Observo al frente, observo la ventana y realmente no me inspira nada. Tal vez sea la lejanía en la que me encuentro, tal vez sea la venda que me impide observar la realidad, tal vez sea la falta de sensibilidad, pero mi alma aún duerme en su crepúsculo esperando algo que la despierte.
Mirando a través de la ventana, aún no se aclara nada, solo veo como lentamente se confirma que no hay luz, como cae el sol para dar paso a la noche, a la bella noche que reclama su soberanía lentamente, que me seduce y obliga a pensar en ti, porque parece que solo tú me inspiras.
Vuelvo a ver el cielo para percibirlo lentamente oscurecer, para ver el camino de la gran luz que forzosamente se extingue dando paso a los mil focos que se empiezan a encender aunque los apague la niebla que nos cubre, el frío que nos cobija, la soledad que me acompaña, mi amiga, mi compañía.
¡Qué hermoso contraste! ¡Qué bello es ver caer la luz para sumergirnos en la oscuridad! Es el espectáculo que me brinda la naturaleza, para demostrar su inmensidad, su supremacía, para que al detallarla sepa apreciar lo que ella abarca, lo mucho que me brinda. ¡Qué hermoso es el contraste de la noche y el día!
No lo sé, tal vez sea la grandeza de la ciudad, tal vez sea el hecho que no estas, pero de melancolía se llena mi ser otra vez. Es increíble como puedo percibir el mundo, de una forma que nadie podrá entender.
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