Notas de una eterna cuestión, de una eterna sugestión
Las cosas materiales nos atan a donde vivimos, al lugar en donde nos encontramos (Anclas).
El caminante, el nómada espiritual, el de la eterna búsqueda, debe desprenderse de lo material, y llevar consigo, sólo su metafísica, su misticismo, su fe, su sí mismo.
Nuestro cuerpo nos ata al suelo y las contingencias, pero uno debe viajar por los anchos caminos del ocio y la reflexión, la nada nos desnuda de materialidad y nos infunde la libertad de ser, de devenir, llevándonos hacia la espiritualidad del movimiento, de la experimentación. El quietismo nos lleva al mundo vegetativo, y pronto al mineral; pero sólo se debe ser viento, agua en el viento, fluyendo y viviendo. (Tales?)
La belleza es impaciente y movediza, sólo la disfrutamos en esa danza, ese devenir de ir, y nunca volver a lo mismo, hasta apropiarnos de ella, hasta enamorarla, seducirla, y llevarla hacia nosotros, siendo nosotros; y en esa confluencia, cuando es esporádica hacemos arte, cuando se funde, somos arte.
La soledad nos lastima, y es el eterno desafío de verse a uno, y de conciliarla con el eterno dialogo; en la dialéctica de la angustia y la nostalgia, de la tesis desesperante de la existencia, y la antitesis renovadora del Memento Mori (imperativo existencial de muerte, provocador de Eros y Tánatos), de la no existencia, llevándonos, encausándonos, en el eterno movimiento, en la decisión, y en la voluntad de hacer, en miras de un Eterno Retorno.
El profeta del M.E.C.
(Movimiento En Contra)
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