A la doctora Carmen Merodio:
Ante todo felicitarle por su sección que me parece estupenda. Me compro la revista todas las semanas sólo para leerla.
Tengo una amiga que es increíblemente atractiva. No podemos salir de copas sin arrastrar a algunos chicos detrás. La mayoría de ellos van a lo que van, aunque en realidad mi amiga tiene tanto carisma que aun no teniendo ninguna esperanza de llevársela a la cama, la siguen por el puro placer de estar con ella. Incluso las chicas cuando se dan cuenta de que no es una pelandrusca, acaban encantadas con su sentido del humor y su vitalidad. Su círculo social se ensancha cada día más, se lo puede imaginar.
Estudiamos juntas desde pequeñas. Siempre ha sido muy buena estudiante. Acabó la carrera limpiamente y con un expediente brillante. De todos modos no hace falta mirar ningún papel para darse cuenta de que tiene una mente rápida. Basta ver sus gestos y la forma de expresarse, siempre tan elocuente y aguda. Somos abogadas y para ejercer nuestra profesión eso es fundamental. Mi amiga ha alcanzado un cargo en su buffet a una edad en la que nadie lo había conseguido antes, excepto los socios fundadores (tenemos treinta y seis años) y eso a pesar de las envidias de sus compañeras (y compañeros gays) que imaginan que lo ha logrado por ser tan mona. Pero sus resultados en los procesos cantan. Es de las mejores, si no, la que mayor talento demuestra.
Ahora hablaré de mí. Para resumir, diré que soy todo lo contrario a mi amiga. Tengo un físico no feo, pero muy ordinario. No estoy acomplejada, simplemente me tengo que guiar por las reacciones de los chicos al verme. O al no verme, mejor dicho; me siento completamente ignorada. Y al salir juntas, se puede imaginar. Siempre acabo formando parte del séquito que le sigue. Como me siento tan insignificante acabo poniéndome a la defensiva y siendo desagradable con todo el mundo por lo que me he ganado la fama de borde. Y no soy borde, todo lo contrario. Creo que soy muy atenta con todo el mundo que se deje querer.
Y profesionalmente he terminado algunas asignaturas sueltas y este año oposito a funcionaria de prisiones.
Mi amiga me aprecia. Me hace confidencias. La consuelo cuando algún chico se pone pesado e insiste demasiado en citarse con ella. Con el tema de los chicos pasamos muy buenos ratos pues nos divertimos especulando como le iría con fulanito o menganito. A veces nos reímos de los pobres. Yo no tengo nada en contra de ellos, pero mi amiga tiene una forma de decir las cosas tan graciosa que la acabo siguiendo la corriente. También me regala ropa, pues tiene varios armarios repletos y siempre tiene algo que se identifica más conmigo, como ella dice.
Ella también dice que la belleza es un amargo don, así que la acompaño a casa para que no le sigan o le digan groserías. Necesita que alguien la valore por algo más profundo y para eso estoy yo. Cuando prepara fiestas, se pone muy nerviosa y agradece que le ayude a cocinar, comprar bebidas y decorar la casa mientras ella recibe a la horda de invitados. Ella dice que todo el mundo aprecia su lado más resplandeciente, pero que amigas como yo estamos para todo lo demás.
En fin, creo que no puede decirse que sea una mala amiga. Yo trato de portarme bien aunque a veces tengo la sensación de que más bien soy una carga y que ella está conmigo por pena. Algunos conocidos comunes me dicen que se me nota resentida. Puede que sea cierto, a veces me harto de que sea siempre el centro de atención y yo una mera acompañante y le lanzo pullas. No es para hacerla daño, sino para decir que ahí estoy yo también. Me siento ninguneada y hasta humillada delante de todos. Son gestos discretos, pero me duelen. Lo cierto es que nadie más que yo nota esas cosas. A veces creo que los celos me están volviendo paranoica , de hecho parece que estoy perturbada.
En esas ocasiones lo único que consigo es reforzar mi fama de borde y cuando veo que todo el mundo me recrimina mi mala leche me siento tan miserable que no vuelvo a abrir la boca. Me entran ganas de llorar. Quizás sea verdad que esté envidiosa, no digo que no. Me siento culpable. Debería aceptar que ella tiene un don y nadie tiene la culpa de que no lo comparta. Si la gente la prefiere a ella, ¿A quién puedo culpar? La verdad es que yo también la preferiría a ella antes que a mí.
El caso es que he conocido a un chico en una de sus fiestas. No estoy perdidamente enamorada, pero yo le gusto mucho y los ratos que he pasado con él han sido muy bonitos. Estamos empezando a quedar, aunque todavía no hemos admitido estar saliendo como pareja. Hace años que rompí con un antiguo novio y ya había olvidado lo que se sentía. Estoy encantada.
Pero mi amiga no se lo toma en serio. Me dice que no sea boba y me resalta todos los defectos de ese chico. Que se está quedando calvo, que es dentón... Dice que no tengo por qué aceptar al primero que se cruce conmigo, que debo ser más selectiva. Se ríe de los regalos que me hace y le quita importancia a todos sus detalles. Dice que a ella siempre le miman así cuando quieren llevársela a la cama pero que no hay que aceptar sobornos. Es cierto que este chico no es un príncipe azul, pero a mí me gusta y me trata muy bien. Y no quiero que se ría de él como ella hace con todos los chicos que le llaman a diario.
Su actitud me duele y me hace dudar. Su opinión es muy importante para mí, pues ella siempre ha sido mi ideal. Me siento patética ilusionándome con este chico. Puede que mi amiga tenga razón y me esté arrastrando ante el único chico que me ha hecho caso en años. La verdad es que tengo ya una edad en la que no puedo dejar pasar oportunidades. Y menos si no soy una mujer muy agraciada. No sé qué hacer con esta situación Carmen. Espero su respuesta.
Una lectora agradecida.
II
Estimada lectora:
Me alegra mucho que siga mi sección tan atentamente. Yo por mi parte siempre pienso en personas como usted, ya que nunca se sabe cuando un simple consejo, aunque parezca frívolo, puede ser la chispa que haga revolucionar una vida.
Puede que haya buscado su carta publicada en la revista. No ha sido posible incluirla, puesto que es demasiado extensa y hay muchas otras que también pueden ser de interés general.
Sin embargo, he decidido enviarle a título personal esta respuesta, ya que su caso me parece crítico.
Hemos estado leyendo atentamente su carta yo y los miembros de la redacción. Por poco me atraganto con el café y al fotógrafo le ha dado un terrible ataque de risa que le ha provocado el vómito. Hemos hecho fotocopias en color para que todos puedan llevársela a casa porque no tiene desperdicio.
Le explico las razones: Hace tiempo que no nos llega un manuscrito, pero lo que es insólito es que con sus años la haya escrito en papel pautado de Hello-Kitty. Y con aroma a fresa. ¿Esa ropa que le regalaba su amiga cómo es exactamente? ¿Es de cuando tenía catorce años? ¿Sale Heidi?
La señora de la limpieza ha dicho al marcharse que puede que ella y su hija la mayor la conozcan personalmente. Por lo visto debe ser usted una celebridad en la facultad de la niña. ¿Es cierto que se pone los botines de tacón bajo con el chándal?
Las monjas estarían orgullosas de su buena letra, no parece haberse corrompido por el paso del tiempo. Las "B" mayúsculas nos han fascinado especialmente con esos bucles tan encantadores. Y la firma con un corazón al final es simplemente genial. Si no le importa, llevaré su carta como ejemplo a mis seminarios de grafología.
Mire, usted padece un síndrome que en la Universidad de Illinois han denominado "fracaso". En castellano podría traducirse como "fracaso". Si a una recién licenciada de treinta y seis años le resulta un término demasiado oscuro, búsquelo en el diccionario. Hay ediciones escolares divertidísimas con dibujitos de todo tipo con miles de colores. Puede recortarse uno y pegárselo en el uniforme de la cárcel para que no sea tan gris. A los presos les encantará, acérquese a los barrotes para que puedan admirarlo. Suerte con las oposiciones.
Hablemos en serio, efectivamente, es usted una resentida que pretende que, con mi autoridad como profesional cualificada, explique y legitime la envidia que siente hacía su amiga. Su amiga da y usted pide más sin dejar de gruñir. No es aconsejable morder la mano del que te da de comer, lo mismo hablando del filete económico que del social. No crea que por que un chico con algún tipo de parafilia le haya hecho caso puede usted compararse con su amiga-huésped y buscar puntos negros para intentar limitar ese carisma que a usted tanto le molesta. El amor envalentona a los acomplejados. Mientras dura.
Como usted apunta, debería empezar a reconocer que su amiga y usted no están hechas de la misma pasta. Son amigas, a duras penas, pero amigas. La diferencia está en que usted debe conformarse y ella puede elegir, por eso le está haciendo un gran favor haciéndola partícipe de sus triunfos en vez de codearse con otro tipo de personas que le harían más fácil el éxito. Dese con un canto en los dientes, no tendrá que abonarse al canal privado de gran hermano. La vida de su amiga es gratis.
Insistimos, dese con un canto en los dientes.
No se pregunte más si usted es una carga para ella. Aparte sus temores. No lo es, pues si su amiga y sus leales tienen sentido del humor como dice, se lo deben estar pasando con usted igual de bien que nosotros. Y si no es así, es normal que la invite a su casa para tomarse unas copas con el resto (coca-cola para usted, ¿Me equivoco?). Ella será el alma, pero usted es el Spontex de las fiestas. No debería sentirse insignificante.
A propósito del tema, la señora de la limpieza, que estaba a punto de marcharse pero se ha quedado un rato, me ha dicho que está segura de que usted es la chica que trabajaba de cajera en el Día de la calle Clunia. Su hija la mayor debió reconocerla. ¿Rosario puede ser su nombre? Dice que estaría mucho más mona si cambiase de gafas y no llevase ropa de colores chillones. Añade que no está muy gorda pero que mejor se ponga colores suaves y sin estampados de flores. Y dice que le diga que ánimo, que no se deprima que es una pena que siendo tan joven piense así.
Si quiere, la próxima vez escriba a la atención de Doña Trinidad Cigarral, nuestra cleaner woman titular. Como ya le he dicho antes, hay personas que simplemente deben conformarse.
Atentamente: Carmen Merodio y sus compañeros de "Querida Amiga" que se van a tomar unos martinis a su salud.
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