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Inicio / Cuenteros Locales / TejeCuentos / Los que habitan las Tinieblas IV

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Howie trabajaba como funcionario: encargado del ingrato mantenimiento de cloacas y alcantarillado.

En este mundo no se reconoce a la gente como Howie, que se afanaba haciendo funcionar las cosas para que el resto de imbéciles que lo miraban por encima del hombro no se ahogasen en su propia mierda.

El alcantarillado de aquella ciudad era realmente viejo, las aguas pluviales y fecales comparten los mismos conductos de desagüe. No había enormes pasillos abovedados con un riachuelo de agua sucia en medio como en las películas de Hollywood. Bueno, a lo mejor los colectores principales sí son grandes, pero por lo general se trataba de túneles claustrofóbicos de forma ovoide. El ancho no abarca la envergadura de un hombre, de manera que tienes que caminar con los brazos pegados al cuerpo; y la poca altura obliga a recorrerlos inclinado. Allí abajo puedes sentir el peso de toda una ciudad sobre tu cabeza, soportado tan solo por un techo redondeado, y el olor de las heces de sus honrados ciudadanos pegándose a tu garganta. Los conductos de hormigón están vivos, sus paredes bullen con millones de cucarachas cuando los observas a la luz de la linterna. Las ratas se mueven como un borrón en la profunda oscuridad, o flotan muertas a la deriva entre las aguas negras.

En aquel lugar repugnante, el subsuelo de la ciudad, Howie sintió cómo se estremecían los cimientos del mundo.

El temblor de tierra pilló a los trabajadores por sorpresa, el pánico de sentirse enterrados en aquel ataúd laberíntico los hizo salir corriendo en desbandada. Cuando se pierden los estribos no piensas en los compañeros, Howie fue abandonado a su suerte en la oscuridad, su linterna se sumergió con un “plop” viscoso en la corriente de las aguas servidas y sus gritos se sumaron a los del resto de trabajadores que intentaban escapar.

Sólo, en medio de la nada, sin tener siquiera la certeza de un suelo bajo los pies, Howie lloró como un niño abandonado en una habitación oscura, con la diferencia de que aquel lugar se agitaba de tal manera que más tarde él mismo afirmó que los túneles se retorcían con vida propia, como colosales lombrices de piedra húmeda.

El penoso camino, ciego y desorientado a través de la nada, es una experiencia aterradora para cualquier hombre ordinario. Howie avanzó pasito a pasito, tanteando las paredes cuajadas de insectos. Durante un periodo de tiempo que desconoce, las sabandijas recorrieron su cuerpo, palpó los aberrantes y desagradables tactos que la imaginación le iba sugiriendo y se hizo uno con la oscuridad y la inmundicia. Su paso se volvió más firme y su mente se llenó de algo que solo pudo describir como balbuceos mentales de rabia. Odió a sus compañeros que lo habían abandonado, los maldijo a voz en grito y en silencio, sin detenerse, sin dejar de avanzar hacia una salida que no existía.

Poco a poco las paredes ásperas se volvían cada vez más suaves y cálidas, como si estuviese acariciando una serpiente empapada, se sintió caminando sobre un suelo blando y esponjoso, se dijo a sí mismo que debía estar perdiendo la cordura, así que se agachó para tocarlo, no era el suelo, criaturas suaves y pegajosas se arremolinaban entre sus piernas como ronroneantes gatos sin pelo. Ya no le importaba, seguramente estaba muerto, o inconsciente. Era una pesadilla, si, eso debía ser, pero no lograba despertarse. Ahora los oía con más claridad, aquellos balbuceos no eran suyos pero resonaban dentro de su cabeza, le hablaban de rencor y de celos, de babas y de miedo. Se llevó las manos a los ojos para comprobar si los tenía abiertos, seguro que estaban cerrados y todo aquello era un mal sueño. En la oscuridad no había diferencia y el oído solo le susurraba el zumbido del silencio.

Ya lo había decidido, se abandonaría y se quedaría en la oscuridad, no estaba solo, siempre tendría compañía, ellos no le abandonarían, se lo decían sin emitir sonidos mientras le lamían una oreja.

Su mundo volvió a vibrar, un último y repentino temblor hizo aparecer un delgado haz de luz del techo. La imagen de aquel rayo lo cegó como si hubiese mirado el rostro de un dios y su mente se llenó de chillidos de agonía. La potencia de aquel tormento insertado directamente en su cerebro fue tal que lo hizo tambalearse, pero aguantó en pie y se dirigió como pudo hacia la deslumbrante promesa de escapatoria. El rayo se ensanchó abriéndose camino con voluntad divina a través del techo, y su luz plagada de cascotes derrumbándose calló sobre él.

El informe oficial declaraba que se produjo un terremoto cuya consecuencia fue un desprendimiento en el alcantarillado y un trabajador herido de gravedad aunque fuera de peligro. Encontraron a Howie amoratado entre los cascotes, llegaron a tiempo de evitarle la muerte por asfixia pero aquel fue solo el comienzo de su desgracia. Algo muy pequeño debió deslizarse en alguna de sus heridas para escapar de la luz, pero por lo que Howie me contó había ido creciendo a lo largo del tiempo.

Esta fue la historia de Howie, y yo fui la primera persona que creyó a pies juntillas cada una de sus palabras.
Lo dijo todo con una expresión seria en la boca, el único rasgo de su rostro que veía bajo la sombra de la visera y que intentaba usar para leer las expresiones de su cara. No encontré más emoción que una resolución firme, no mostró sufrimiento, solo fuerza para enfrentarse a su destino y seguir luchando.

Aquel relato me hizo estremecer de tal modo que al punto de terminar la narración me sentí enfermo y me retiré detrás de un árbol mohoso a desahogar el estómago.

No tuve tiempo de reponerme, me esperaba una noche fatídica, la última que pasé con Howie…

Texto agregado el 07-06-2007, y leído por 163 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
23-06-2007 El ambiente que creas en torno a Howie es cojonudo. El final es insólto y nos deja en la encrucijada..Muy buen trabajo churruka
13-06-2007 Logras mantener la tensiòn de la historia, y mira que en textos tan largos es difìcil sostener el ritmo, pero hasta aquì lo has logrado. Bien. Jazzista
08-06-2007 Saludos, muy interesante plapla
 
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