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Inicio / Cuenteros Locales / DavidCalderon / Un Pasillo, un vida, una eternidad

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Despertó bañado en sudor. Ricardo había tenido una pesadilla. Trató de relajarse tomando un vaso de agua. Abrió la puerta de su habitación dejando asomar el largo y oscuro pasillo que da a las escaleras. Ricardo se sintió un poco nervioso. Caminar sobre él le provocaba cierto terror.

La temperatura del pasillo enfriaba la piel con leves vientos que acariciaban los nervios de Ricardo. Era posible percibir pequeñas corrientes de aire que en su trayecto rechinaban con la madera. Había una infinidad de retratos que le acosaban con la vista. El pasillo se veía largo y lleno de peligros, inimaginables para la mente de Ricardo.

Este a pesar de las corrientes empezó a sudar nuevamente. La tensión por el hecho de no llegar a las escaleras se fue subiendo a su cerebro. “Quiero bajar” se repitió en a si mismo, buscando e valor que lo hiciera salir de ahí y volver satisfecho del largo camino. Y él simplemente empezó a caminar. Sentía miedo en ese instante y nada más.

Pero al avanzar, a su miedo se le fueron agregando voces que le acariciaron sus oídos con espantos llenos de clamor. Era murmullos, venían de afuera y no de adentro. Poco a poco se transformaron en voces claras, luego en pequeñas risas y al final, horribles y escalofriantes carcajadas que liberaron de su prisión a un grito desesperado que yacía en la boca de Ricardo desde que salió de su habitación. Además de sudor ya tenía lágrimas que se deslizaron hasta su pecho y rebotaron con la fuerza de sus latidos.

Llevaba media orean el pasillo. Caminaba pero a las escaleras no llegaba. Los retratos ahora sonreían. Se burlaban de su aspecto infantil, de sus lloriqueos y súplicas para poder salir y llegar a las escaleras.

Ricardo cayó en el piso. No solo por desesperación sino por o aguado que era éste. Parecía como si él estuviera caminando en una cama de agua. Las paredes tenían brazos que se estiraban para alcanzarlo. Ricardo suplicó porque parasen, la manos siguieron arañando y nada más pasó.

Él tuvo que llenarse se valor para seguir caminando. Esto le resultó. Las paredes y el piso se fueron tranquilizando. Sólo quedaban los ojos en los cuadros y un zumbido molesto en el oído de Ricardo.

Él quedó lívido al ver a lo que tenía en frente. La imagen de un exacto reflejo, como un espejo. La misma vestimenta, mismo sudor, misma mirada y por supuesto la misma persona. No era un espejo, era real. Ricardo dio unos pasos y él también. Después de un lapso de indecisión se cruzó consigo mismo, se miró por ambas personas y al final siguió de frente.

No quiso mirar atrás. Una sonrisa que mas bien debió a ver sido otro susto lo adornó de oreja a oreja. En vez de ver escaleras había una puerta. Helada, dura, con un aura temible, de inseguridad y perdición. Esa era la puerta, no unas escaleras pero si una puerta.

No le importó que no fuera lo que anteriormente buscó. Él quería salir y eso era todo lo que deseaba. Mas que nada, que el pasillo terminara. Estiró su garra y al abrir una fuerza lo succionó y en un abismo rojo combinado con negro cayó. De pronto todo terminó y ya no estaba dormido.

Despertó bañado en sudor, Ricardo había tenido una pesadilla. Trató de relajarse tomando un vaso de agua. Abrió la puerta de su habitación dejando asomar el largo y oscuro pasillo que da a las escaleras.

Texto agregado el 08-03-2004, y leído por 165 visitantes. (0 votos)


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