La mujer va con la vista perdida en la carretera. Una mueca de tristeza le cruza el rostro. Como si el mundo desfilara por su lado, ella ya no siente. Su vida ya no es suya. La dejó en el momento en que tomó la Decisión. Tantas noches de insomnio lo pensó, pero nunca encontró el valor. Esta noche sí.
El sol se pone por la ventana, y la mujer piensa que hace años no viajaba en un bus. Sonríe por un segundo recordando sus viajes en bus cuando era niña, cuando aún pensaba que la vida podía ser mejor, más amable, más fácil de llevar. Pero ya no queda nostalgia ni lágrimas por llorar, no hay nada después de esta noche. Sólo alivio al pensar que en unas horas no sabrá lo que es la desesperación, la pena y la desilusión. En unas horas… Recuerda esa película que vio una y otra vez. Soy como Laura, se dice, quiero ser como Virginia.
Evita pensar en lo que deja. Sabe que lo intentó pero la vida no la dejó. Quiso amar y el amor la abandonó. Quiso creer pero la fe se evaporó. Quiso comprensión pero nadie la entendió.
“Soy más de la muerte que de la vida”. Le vienen a la mente estas palabras inexactas leídas alguna vez. Ya no siente angustia, ya no espera nada más que desaparecer. Arriba del bus que la acerca al mar, a ese mar en que hundirá su tristeza, en que se hundirá ella también. Como Virginia…