Mantuvo el tono, por unos segundos, para terminar susurrando algo a la cabeza del proyectil. Había recitado la última tonada mágica que conocía para conjurar la última flecha que le quedaba, erguida como última esperanza para finalizar el lance.
La Reina de Mesen, notaba el tedio producido por las horas de combate. Como protectora, estaba obligada a terminar con la apatía y la tristeza que asolaban su reino; materializadas en grajo. El ave funesta había sobrevolado los corazones de cuantos poblaban aquella tierra, nublando su propio ánimo tiempo atrás; pero estaba decidida a terminar de una vez por todas con aquellos males, liberando así su alma.
Con determinación, tomó el arco de hueso de órix que El Príncipe Nómada le había regalado años atrás. Inspiró profundamente, tensó el arma; cerró sus ojos y un millón de deseos cruzaron su mente. Cuando abrió los mismos, todo sucedió a una velocidad brutal, instintivamente. Más que apuntar intuyó su blanco, que se recortaba contra el disco solar. Al soltar la coca, la parábola que había proyectado mentalmente se ejecutó a la perfección, impactando en la pechuga de su enemigo. No hubo estruendo, ni maldiciones, ni graznidos; sólo una lluvia de plumas negras que al contacto con el suelo se desintegraron, dejando paso a una satisfactoria, templada y eterna sonrisa.
FIN
Ya lo sabes hay que apuntar al centro de la tristeza.
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