Santiago
—Compañeros, anoche llegaron varios amigos cargados con solidaridad, vinieron desde otras oficinas y del puerto de Iquique, entre ellos un hombre, obrero como nosotros, que desde niño trabajó en las tipografías, tal como hoy lo hacen acá nuestros matasapos y herramienteros. No lo hacen por gusto, sino porque en sus casas falta todo y cualquier peso que se allegue sirve para seguir bregando. Hoy este amigo se empeña en ayudarnos en este empeño por lograr mejores condiciones de vida, lo hace trabajando en la imprenta en donde se hace El Despertar de los Trabajadores en Iquique, dirige el trabajo de las mancomunales obreras, además poeta y escribe obras de teatro, me ha solicitado permiso para dirigirse a nosotros, dejo con ustedes al compañero Luis Emilio.
—Compañeros, amigas, para nosotros hoy es un especial día, un día en que les hemos podido ver y conocer en vuestro terreno como han logrado enfrentarse con los dueños del capital. Hemos venido a aprender de ustedes, qué con esta huelga dan una gran lección a los trabajadores del país.
Traemos el saludo fraterno de los obreros del país, hemos recibido telegramas desde la Patagonia y de los mineros del carbón, de los obreros de las fábricas de Santiago y de los porteños de Valparaíso, todos ellos les llaman a mantener la unidad ya que con ella lograrán triunfar.
Nosotros, proletarios somos la fuerza que permite mover las máquinas, siendo fuerza principal no ganamos lo que corresponde y ustedes lo han dicho con fuerza. Ellos, los burgueses dirán que participamos del producto porque se nos paga un salario, pero, eso es una mentira gigante, el salario es parte del proceso de producir, es como el aceite para los motores, como el carbón para la locomotora, sin el aceite, sin el carbón, el motor se quemará y la locomotora no podrá moverse.
Sin el salario, no se puede mantener la fuerza que producirá el salitre, es lo justo para que se alimenten y haya reproducción. Nuestra lucha es por lograr la emancipación de los obreros del país y del mundo. Para lograr esa redención es necesario unirse como ustedes lo han hecho y juntos derrotar los enemigos que tenemos y lo tenemos en nosotros mismos, debemos derrotar la ignorancia, el alcoholismo y la prostitución, esas tres cosas mantienen la explotación de los obreros. Para derrotar, para crecer como personas, se requiere de la unidad y de la organización, queremos invitarles a que se incorporen a la gran Federación Obrera de Chile, la FOCH, con ella y también con un partido proletario, mañana conquistaremos un mundo de igualdad...
Cuando terminó de hablar, la ovación duró mucho rato, es el hombre que entrega la fuerza para seguir en la lucha.
Si Fernando se marcha ya no lo extraño, pero cuando este otro hombre se va, me siento sola, abandonada a mi suerte, y temo tengo miedo de estos dos mundos, que compartimos en tan pequeño espacio, pero tan distante, tan diferente, nosotros somos tan pocos y tenemos tanto, y ellos en el otro lado, son más y tienen tan poco, casi nada. Es tal como me lo decía, mi sala de baño es más grande que toda “su casa” que casa, son rucas de latas, se han alzado por más. Quieren respeto, humanidad, ganar lo justo. Va a llegar mi marido con tropa para reprimir a esta gente, militares que están para que nosotros podamos tener más, para cuidar lo nuestro, sólo saben de cumplir órdenes, son militares por que no les dio el seso para nada más.
Puede haber una matanza y yo no quiero cargar en mi consciencia con ello, debo hacer algo para que no suceda.
En estos días los he llegado a conocer, antes no sabía nada, no me interesaba nada, sólo recibir dinero.
Con la llegada de este hombre he leído tanto la Biblia buscando una respuesta, pero, me he topado con otras cosas que siempre las pasé por alto, las dejé de lado porque no era lo que me interesaba leer. Santiago en su carta me dice algo y debo lograr mo sólo entenderla sino que, actuar como dice:
Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de ustedes les dicen: "Vayan en paz, caliéntense y sáciense, pero no les dan las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Pero alguno dirá: "Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras". (San 2, 14-17)
Dios mío, ayúdame a entenderte y a unir mi fe con las acciones que a diario realizo.
—Ernesto, tengo mucho miedo con lo que pueda ocurrir.
—Mireyita, yo no puedo hacer nada más. Dígame ¿Quiere irse?
—No quiero dejarte solo, iré con mi madre y mis hermanos menores a Huara hasta que acabe esto. En el tren de la tarde nos embarcaremos, somos como diez las mujeres y los niños del mismo poblado. ¿Por qué no te vienes con nosotras?
—No, yo me quedo acá hasta que termine esta huelga, vaya tranquila que no me moveré de acá y si regresa estaré esperándola.
—¡Niñas! ¿Qué vamos a cocinar mañana?
—Cloti, ¿mañana? Hay porotos y trigo mote, eso haremos.
—Unos paisanos de la Quebrada de Camarones nos trajeron acelgas y otras verduras, eso también le echamos a la olla.
—Hay que decirle a Alamiro nos mande a un par para que ayuden a pelar las papas que quedan.
—Sí, pero no vayas tú, Cloti, mira que la Marianita te saca los ojos y no sé que más. No se te vaya a ocurrir llevarte al Alamiro de nuevo.
—Me gusta el chiquillo, es bien hombre, pero ya tiene dueña así que no me meteré en medio, claro que si lo veo, me tiembla todo el cuerpo.
—Claro y los calzones se te caen solitos.
Un gran risotada surge deldel grupo de mujeres fue grandiosa, si bien no les gusta la actitud tan liberal de Clotilde, la entienden a medias y además se ha ganado el respeto a costa de mucho trabajo y de valentía -
—Lastenia - pregunta Clotilde- ¿Has sabido de los niños?, dicen que hay un grupito de mujeres que se largan esta tarde.
—Clotilde, los niños están bien, comiendo fruta han de estar, no te preocupes, mis papás los cuidan bien. Y bueno, es justo tener miedo, hace tan pocos años fue lo de Iquique, la mayoría de esta Oficina, tiene parientes muertos. Las comprendo, pero, yo no me voy y correré la misma suerte de mi Pancho.
—Alamiro.
—¿Qué ocurre, Atanasio.
—Yo te debo algunas explicaciones.
—Lo sé y la conversa está aún pendiente.
—Alamiro, cometí un error muy grande, no me siento bien, muchos me miran como traidor.
—Es lo que es, usted es eso compadre.
—Lo fui, si lo fui, pero ya no lo soy y quiero reivindicarme, siempre que ustedes me dejen.
—Compadre, cuando se pierde la confianza en alguien a quien se ha querido como a un hermano, cuesta recuperarla.
—Quiero ser parte activa de la huelga, nunca más he entregado nada a los patrones, no puedo decir que me arrepiento, ya que eso nada resolverá, sólo que me deje estar con ustedes.
—Compadre, voy a conversarlo, o voy a confiar en usted pero, el resto, no le aseguro, y si lo hace otra vez, le juro que usted me las paga de otra manera.
—Gracias, compadre. No les defraudaré.
—Vaya con las viejas a pelar papas, compadre y cuídese, que si ellas saben lo que hiciste te cortan las bolas. La señora Clotilde es la jefa.
Atanasio, se marchó contento a pelar papas ya que está dispuesto a todo con tal de enmendar el daño que causó a su compadre.
Llega el anochecer y otra vez tendré que pasar una noche sola, sin más compañía que Jesús, yo quiero una compañía viva, requiero protección, ¿de qué protegerme? No lo sé, necesito la caricia varonil, ¿de mi marido? Quizá él en este mismo momento está con sus manos sobre la Emilia, necesito una caricia, necesito sentirme querida, deseada, sueño con dos manos que recorren mi cuerpo y no son las de Fernando ya que son manos duras, más que las de mi marido. ¡Voy a enloquecer y no me hablas!
¿Y si me enamoro como una niña tonta? Mi vida acá en esta soledad llega a su fin, siento el pecho oprimido ¿Será esto el amor? ¿Será sólo calor? ¿Será que mi cuerpo está pidiendo aquello que hace falta? Su cercanía me altera completamente, la seguridad que tiene de sí mismo, la fe en sus compañeros, el amor por todos los suyos, de seguro sería uno de aquellos que irían a la muerte por amor a lo que piensa, a lo que quiere, prefiere estar allá, ahumándose con el humo de la leña, quemándose con el calor del sol a trabajar acá, un trabajo liviano que le pagaré mejor. En cuanto puede, escapa de mi cerco, no le he hecho nada, pero huye en cuanto puede.
—Juancito.
—¿Qué querís, Alamiro?
—Mira, ve a buscar a todos los matasapos y herramienteros, quiero hablar con ellos.
—¿Al tiro?
—Sí, Juancito, al tiro.
—Ya poh.
—Jóvenes. Les he llamado ya que en estos días se va a definir nuestra huelga, el patrón va a traer a los milicos y ahí se va a colocar más difícil la situación. Ustedes son tan trabajadores como el más viejo de todos los mineros, pero, si alguno de ustedes quiere irse, nosotros lo entenderemos, así que ya lo saben, hagan lo que hagan estará bien, menos ir a trabajar antes de que termine esta cuestión.
Yo quiero pedirles algo, cuando lleguen los milicos, nadie debe acercarse a ellos, ni siquiera los niños, ustedes están entre la niñez y la juventud, así que quisiera que cuando lleguen los militares, ustedes armen juegos cerca, pero, que esos juegos sirvan para vigilar el campamento, no dejen pasar a ningún niño hacia donde estén ellos, y si algún mayor se quiere ir para allá nos lo digan, es un trabajo no fácil, si se dan cuenta los querrán echar a patadas en el poto. Eso quiero pedirles, pero, sólo si están de acuerdo.
—Alamiro. –Habla el responsable de los matasapos, de sólo doce años- ¿es importante, o sólo quieres que no estemos con ustedes?
—Es demasiado importante, José, cualquiera que se mezcle con los militares puede encender una mecha que no se apagará hasta que hayan muchos muertos.
—Tú hablai claro, eso es bueno, nosotros somos como ustedes y haremos lo que nos mandís, pero, hay un problema.
—¿Qué problema, José?
—Qué todos estamos en clases aprendiendo a leer y escribir, ¿qué hacemos?
—No lo había pensado, pero, hacemos dos turnos, mientras unos estén estudiando el resto cuidando, será como un recreo. Hablaré con el maestro Juvencio para que los divida.
—Alamiro.
—¿Antonio?
—Inventaremos algo para que no haya problemas y de nosotros también hay algunos en la escuela de Juvencio.
—Bien, eso quería hablar con ustedes, gracias por venir. Antonio ¿te puedo pedir un favor?
—¡Sí poh!
—Busca a la hija de la señora Ernestina y le dices que quiero hablar con ella y otras niñas de su grupo.
Alamiro conversó con un grupo de muchachas que son parte de la Filarmónica, las ha visto aprendiendo a bailar y también en la escuela de Juvencio, le pide lo mismo que los niños, a ellas les comenta de lo riesgoso que sería que alguna niña se acerque a los milicos, que si bien son tan obreros como los del campamento, reciben ordenes y pueden valerse de eso para algo insospechado.
Luego se reúne con los delegados, se toman medidas para cuando lleguen las tropas. Tratan de que nada quede al azar, cada cual con una tarea diferente y Ernesto, relevado de cualquier cosa, sólo debe estar cerca de doña Estela para saber lo que ocurre dentro de la casa, el que Mireya se vaya ayudará a Ernesto.
Y se comenzó la espera, sólo algunas mujeres y varios niños se retiraron del campamento, nadie hizo comentario alguno si hubo mucha palabra de comprensión, el resto, tensó los nervios, tensó la vida.
¿Hombre, por que no haces realidad mis sueños metiéndote esta noche en mi cama? Quiero sentir tus manos en mi cuerpo, quiero tus labios en mi piel, si me castigan mañana… ¡No importa! Fernando Gómez mientras más te demoras más me acerco a pecar, si lo hago, te juro que me iré de acá, no podré mirarte, así que me iré a donde nunca me encuentres. Fernanda ya se casó, ya no me requiere para nada, ha hecho su vida, es posible se quede en Londres con su marido, y si regresa, ella estará más cerca de Fernando que de mi, se parecen tanto ustedes dos. Mi vida acá no tendrá sentido, así que te diré adiós.
Curiche
Junio 8, 2007
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