Mientras los tulipanes crecen entre las piramides de lo irrecordable, sigo caminando descalza, con las uñas pintadas de negro que succionan venenos ajenos.
Así podré ver nada, lo que quiero.

No puedo distinguir la textura de lo que falta por tocar, pero sigo caminando y los tulipanes se convierten en bromelias rosas. Los petalos empiezan a llorar y no puedo entender esos gritos fetales de desesperación. Morirán.

Hoy....estas simplemente encantador, pero no recuerdo tu cara llena de pinceladas sin color. Veo que de tu espalda empiezan a brotar alas negras como las que el castrador me quitó. Veo que de tu ombligo salen raíces secas tratando de vivir. Veo que de tu pene salen fetos muertos por querer vivir, en cada uno, una espina que los alimenta, pero caen y en la tierra se esconden de tí. Veo que de tus pies piedras borran tu piel.
Pero no recuerdo tu cara llena de pinceladas sin color...

Y me senté a llorar y mirar y llorar y quise ayudarte a volar, pero las bromelias picaban mis manos y jalaban mis cabellos rotos, muertos, enraizados, no recordados.

Llegué a la nieve blanda donde alguna vez usé mis alas para encontrar flores que parecieran vivas por siempre pero todas se pintaron de mi piel y caí dentro de mí, como siameses. Sentí la vida salir de mí y detras de mis costillas, en el punto donde lo mas recondito de mis emociones vive, me suicidé, tratando de no escurrir.
Y así viví en mí.

Luego caminando entre tulipanes que se volvían bromelias rosas y que se marchitan entre piramides, te encontré desnudo, con miedo, con ira y desprecio.
Pero tuve que perder mis alas tambien para recorrer a pie el veneno que sale de mi tierra que sueña, respira y se extirpa ambas manos para tocarte.

Era mi país y todavía no tiene nombre...