar incendios ni nada semejante.
Probablemente, debamos usar un vector de calor para identificar las fuentes.
Pero el satélite está haciendo su segunda pasada, y las imágenes de calor en cámara infrarroja no se han podido lograr hasta el momento por las razones que le he mencionado anteriormente; es decir: muchas fuentes de calor irradiando en la tierra sin identificar ninguna hasta el momento.

El Secretario de Defensa quiso saber quién era el que hablaba con él y preguntó:
-¿Quién es el que habla? Identifíquese.

-Soy el agente Satirio; espía y taxidermista diplomado, natural de Villa Neda, República de Echenagucía.

-Bien, Satirio. Ahora lo dejo con el señor presidente de la nación. Él quiere hacerle algunas preguntas.

Satirio respondió con voz amable: -Con todo gusto Monseñor Meolindo Portones.

Del otro lado apareció un enorme gorila con anteojos de soldadura autógena y bufanda escocesa, carraspeando brutalmente ante las cámaras de la teleconferencia, y, con voz aguardentosa, preguntó:
-Satirio, ¿acaso eres el culpable de todo lo que está ocurriendo?

Satirio no podía dar crédito a lo que había escuchado, sintió un puñetazo en el bajo vientre, tan fuerte que le hizo escapar un potente gas (pedo) que lo avergonzó. Entonces, poniendo su mejor cara de inocente, respondió:
-Oh, no señor presidente, yo no tengo nada que ver con todo ésto. Créame.

-Te creo, Satirio. Sólo era una pregunta amistosa, pero, como verás, muy necesaria. Preguntando es como se llega a Roma.

-Lo entiendo, señor presidente. Dijo Satirio, con la voz en un hilo.

-Dígame Satirio.

-Como no, señor presidente: Meeeee!

-No, animal con ropa, dígame si hay posibilidades de que otra pasada de satélite encuentre la nave secuestrada, y el consabido misil?

-Oh, perdón, señor presidente.
Alcanzó a decir carraspeando ruborizado Satirio. Y continuó diciendo:
-Y, sí, señor, por cierto; cuántos más datos tengamos, tantas más posibilidades tendremos.
Pero debo advertirle, señor presidente, que una revisión más intensiva y minuciosa nos tomará de dos a tres horas, por lo menos.

El presidente se irguió lentamente detrás del escritorio y acariciándose la barbilla, murmuró:
-Humm … eso sería demasiado tiempo. Para entonces, el enemigo ya habría lanzado el misil y alcanzado su objetivo ¿no es así?

-Ud. lo ha dicho, señor presidente. Así es.
Respondió Satirio, haciendo un extraño movimiento dorsal a causa de los retorcijones de estómago que estaba sintiendo. Y ya que estaba algo de lado, aprovechó la ocasión para llevar hacia atrás su mano derecha y rascarse el upite.

Balanceándose hacia atrás y hacia adelante, como un judío ortodoxo ante el muro de los lamentos, con las manos apoyadas en la superficie vidriada del escritorio (señal inequívoca de que empezaría a despacharse con un rosario de órdenes y cosas por el estilo), el presidente de Echenagucía dijo:
-Entonces, mi querido Satirio, deberemos asegurar un enlace de tiempo real, mediante canales de emergencia extrema, con todos los agentes y organizaciones destacados en el operativo. ¿Ok?

Satirio, tragando saliva y abriendo muy grandes sus ojos, respondió:
-Muy bien, señor presidente, lo haré de immediato. Me ocuparé de eso ahora mismo.

Levantando una mano para indicar un stop transitorio, el presidente agregó:
-Algo más, Satirio, quiero que proyecte escenarios de desastre para todos los centros mega-urbanos de América y de las ciudades más importantes de nuestro país.

A esta altura, la cara de Satirio se había hecho de goma, y sus cejas se habían caído hacia afuera, como dos cañones de grueso calibre apuntándole al jopo que se iba desplomando sobre el entrecejo, de una sola raya, como se supone, tienen todos los retardados. Su boca, debajo del bigotito cantinflón, se abría como la de un pescado reclamando oxígeno. El presidente, sin reparar en ello, continuó:
-Compile, sin pérdida de tiempo, todas las perspectivas de catástrofe posibles dentro del rango o alcance del misil enemigo.
Alzando la enorme cabezota y clavándole los ojos al confundido Satirio, le preguntó:
-¿Entendió bien lo que acabo de decirle?

Con voz balbuceante, Satirio respondió:
-Perdón, señor presidente, pero son más de doscientas cincuenta ciudades las que usted me está indicando.

El presidente, con voz firme, y sin modificar en nada su autoritaria actitud, le dijo:
-Estoy totalmente conciente de ello, Satirio, quiero que consigne también, cuanto antes, los índices prospectivos de mortalidad; los patrones evaluativos de lluvia radioactiva, y el número posible de derrumbes, incendios e inundaciones por destrucción de represas.
Y, sobre todo, querido Satirio, quiero las predicciones de respuesta de emergencia para cada uno de esos daños potenciales. ¿Entendido?

Con las hilachas de una voz, casi inaudible, Satirio respondió:
-Entendido, señor presidente, me encargaré de todo ello.

Irguiendo su descomunal osamenta detrás del escritorio, el presidente mostró sus colmillos y le dijo:
-Gracias Satirio, nunca se olvidarán su dedicación y servicio a la patria.

Satirio quedó anonadado, confundido, azorado e inmerso en un cáos de emociones, súbitamente precipitadas sobre su endeble conciencia. La tremenda responsabilidad que se le había impuesto, amenazaba paralizarlo completamente. Se sentía culpable de la incapacidad e ignorancia que lo envolvía sin poder avizorar solución alguna para ello.

Nadie mejor que el rumboso Julián, para ayudarlo en la tarea. Archivó la conversación para resumir luego las órdenes del presidente, y salió disparado para el baño pues se estaba haciendo encima.

El misil lo encontró sentado en el trono y lo hizo mierda.

Texto agregado el 10-06-2007, y leído por 260 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
16-05-2009 Coincido con Ergo, mi Maestro de Barracas, en las consonancias y coincidencias. Qué gran sentido del humor. Hay una tendencia al neologismo malicioso en toda ingenialidad textual. Gracias por inyectarle un poco de frescura al portal y una alta dosis de "yo con lo mío y usted a la patapúfata". Fenómeno. Para mí un descubrimiento tardío que debo a un soneto juguetón. Ciao, Maestro Ergo. Mire usted, que a cada rato nos encontramos. GIULIANO
16-03-2008 ¡Muy bueno!. Llegué a tus historias por los títulos...Es mendocino pensé...Seguiré leyendo. Mis ***** lesu
02-01-2008 Desopilante, ilarante, una curda del espiante te deja de buen tañante. El cuartel de Bomberos Voluntarios de Echenagucía quedaba a 5 cuadras de mi casa, así que dejo 5 estrellas. Esta genialidad me recuerda, en el estilo absurdo, al amigo vaerjuma. En el detalle constructivo al viejo y querido mariog. En la frescura de las ocurrencias veo la originalidad de zoom. Pero hay más, se trata de un fulano que ha viajado mucho y, en ese detalle, creo reconocer a un inestimable amigo sonetero cuyo verdadero nombre no seré yo quien descubra. ergo (5*) ergozsoft
11-09-2007 jajajaja, hay mucho de ironía, un sarcasmo elegante manejas, muy detallista en el relato, además de un manejo sin igual de la dialéctica, imaginación a raudales y lo que más me gustó, ingenio ligado a comicidad, excelente y cautivador. 5 Die_Dichterin
10-06-2007 Jajaja! que bueno! "el zapato ortopédico que entorpecía la buena marcha del gobierno" jajaja! "Monseñor Meolindo Portones" juas! Me eché buenas risas, enhorabuena :-D TejeCuentos
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