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Siempre hay una primera vez para todo, dicen. Es posible, pero hay cosas a las que uno hubiera deseado no llegar. ¿Por qué tenía que ir vestida de blanco?, a ver, ¿por qué? ¿Por qué no podía haberme equivocado de dirección -cosa que hago a menudo- aquel día? ¿Por qué todo tuvo que salirme según lo planeado, si toda mi vida ha sido un reguero de imprevistos inoportunos? ¿Por qué cojones el cuchillo estaba tan afilado..?



La desesperanza ha sido mi ángel de la guarda en el camino de mi vida, dijiste tú, y yo, como una tonta, escuchaba embelesada tus palabras, creyéndote, suspirando contigo, mirando a aquellos tristes ojos grises, los primeros ojos grises que veo en mi vida, pensé yo entonces, y eso, que te miraba, que te creía, que qué bonito lo que dices, eso de la desesperanza y tal, ¿por qué la llamas ángel de la guarda a algo que es tan triste?, porque me ha protegido de las falsas ilusiones, verdaderos puñales asesinos del espíritu, y qué profundo, pensé yo, ¿por qué me cuentas esas cosas, a mí, cuando podrías estar con la chica más guapa de la fiesta?, te pregunté, y, ¿sabes?, esperaba que me contestaras algo normal, que me alabaras diciéndome algo así como es que ninguna de esas muñecas tontas me entendería, o mejor, porque he leído en tus ojos, no sé porqué, que TÚ me comprenderías, ¿entiendes?, algo así, un tópico, que dicen los que saben, eso, un tópico, que me hiciera sentir esas cosquillas que siento en el estómago cada vez que un hombre me dice algo que yo quiero oír, pues no, el caballero, no lo hizo, ¿tanto esfuerzo te costaba, cabrón?, ¿tanto te pido?, me hubiera conformado con una sencilla sonrisa cómplice, pero ¡ah, no!, el señorito es de esos que van de especiales, y al señorito no se le podía ocurrir otra cosa que levantarse del asiento enfadado, ¡sí! ¡enfadado!, ¿¡habrase visto!?, y refunfuñar, y decir aquello tan molesto de no decir nada, y dejarme allí, sola, con todo el mundo mirándome acusadoramente como si te hubiera insultado o algo parecido, cuando yo no hice nada, jolín, que sólo quería seguir hablando contigo, y mirar aquellos tristes ojos grises, y no sentirme como ahora, como una estúpida porque estoy llorando en el lavabo mientras todo el mundo se lo pasa en grande allí fuera y tú estarás ligando con alguna zorra de pelo teñido, o sin teñir, que tanto da...





- Réquiem, ése es el título de mi próxima novela.
- Un título un poco triste, ¿no?
- Pues es una comedia.
- ¡Ah! ¿Y por qué ese título entonces?
- Porque la vida no es más que una misa para difuntos. Nada más nacer, la muerte se sube a nuestras espaldas. Y lo que llamamos vida, todos nuestros deseos, anhelos, caprichos, no son más que trampas que pretendemos poner torpemente a nuestro fatal destino. Las palabras de amor que pronunciamos no son más que oraciones y ruegos a la vida para que no nos abandone. Pero son inútiles. Ya estamos muertos.
- ¿Ha dicho todos nuestros deseos?
- Sí.
- Entonces, este collar de perlas que me regaló mi marido, ¿es también una oración pidiendo el perdón? ¡Ja, ja, ja!
- Exacto. ¿Verdad que es cómico?
- ¡Dice usted unas cosas tan raras!
- Es una de las cualidades que definen la verdad, ser rara.
(Silencio.)
- ¿Acaso insinúa estar en posesión de la verdad, joven?
- No, la verdad me posee a mí.
- Lo dice muy convencido.
- Lo digo muy fastidiado.
- ¿Por qué? ¿No es bueno saber la verdad?
- ¿Para qué? ¿Para vivir con esta angustia? Preferiría ser capaz de construir una mentira alrededor mío, como hace todo el mundo, y creerme eso de que merece la pena vivir, y conformarme con pequeñeces, pero no puedo. Soy incapaz de mentirme...
- ¡Huuy!, por eso no se apure, joven, ya aprenderá con la edad, como todo el mundo...





La mujer vestida de blanco salió del lavabo contoneando suavemente las caderas, el mentón alto y la mirada insinuante. Enfundada en su lujoso vestido dos tallas más pequeño de lo razonable, se acercó con paso decidido a la mesa donde servían los cócteles y pidió al camarero un dry martini muy seco. El camarero, todo un profesional, atendió solícito a la petición de la dama y permaneció imperturbable a la malintencionada sonrisa con que le obsequió la mujer y a ese susurrante "gracias" que pronunciaron aquellos carnosos labios cuando probaron la bebida. Copa en mano, la mujer se dio la vuelta y observó nuevamente el salón. Seguía como hace unos minutos, con pequeños grupos diseminados por la amplia sala. La gente conversaba en un tono moderado y afable, realizaban pequeñas inclinaciones de cabeza cuando reían, y las mujeres tocaban el antebrazo de su interlocutor queriendo demostrar una afabilidad maternalista exenta de erotismo. Los ojos de la mujer de blanco se posaron sobre el hombre de los tristes ojos grises, que hablaba con la anfitriona en una esquina del salón. Respiró aliviada, al menos no está con alguna de esas muñecas hinchables que fantasmean acostándose con el primer escritor de moda que se les cruza por el camino, pensó. Mientras planeaba la forma de acercarse, su mirada topó con la de otro hombre que estaba en la fiesta, un hombre que la desnudaba con la mirada mientras asentía a algo que le comentaba un barrigudo cincuentón y una anciana maquillada por su peor enemigo. ¡Qué asco!, pensó, ¡qué tipo más ordinario! Aprovechando que daba un sorbo a su copa, giró la cara tratando de huir de la mirada obscena de aquel individuo. Antes de que se diera cuenta, se le acercó un apuesto caballero maduro y ambos comenzaron una de esas conversaciones banales preñadas de sonrisas falsas que a ella se le daban tan bien.






¿Será esa a la que tengo que asesinar? Pues, hombre, tampoco está tan mal. No es nada del otro mundo, pero tampoco es una "sucia bruja", digo yo. Sí, debe ser esa. Va de blanco, el físico es más o menos como me describió... Además, ha hablado con él, y, según quedamos, esa sería la señal. Ahora sólo tengo que esperar a que salga para... ¡Dios! No me atrevo... no, no... n... ¡Venga hombre! ¡Valor! ¿Cómo era el consejo? "Piensa en ella como en el estorbo que impide tu libertad". Eso está bien, sí, pero la verdad es que, o es ella, o soy yo... ¡Es mi vida, coño! ¡Algo habrá hecho a ese escritor para que me pague tanto por cargármela! ¡Mírala, con esa carita de no haber roto un plato en su vida! ¡Mala pécora..! Ahora se ha metido en el baño. Bueno... esperaremos con una copa... Mejor voy al váter yo también porque me estoy cagando. ¿Será esto el miedo?





Venga, guapita, ya está, para ya de llorar, eso, lávate bien la carita, sécate bien, retócate bien el puñetero rimel, y ¡hacia dentro!, ¿qué se ha creído ése?, ¿que va a poder conmigo?, nooo, nada de eso, voy a salir de aquí más radiante que nunca, con la barbilla bien alta, a ver... respira hondo... eso es... ya me siento mejor, ¿cómo sonríe mi niña?, eso es, se va a enterar ése, que por haber escrito un par de libros y por tener esos ojos tan bonitos y esa voz... ¡bueno, como si tuviera derecho sobre todas nosotras!, pues no, ¡no, no no no no y no!, que a mí admiradores no me faltan nunca, como ése... ¿quién lo habrá invitado aquí?, ¡qué forma de mirar tan... guarra tiene!, bueno, pues ahí lo tienes, acabo de salir del lavabo y ya hay un hombre babeando por mí, ¿te das cuenta?, ¿te das cuenta de lo que te pierdes?, ¡tú que te vas a dar cuenta, si a ti nunca te ha faltado de nada, niño mimado, que es eso lo que tú eres, un niño mimado, un pijito estúpido!, ¿piensas que te puedes refugiar hablando con una cuarentona?, ¡ja!, ahora mismo llego yo y te canto las cuarenta, a mí nadie me desprecia como tú lo has hecho, ¡qué te has creído!, ¡sí, claro!, ahora disimula pedazo de..!, no, señora, no se fíe de éste, porque éste, ¿eh?, éste de aquí es un, un, un donjuan, un miserable, al que le abres tu corazón y te engaña y te hace creer que eres algo especial y cuando se cansa, te tira a la basura, como si fueras un juguete, una cosa, una mala p..!, ¡maldita sea!, me voy, me tengo que ir, creí que podría hacerlo, creí que sería más fuerte, ¡no eres más que una mierda!, ¿por qué me he tenido que poner a llorar?, ¿por qué no me ha salido como en las películas, como a la Bette Davis?





Bueno, ahora es el momento de esa copa, algo fuerte, que me irá bien. ¡Vaya hombre! ¡Ahora viene este a darme la tabarra! ¡Buenooo..! ¡La que viene con él! ¡La leche! ¡Pero si parece una momia pepona! Sí, sí, razón no le falta, claro, claro, tal y como están las cosas, que si patatín, que si patatán, ytalytalytal. ¡Qué pesados! ¡Y yo sin ver a la chica! Espero que no se hay ido ya. ¡Buf! ¡Joder, qué buena está esa! ¡A ésa sí que le hacía yo un favorcillo! ¡Y dos, que leches! ¡Ah, ahí está! ¡Ya ha salido del lavabo! ¿A dónde va? ¡Hostias, va hacia él! ¡Ayvá, la que le está montando! No, si lo de "sucia bruja" tenía que ser por algo! ¡Que se va! Bueno, la momia y el gordo me han dejado. Bien. A por ella chaval, hay que echarle cojones a la vida.






Aprovechando la confusión que se había creado en el salón, la mujer que vestía de blanco salió de la fiesta y abandonó el edificio. A la luz de una farola, buscó en su pequeño bolso y sacó un cigarrillo rubio extra largo. Lo encendió, le dio varias bocanadas y reinició la marcha paseando lentamente. Reflexionaba sobre qué debía hacer. Iré al aparcamiento, pensó. Si ha venido en su coche, le esperaré. Ahora no podía hablar con él. Estaba demasiado nerviosa. Cruzó los brazos acariciándose con las manos. Eran las tantas de la noche y hacía un poco de frío. Encontró el coche. Se apoyó lentamente sobre el capó y apuró el cigarrillo mientras ordenaba sus pensamientos. Quería medir las palabras exactas. Hacía tiempo que tenía que habérselo dicho, pero siempre encontraba alguna excusa para no enfrentarse al problema. Y el problema me está consumiendo, admitió para sí, no puedo seguir así, tenenemos que acabar esta noche. Tengo que hacerlo. Me está matando todo esto. Su sonrisa se había apagado, su mirada ya no era insinuante. Y ahora le importaba un bledo el contoneo de sus caderas. Encendió otro cigarrillo rogando que no tardase mucho en venir. Comenzaba a temblar. Aunque quizá no fuera por el frío.






- ¿Quién era esa mujer, joven?
- Ni idea. No la conocía. Seguramente alguna fan histérica.
- ¿No se habrá metido en algún lío?
- ¿Yo? El único embrollo en el que me he metido, aunque involuntariamente, he de añadir, ha sido en el momento de nacer. Esa fue mi peor equivocación.
- Vamos, vamos, no sea usted tan negativo. ¡Si hasta tiene fans que enloquecen por usted! ¿Sabe lo que pagarían muchos hombres por tener eso?
- De miserables ilusos está el mundo lleno.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Usted siempre tan... extremista!
(La mujer apoya sus manos en los hombros de él).
- Creo que todo esto le ha afectado más de lo que está usted dispuesto a admitir. Mire, como anfitriona que soy de esta fiesta, le doy permiso para marcharse a casa (Sonríe con dulzura.) Es más, me enfadaré si me entero que se queda por compromiso. Eso sí, cuento con que nos honre con su presencia en otras ocasiones.
- Sí, creo que tiene razón. Debería irme, pero... ¿Podría hacerme un pequeño favor? ¿Podría alguien acompañarme hasta el coche? Quizá le parezca exagerado...
- Le entiendo perfectamente. Uno nunca sabe con que tipo de gente se puede encontrar por ahí, ¿verdad? No se apure, le diré a alguno de mis guardaespaldas que le acompañe personalmente.






¡Tanto,tanto tiempo planeando esto!, y para qué, ¿para acabar tirada en la calle?, ¡lo has fastidiado todo!, ¿qué pensará de mí?, una loca histérica, eso es lo que eres, una loca histérica y llorona, ¿por qué, por qué siempre me salen las cosas tan mal?, ¡ayyy!, estos malditos tacones... qué ridícula soy... quince mil pesetas sólo en los zapatos, como si tuviera dinero de sobras, tonta, más que tonta, ¿tan fea soy?, es un estúpido, mucho libro, mucha novela, pero, al final, es como todos, un machista, sólo piensan con el pito... ¿quién será ese que viene hacia aquí?, ¿será él?, no, cómo va a ser él, si no sabe ni que existo... pero... me suena su cara, ¿dónde lo he visto?, ¡ah, sí!, en la fiesta, era el que me miraba tan guarr... parece que viene hacia mí, a ver si va a resultar ser un loco de ésos... ¿qué... qué quiere?, ¡oiga!, ¿qué hace?, ¡NO!, ¡NO!, ¡POR FAVOR!, ¡SOCORR...






El hombre de los tristes ojos grises entró en el aparcamiento con gesto fastidiado, aunque relajado. Tras él, le acompañaba un guardaespaldas con la mano dentro de la americana, como si fuera a sacar en cualquier momento una pistola. Acababan de entrar en el aparcamiento cuando puso la mano en el hombro del de los tristes ojos y dijo:
- Allí está su coche, señor - y señalaba con el brazo recto a un Rover blanco aparcado a unos diez metros de donde estaban.
El hombre de los tristes ojos grises apretó el paso. Cuando se acercó al coche, dio un respingo y se le escapó, como un suspiro, un "¡Dios mío!". El guardaespaldas sacó la pistola y se puso delante. "¿Qué pas..? ¿La conoce usted, señor?"
- Claro que me conoce, desde hace varios años. Soy su amante - dijo la mujer que vestía de blanco. Y, dirigiéndose al hombre de los tristes ojos: - Tenemos que hablar. He estado buscando el momento durante toda la fiesta, pero estabas demasiado ocupado atendiendo a las histéricas lameculos de turno. Tenemos que solucionar lo nues... pero, ¿qué te pasa? ¡Parece que has visto un fantasma! ¿Tanto miedo te doy?
El hombre de los tristes ojos estaba lívido. Le temblaba el labio inferior y la frente se le perló de sudor. En su cabeza, un pensamiento rebotaba con insistencia: "¡Se ha rajado! ¡Maldita sea! ¡Se ha rajado! ¡No la ha matado!"





"¿Te encuentras bien? ¿Te puedo ayudar en algo?" La muchacha negó con la cabeza sin decir nada. "¿Qué pasa? Es por culpa de algún hombre, ¿verdad?" Esta vez, la joven dejó escapar un "sí". La mujer de blanco levantó la barbilla de la joven con su mano y le dijo: "Hazme caso, no te dejes avasallar por ningún hombre. Ninguno de ellos merece la pena. Te lo digo por experiencia. Deja de llorar, sal ahí y demuéstrale quién eres. Demuéstrale lo que vales." La mujer de blanco le sonrió mientras se incorporaba. Se arregló el lujoso vestido, se atusó el pelo y salió del lavabo moviendo las caderas como una pantera. La joven la miró con envidia. Se puso de pie y se miró al espejo. El vestido que llevaba era también blanco, pero no le sentaba tan bien como a aquella mujer. "Pero tiene razón",pensó, "¡se va a enterar ése!"






afilado..? ¡Dita sea! ¡Esta puñetera sangre, no quiere salir! Y la camisa... mejor será que la tire. No, no, la quemaré, eso es, la quemaré. "Deshacerse de las pruebas", eso me dijo el escritor ese. Lo tenía todo planeado. No sé que le habrá hecho la tía esa, pero ahora poco importa. Ya lo has hecho, chaval. No merece la pena arrepentirse. Es curioso, nunca pensé que fuera tan fácil... Bueno, ahora sólo tengo que esperar un par de días, cobrar lo que falta y... ¡a vivir! ¡Me largo de Santa Coloma! ¡Al Caribe, a pasarlo en grande, que ya me lo merezco!¡Por una vez que me salen bien las cosas!



© ® Pedro Marín Mármol, 2003


Texto agregado el 08-03-2004, y leído por 1839 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
04-07-2009 Recorcholis. No le encuentro defecto a esto. Saramago me acostumbró a leer los dialogos de corrido, por eso disfruté más del tuyo. Me quedo con la foto del tipo viendo que ella está viva jajaja. Genial MariucaTorres
30-09-2004 A diferencia con tus cuentos anteriores, que los leí sin dificultad, en este me anduve perdiendo un poco. Sigo al siguiente jorval
20-05-2004 ..."La vida no es más que una misa para difuntos". Cuántos grandes novelistas habrían firmado esto! Excelentetexto. Gracias por él. islero
24-04-2004 me gusto...al principio casi casi me pierdo pero el texto se ba aclarando solo y llegas al final, da la impresion de ser una de esa peliculas de suspenso....muy bena.mis estrellas.besos lisinka
11-03-2004 Oyeeeee... no me habías avisado que esto estaba aquí. Al principio del texto me confundí un poco pero al final la trama se va desenredando sola, natural y fluida como tus textos. Dile al prota que en el Caribe no se está mejor que en Santa Coloma, que se lo digo yo. Pues mis besos, mis fanfarrias y mis estrellas. Todo eso y más. Y ahora me voy a leerlo otra vez. santacannabis
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