Esta mañana sentí angustia de perderte, de que dejáramos que los problemas cotidianos y la rutina que tanto te fastidia nos vencieran y decidiéramos renunciar. Esta mañana, hasta antes de llamarte, sentí la angustia de la ausencia, de algo que se va poco a poco sin darte cuenta... ¡pero no! por eso te llamé, porque no vamos a dejar que pase.

En este momento siento toda la grandeza de lo que nos une, que es algo maravilloso. De ese sentimiento fuerte de querer estar juntos, de abrazarnos, de hacernos felices y cumplir las promesas que nos hemos hecho, pero no por compromiso... sino porque así lo queremos, así lo quieren nuestros espíritus solitarios que se reconocieron la noche en que nos encontramos y que se ven en nuestros ojos cada vez que nos miramos.

Nuestro amor es limpio, es anhelado. Fue deseado, lo esperamos tanto, padecimos tanto para llegar hasta aquí que no podemos -ni debemos- dejarlo solo. Él está ahí, y nosotros lo tenemos que alimentar día a día y hacerlo cada vez más fuerte.

Las pendejadas, los berrinches, el silencio, los vicios, la ira, el egoísmo, esos siempre van a estar allí. No se vencen una vez y se van para siempre, regresan una y otra vez y si los sabemos manejar, los mantendremos a raya, y nuestro amor a salvo.

Hoy entiendo perfecto que el amor es como una mariposa que se posa sobre tí, como un río cuyas aguas siempre cambian, como el aire... no lo puedes atrapar, pero si está contigo, allí estará, si es tuyo, allí se quedará. No lo aprisiones, no lo obligues, no lo asustes, no lo metas en una botella...

Libertad y amor son uno. Como tú y yo ahora lo somos. Ven, te abrazo, déjame amarte. Mírame, amor, mírame hoy como nos hemos visto durante 80 días con sus noches. Sólo ayer no pudimos, pero es sólo una contra 80 que sí lo hicimos. Ámame, amor, ámame con esa pasión, ternura y cariño con la que las mismas 80 noches lo hemos hecho. Cuídame, amor, cuídame como la noche en que tuve fiebre y estuviste a mi lado. Vísteme, amor, vísteme de sueños y de logros y de promesas.

Y yo a mi vez, te miraré, te amaré, te cuidaré y te vestiré con nuestro amor, y sueños, y promesas. Los sinsabores aderezan, pero en su justa medida.

Ven amor, dame un abrazo, siente mi fuerza que es la tuya y dame tu calor que es el mío. Te amo con todas las fuerzas de mi corazón, que ayer estaba roto, pero que hoy siente la necesidad de sanar y estar completo, entero, para poder amarnos como los dos lo merecemos.

...Y aunque no siempre he entendido
mis culpas y mis fracasos,
en cambio sé que en tus brazos
el mundo tiene sentido...
M. Benedetti