I
Raquel acababa de salir de la ducha; su piel, aun embadurnada por unas cuantas gotas de agua, se estremecía por el frío que hacía en la habitación, la toalla que la cubría se dejó caer descubriendo la desnudez de su alma; sus senos bien formados, sus caderas amplias y piernas contorneadas se entrelazaban en una armonía perfecta que no permitía que algo faltase o se excediera. Se sentó en la pequeña cama que amoblaba la habitación, miró al vacío como preguntándose el por que de su estado. Largo tiempo paso sumida en el silencio, buscando con la mirada una respuesta a su extraña sensación.
Cuando por fin se pudo poner de pie, se dirigió hacia una pequeña cómoda, tallada en caoba con motivos florales y animales en alto relieve; un espejo, también con marco de caoba sobresalía de la parte posterior de esta; Raquel abrió el primer cajón de la derecha y rebuscó en lo más profundo, su mirada pareció brillar cuando su mano tocó un abultado paquete, lo sacó con mucha delicadeza, un manojo de cartas amarillentas y papeles de colores se escapaban de sus pequeñas y delicadas manos. Se sentó nuevamente en la cama, descolgó el teléfono que en ningún momento había timbrado y lo dejó tambaleante, el auricular yacía tirado en el suelo y un leve TUT-TUT-TUT se dejaba escuchar; miró a su alrededor, cerró la ventana cubriéndose el pecho con una mano, colocó las tres cerraduras que habían sido colocadas en su puerta, se colocó un camisón que la cubría desde el cuello hasta las rodillas; aquel camisón parecía confundirse con la blancura de la piel de Raquel y formaban una sola pieza que, a pesar de su amplitud, aun dejaba ver con claridad la perfección de sus formas.
Tomó una hoja, de color celeste, escrita con manchones y en tinta negra, algunas faltas de ortografía pero escrita con sentimiento; la fecha databa de dos años atrás e hizo suspirar a Raquel. Empezó su lectura en voz baja, sus ojos se llenaban de lagrimas con cada palabra que leía; de rato en rato se detenía y miraba hacia el techo como recordando las anécdotas de su vida; a veces sonreía, otras reía y en varias la tristeza anidó en su rostro dejando brotar las lágrimas acumuladas en sus ojos. Tomó una segunda carta, un sobre que contenía dos hojas rayadas y una foto; leyó la misiva con bastante rapidez como ojeándola y luego se detuvo en la fotografía, la observó con detenimiento, se veía algo borrosa y oscura pero aun se lograban distinguir a las 2 figuras abrazadas y unidas en un beso interminable, volteó la imagen y leyó lo escrito “PARA QUE RECUERDES EL PASADO, SIN TEMER A NUESTRO FUTURO. 12 ABRIL DE 1994”.
En ese momento, un sollozo se ahogó en su garganta, las lágrimas saltaron de sus ojos y quedo sumida en un profundo llanto; soltó las cartas, se arrodilló en el suelo como pidiendo perdón, la incapacidad de mantenerse de rodillas la hizo apoyarse en la cama, la golpeó repetidas veces intentando desahogar su dolor, lloraba desconsoladamente; miró el manojo de papeles en su cama, con su brazo izquierdo los hizo volar en mil direcciones distintas mientras el llanto se volvía mas fuerte, las fuerzas ya habían abandonado a su cuerpo cuando se desplomó en el suelo de su habitación… tratando de contener el dolor y las lágrimas.
II
Una hora tirada en el piso de su dormitorio no le habían quitado las lágrimas del rostro, sus ojos hinchados y de color rojizo eran muestra fehaciente de su estado; se incorporó lentamente al oír el llamado de su madre apoyándose en el borde de la cama, se dirigió al baño, miró su rostro arruinado por el llanto en el espejo, abrió la llave del agua, tomó un poco con sus manos y se mojó el rostro, enjugó sus lágrimas que aún caían con un trozo de papel, secó su cara con la pequeña toalla que colgaba detrás de la puerta y la volvió a dejar en su sitio, colgada de la percha.
Abrió su armario, saco de él un pantalón y una camiseta, bastante sobrios para lo que ella acostumbraba a vestir, se colocó la ropa interior con delicadeza, tomó el pantalón con nervios y cubrió con él sus piernas que ahora tomaban un color azulado debido al frío, cerró los ojos un instante, aspiró profunda y pausadamente y terminó de vestirse; sacó las cerraduras luego de haber recogido y guardado las cartas en el mismo sitio de donde salieron, abrió la puerta y salió de la habitación con dirección a la escalera…
III
- Ya era hora de que bajaras… Hace media hora que te estamos esperando.
- ¿Papá ya está en el auto?
- Sí…, apresúrate, voy saliendo…
- OK…
Raquel entró por un momento a la sala de estar, tomó de uno de los cajones del mueble que se encontraba ahí los anteojos de sol a pesar del día oscuro y salió de la casa. Afuera y con el motor encendido la esperaban sus padres dentro del auto. Abrió la puerta, se sentó delicadamente y cerró. Se colocó el cinturón de seguridad y los anteojos en el rostro mientras el auto iniciaba su marcha.
- ¿A que hora es?
- A las cuatro…
- ¿Hace un par de semanas que saliste con él, no Raquel?
- … (Silencio)
- ¿Raquel?
- Si, un par de semanas… y hoy… - Tragó saliva ahogando un suspiro, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos, se limpió el rostro con un pañuelo, un silencio trágico se apodero del interior del automóvil – Hoy es su funeral… |