He aquí el lugar de locas pasiones en donde su piel y la mía se hunden en lo desconocido. Somos de nadie, pero nos pertenecemos. Amamos sin amarnos, nada nos ata, pero las fantasías nos unen. Tenemos todo en común, pero nada de todos es lo mismo. Nadie sobra, nadie falta; En este mundo que empezamos a inventarnos apenas ayer, somos todos uno solo, queriendo hacer parte de historias ajenas, dando apenas el cuerpo, con los ojos vendados y el corazón a medias.
Las fronteras de nuestros sueños se podrán entonces traspasar; podremos ser malos, irreverentes, traviesos, desenfrenados y curiosos. El cielo y el infierno se encontraran desbordantes y no habrá allí nadie que nos pueda juzgar, será tiempo de perdernos en laberintos interminables, mezclados con la alquimia de los besos, las caricias, los aromas enigmáticos, los juegos y el néctar de las frutas. Nuestro sudor será sin duda elixir de la eterna juventud. . .
Solo imaginar ese momento hace que al ver sus ojos, los desee un poco, solo un poco más; por que en ellos hay ansiedad, desespero y miedo; ese miedo que excita, ese miedo de lo prohibido que envuelve, que provoca, que acelera los sentidos. Es inevitable no desear esos labios suaves, cuando los tuve tan cerca, es inevitable no querer tocarlo todo, cuando esta tan cercano. Es imposible no mezclar la fuerza, con la ternura, la iniciativa con la sumisión o la tempestad con la calma; cuando somos tan iguales, cuando estamos dispuestos a entregarlo todo, sin esperar nada a cambio,
a excepción de placer.
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