Ingresó a la habitación posando su dedo pulgar derecho en el dispositivo colocado junto a la puerta, no noto que la luz se había encendido en el momento en que traspasaba el umbral, sin embargo noto inmediatamente la figura que parecía flotar frente a la ventana del balcón, afuera no había oscurecido por completo por lo que un extraño juego de luces y sombras le daba un carácter sobrenatural a la imagen femenina. De momento no supo que decir y se sintió apenado consigo mismo, no era alguien que viajara frecuentemente pero desde hacia mucho que conocía las edecanes virtuales de las que disponen actualmente los grandes hoteles, ya en una ocasión se había sorprendido dándole las gracias a una edecán en la feria del año pasado y sus compañeros no dejaron de embromarlo durante semanas pues equivalía a darle las gracias a un cajero automático. Así que solo sonrió para si mismo y dejo caer su escaso equipaje sobre la cama, dijo – ¡televisión!, como quien ordena una pizza y sin esperar que se encendiera se dirigió al baño asegurándose de dejar la puerta abierta para escuchar las noticias. “la ola de violencia continua en todo el país…” pero su mente ya estaba en la convención que iniciaba al día siguiente y a la que fue invitado como acreedor al premio de ventas del último año. En realidad solo tendría que hacer acto de presencia, sentarse, tratar de no dormirse hasta escuchar su nombre y recibir su placa, mientras sus compañeros estarían a cientos de kilómetros asistiendo virtualmente a su pequeño momento de gloria en las bellas playas de Cancún. Así que ahí estaba él, completamente en pelotas a punto de sumergirse en un reconfortante baño de burbujas. No supo como pero sintió como si le miraran desde el otro lado de la puerta, giro la cabeza y no pudo evitar sonrojarse a pesar de su convicción de que la fantasmal figura no podía verlo, sabia que estas edecanes virtuales eran imágenes tridimensionales proyectadas por múltiples haces de luz provenientes de diminutos cañones situados estratégicamente en toda la habitación, sabía que cuando el preguntaba algo anteponiendo la palabra clave “edecán” su voz era captada por sofisticados micrófonos que transmitían a un ordenador que interpretaba la pregunta mediante tecnología de reconocimiento de voz y seleccionaba una respuesta que era transmitida a los parlantes de la habitación en perfecta sincronía con el movimiento computarizado de la boca de la edecán. Lo que no entendía es porque sentía su mirada aun cuando no alcanzaba a ver sus ojos, instintivamente se coloco la toalla a la cintura y camino con sigilo hacia la figura, conforme se acercaba fue descubriendo la perfección tecnológica de su edecán, era un rostro común, nada sofisticado ni la apariencia de chica playboy que solían usar en eventos publicitarios y en bares, inclusive le pareció notar aparentes líneas de expresión que le daban un realismo extraordinario, pero lo que más le asombro fue el ondear de sus cabellos en imposible concordancia con la suave brisa que soplaba desde la ventana abierta. Ya no pudo ver como su cara agonizante se reflejaba en los azorados ojos de ella antes de desplomarse sin entender el inmenso dolor en su espalda que le robaba en un instante la vida. Annamaris reaccionó rápidamente tomando la maleta de la cama mientras Joil K. en el baño, aún con el cuchillo en la mano, hurgaba los bolsillos del pantalón.
© Francisco Valencia
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