Homo Letrina
La eterna manía del escritor de colocar la palabra humana por encima de todo lo creado. Blao se regodea con aquella emblemática frase de Aristóteles:
"Zoon, logon, politicon. Somos lenguaje y habla."
Y cuanto más el negro adoba con clasicismo hinchado la charla de la mañana, más ascos hace Azulada de los cacareos de Blao. Además, bastante tiene Azulada como para que el negro le venga ahora con la murga de aforismos trasnochados. ¡Que las hormigas se comen las semillas de zanahoria! Y Azulada quiere acabar con orugas y pulgones para que este verano no le falte su refrescante ensalada de verduras. Y cargado con la mochila sobre sus encorvadas espaldas asperja el bancal con fungicidas al tiempo que le dice aún con fuerzas sobradas a Blao:
"Por más homos erectusparlantes que tu engominado verbo me regale, siempre por encima de todos ellos se levantará enhuevado como maldición coronada el "Homo Letrina".
Y es que Azulada ya está harto de logos y corolarios. Cuando no son las cochinillas de su huerta es la peste que le viene de la Cañada Hermosa. Así son de embusteras las palabras. La Cañada "hermosa" resulta ser el vertedero que está justo enfrente de su casa. Vísteme con una palabra perfumada que traigo mierda en los bolsillos. Aquello sí es un verdadero retrete. Quintales de residuos de toda la zona se amontonan tan sólo a una zancada donde estos hombres paladean rebufos podridos. Uno respira frases hechas y el otro sulfata de insecticidas los surcos. Con el hedor a huevos podridos de la estercolera cercana y los escozores del mejunje del pesticida, Blao y Azulada ya tienen asegurada la conversación:
"Tocamos a cuatro kilos de basura al día. Dentro de poco el vertedero de la Cañada Hermosa será más alto que el pico del Mulhacen. En cuanto a la degradación del planeta -apostilla Azulada- los ricos son los que más basura generan. Y son ellos principalmente los que incumplen el protocolo de Kioto."
Blao no hace política de los vertidos de un estercolero, tampoco quiere aventar fundamentalismos ecológicos revestidos de estudios, intereses y estadísticas que no conoce. Según Azulada, Blao como la mayoría de los escritores se evade del tufo de la realidad con palabras de balsámico y pulido encanto:
"Pues en el muladar ¡bien que brotan vistosas las flores!"
"De un pelargonio podrás, Blao, componer un florido poema, más nunca un pareado tuyo olerá a geranio alguno. De una flor un verso, sí; pero no a la inversa. No hay poeta en el Parnaso, ni zahorí en la meseta que estrujando una palabra saque agua de las letras. Si las palabras fuesen vides, tú serías el mejor cosechero del pueblo. Pero mi pobre escritor ni con el cartabón y la escuadra sabe hacer un caballón."
Azulada deja la pesada mochila en la cruz de la higuera. Se sienta en el mojón de la vereda. Quiere explicarle a Blao lo que él entiende por "Homo Letrina":
"El ser humano se ha convertido por antonomasia en un despilfarrador, un consumista consumado. Más que hábilis, sapiens, erectus, o como el "estagirita" quiera llamar a tu zoon-logon, somos unos encuclillados, defecadores en posición cuatrera. El "homo letrina" cree que los avituallamientos de su despensa son inagotables. Por eso no le importa hacer del "usar y tirar" la palanca del desarrollo. El gasto es el carbón que enciende la caldera de la producción, que impulsa la nave del mercado al puerto de los compradores. El deshecho actúa como efecto llamada ante los flujos internos e inagotables del capitalismo que llevamos dentro. En esta fabril cadena febril el reciclaje no cuenta, frenaría el consumo, pondría en peligro el comercio. Y el comercio ya no es un medio que proporcione bienestar a los usuarios (individuos), es un fin en si mismo por encima de todas las cosas . El denario es la hoja de ruta. Para el homo letrina el principio dinámico del mundo es tejer para destejer, producir para destruir, higienizar para contaminar. Cual otra Penélope obsesionada construimos barcos para hundirlos en el mar. Independientemente de teorías economicistas, sociólogicas o ambientales somos en la medida que nos pudrimos, "putrefaciens homines sumus", pudo haber dicho Apuleyo en su "Asno de Oro".
A Blao le molesta que Azulada dude de su compromiso literario. Que el escritor también está contra el smog de una civilización gris, envenenada, superflúa y malgastadora. Y arremete contra Azulada con la única arma de que dispone: su astucia verbal:
"Con tus insecticidas destruyes vida. Por salvar unas cuantas calabazas de tu bancal particular practicas lo contrario de lo que tan grosera e irónicamente censuras. Te llenas la boca de un redentorismo planetario, de un abastecimiento idílico, y no paras en toda la mañana de achicharrar a pobres animalillos indefensos con tus miasmas irrespirables."
Cogido en renuncio Azulada se defiende a la desesperada:
"Vida y muerte son fraternal y simbióticamente solidarios. La risa de unos: lágrimas de otros. Llanto alegre. Sonrisa triste. La vida es un cambalache entre marginación y desarrollo, dilapidación y pobreza. Endeudamiento de estos en beneficio de aquellos. La pregunta es si las cosas son así por necesidad o tal vez otra socieda más limpia y menos denigrante y onerosa es posible."
Y en este instante un lebeche arremolinado escupe a traición una nube neauseabunda contra las narices de los dos hombres. Y Blao concluye:
"Yo particularmente pienso que el homo letrina, o sea que tu y que yo, deberíamos hacer un alto en nuestro acto defecatorio de esta mañana, pasar dentro de la casa, y ponernos a resguardo de estos malolientes aires que vienen de la Cañada Hermosa."
Juan Martín Serrano : AZULADA
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