“Tu sufrirás eternamente la influencia de
mi beso. Serás bella a mi manera.
Amaras lo que yo amo y me ama.”
C. Baudelaire
“¿Qué piensas?” dijo aquella tarden que casualmente nos hallábamos solos, yo fumaba pensativamente, con la mirada perdida, rodeando el filtro den cigarro con el pulgar, la mire por menos segundos de los que creí =estaba tan sola y nostálgica al mismo grado que yo = hubiese sido la mismísima santísima divina providencia, no me importaba, pensaba en aquella, la mujer de la que no me enorgullece mi sentimiento como lo glorificarían las “obras clásicas”
-En que un día de estos podrías ser mi novia
A pesar de la indiferencia del tono con el que lo dije, que igual pude decir que eran las siete treinta, ella se sonrojo y bebió otro trago de cerveza; hace poco tiempo que compartíamos una “caguama” que consumíamos a la misma velocidad en que la nostalgia me inundaba, sentía la banqueta cada ves mas fría y el calor de su brazo alrededor del mío cada vez mas lejano, la miraba a los ojos con un llanto reprimido en los míos mientras escapaba de mi boca el humo con la misma paciencia de un ocioso sin prisa; mi estomago se encargaba de quemar mi estomago pero no la poca conciencia que me quedaba y me sobraba para darle un beso.
Ella no debió haber estado aquí, no debió haberme conocido y la cerveza no mojaría sus labios derramándose del cuello de esa ámbar botella que sostiene con esas delicadas manos, entre sus delgados dedos ruboresiendola al colarse indecentemente por las entrañas que envuelve su bello cuerpo.
Sonríe con gozo haciéndome una caricia mientras me deshago, con un golpe de la uña, de la extinta colilla, hemos consumido sistemáticamente la misma cantidad de alcohol, solo que yo me encuentro ebrio de nostalgia y soledad, ella únicamente ebria; ambos levantamos la cabeza cuando la noche encendió el farol del poste bajo el que nos encontrábamos, en cuanto bajo la mirada la bese, la botella vacía rodó por la desierta calle que nos contemplaba, señale la luna mientras prendía otro cigarro, ella se levanto y tendiéndome la mano me dijo “vamos a alcanzarla”, recogimos el importe y andamos hasta la siguiente tienda que presumía en la marquesina sus veinticuatro horas de apertura, ella compraba doce latas mientras yo robaba dos cuartos de anís, resulto un estacionamiento mas incomodo que la banqueta que antes nos sostenía, elogie sus ojos y me beso, mi mano bajo su blusa no era mas que para sentir su calor mas cercano pero repentinamente hallo sus senos, que solo acercaban mas su boca, las latas se consumieron mas rápido que el beso, andamos mientras bebíamos el anís derramando la mitad en el cuerpo del otro.
La mañana trajo consigo una estación del metro a la que entramos antes que nadie y ella menciono que tal ves hoy pudiera ser mi novia mientras arrojaba la cajetilla vacía a las vías, la señale y dije que igual podría serlo la muerte –tonto la muerte soy yo- me dijo en silencio . tomamos el tren sin rumbo preciso.
Dormía sobre mi hombro como liebre cansada; pensaba en aquella mujer como quien piensa en el suicidio la aborrecía en el mismo nivel en que la deseaba, la desperté con un beso
-serás mi novia cuando alcancemos la luna
-¿y eso cuando será?
-cuando deba
-¿tardaremos?
-mucho
Cerré sus ojos con mi mano y bese sus labios, la calidez del alcohol aun se podía saborear, a mi me faltaba desde hace media hora, saque de la bolsa un papel que fingí leer con interés, ella fingía dormir (vivíamos una farsa agradable); dijo conocer un lugar y me jalo fuera del metro, la alameda que tanto conocía se me hacia mas fría , dimos cinco vueltas alrededor de una fuente antes de recostarnos en una banca
-¿y el lugar que conocías?
-¿y la luna?
Señale su débil figura en el cielo matutino, nuevamente me jalo, me llevo a una fonda desfavorecida pero con el mas amplio surtido en cervezas que aya yo visto, cuando sus mejillas volvieron a ruboreserse, me dijo
- ¿y mientras la alcanzamos?
No dije nada no se me ocurrió algo bueno que decir, continuamos bebiendo sin decir palabra mirándonos y sonriéndonos; cuando la dueña del lugar sugirió que dejáramos de tomar le respondí: que mientras tanto estaríamos juntos pero que deberíamos seguir andando
Tomamos el primer pesero que se nos puso enfrente, el sol de medio día nos adormeció y mi fatídico pensamiento seguía presente, quería comprender a aquella mujer...
Balzac decía que un hombre no debía entender a una mujer, debía mirarla: Aquella mujer no la entendía, a esta la miraba....
Helminto Gris |