eran las diez y veintidós, caminábamos bajo la lluvia...

Cómo estamos de repente en mi cama, te admiro, desnuda y radiante, mirando hacia el vacío, como si nada, y yo, respirando fuerte, sin pensarlo, sólo te miro y sujeto un protector -por si acaso-, y qué si no lo uso, y qué...

y mis manos dibujaban siluetas adulteradas de tu cuerpo cansado, que me mira, que me miró... que nos acostamos sin luna, sin lluvia, con pasión y te bebí sorbo a sorbo emborrachándome de tus curvas, inhalando tu psicotrópica desnudez, dopándome con tu espasmo de placeres metanfetaminados... y gritaste, y grité, y uno fuimos siendo dos, y el viento nos rozaba las almas al desnudo, las que fueron sinceras, que no me dejas mentir! Te deseé como nunca, fumaba como imbécil, tu aura y el sin sentido de lo que escribo me recuerda aquellas noches tristes donde no te conocía, donde nunca negué un whisky, donde la vida se nos pasaba, donde aún sabía mentir...

aquellas tardes grises donde aún tuve esperanza de morir, y hoy con tus anhelos y tus tardes, con la boca y el silencio, con tu lluvia y tu Madrid, con tu rostro enamorado, la frescura de vivirte, la pasión con que te toco y los recuerdos que con rencor te guardo entre mis brazos, salgo mientras llueve y por donde va tu rastro, sólo puedo gritar...

Vuelve, aún te amo...

..y ya eran las diez y veintitrés