Este primer cuento va dedicado a yens, esa morena hermosa de Venezuela que le quita el sueño a cualquiera. Después de ver su foto cualquier sueño es arena seca para calmar la sed que provoca verla.
Se preguntó cómo sería encontrarse a si mismo en el futuro, en veinte años. Quizás le daría vergüenza verse en peores condiciones que ahora, o quizás se sentiría orgulloso al descubrir a un hombre de éxito, a un escritor dando autógrafos, vestido de traje planchado y con una morena hermosa al lado. Lo peor, pensó, sería encontrarse cara a cara consigo mismo, sin cambio alguno, ni para bien o para mal, estático, igual de pendejo y soñador. Eso estaba pensando mientras comía una torta de frijoles en el parque, recostado en un árbol. La vida a veces suelta dilemas que nadie puede solucionar.
En la noche, después de un día igual a los otros, sin nada que hacer, y con la historia por escribir pero que aún no ha escrito porque los pretextos fueron más fuertes, se fue a dormir...
Soñó que un profesor chiflado inventó una máquina del tiempo, y que por alguna razón desconocida lo invitó a probarla. El profesor le preguntó que si pasado o futuro y contestó que futuro, que veinte años para adelante, sin pausa. Lo metió a la máquina y sin avisar bajó una manivela. Sintió el jalón del tiempo cuando agarró vuelo. Llegó a la fecha programada... no encontró a nadie. Él no estaba ahí, ni más viejo, ni exitoso ni perdedor, ni feo ni bueno, ni solitario ni con la morenaza de venezuela, nada, simplemente no existía más.
Comprendió la razón y quiso despertarse de inmediato, escapar del sueño, PERO LOS OJOS NO SE ABRIERON MÁS... |