El artículo refleja muy bien los últimos años en Francia. Y me alegro que por fin haya otro discurso. ¿Vamos a poder respirar?
Bueno me permití traducir ( rapidamente) parte de este manifiesto. Y lo dejo aquí para que se den cuenta por si mismos. A mi también me agradería conocer el punto de vista de españoles y latino americanos ( de la del norte, la central y la del sur) . Pueden dejar sus comentarios y refelexiones en el foro [F:4:8852]. Gracias por su lectura y aportaciones.
( en francés : http://www.etonnants-voyageurs.net/spip.php?article1574
Más tarde, diremos posiblemente que fue un momento histórico: Goncourt, el Gran premio de la novela de la Academia francesa, Renaudot, el Fémina, el Goncourt de los alumnos de un instituto de segunda enseñanza, concedidos el mismo otoño a escritores de ultrafrancia (// ultramar). ¿ Azar simple de una vuelta editorial que concentra por excepción los talentos venidos de la "periferia", el rodeo simple y vagabundo antes de que el río vuelva en su lecho?
Pensamos, al contrario: revolución copernicana. Copernicana, porque revela lo que el medio literario ya sabía, sin admitirlo: el centro, este punto desde el cual era supuesto irradiar una literatura franco-francesa no es más el centro. El centro hasta aquí, aunque cada vez menos, había tenido esta capacidad de absorción que forzaba a los autores venidos de afuera a librarse de su equipaje antes de derretirse en el crisol de la lengua y de su historia nacional: el centro, nos dicen los premios de otoño, está desde ahora por todas partes, a las cuatro puntas del mundo. Fin de la francofonía. Y nacimiento de una literatura-mundo en francés.
El mundo vuelve. Y es la mejor noticia. ¿ No habrá sido mucho tiempo el gran ausente de la literatura francesa? El mundo, el sujeto, el sentido, la historia, el "referente": durante décadas habrán sido puestos "entre paréntesis" por los dueños pensadores, inventores de una literatura sin otro objeto que ella misma, haciendo, como se decía entonces " su propia crítica en el mismo movimiento de su enunciación ".
La novela era un asunto demasiado serio para ser confiada a los solos novelistas, los culpables de un " uso ingenuo de la lengua ", los cuales fueron rogados doctamente que se reciclasen en lingüística. Estos textos que no reenvían más que a otros textos en un juego de combinaciones infinitas, el tiempo podía venir donde el autor y con él la misma idea de creación, se encontabe evacuado para dejar todo el sitio a los comentadores, a los exegetas.
En vez de tratarse con el mundo para captarle el soplo, las energías vitales, la novela, en suma, sólo tenía que mirarse escribir. Qué los escritores hubieran podido sobrevivir en tal atmósfera intelectual es encaminado en hacernos optimista sobre las capacidades de resistencia de la novela a todo lo que pretende negarla, o esclavizarla …
Este deseo nuevo de reencontrar las vías del mundo, esta vuelta a las potencias de incandescencia de la literatura, esta urgencia sentida de una "literatura-mundo", los podemos fechar: son concomitantes del hundimiento de las grandes ideologías bajo los ataques bruscos y violentos, precisamente... del sujeto, del sentido, de la Historia, haciendo vuelta sobre la escena del mundo - entienda: de la efervescencia de los movimientos antitotalitarios, al oeste como al este, que de pronto iban a derrumbar el muro de Berlín.
Y era la primera vez que una generación de escritores nacidos de la emigración, en lugar de hundirse en su cultura de adopción, pensaba hacer obra a partir del acta de su identidad plural, en el territorio ambiguo y movedizo de este tratado con el mundo. En esto, subrayaba Carlos Fuentes, eran menos los productos de la descolonización que los anunciadores del siglo XXI.
Los escritores antillés, haitianos, africanos que se confirmaban entonces no tenían que envidiarles nada a sus colegas de lengua inglesa, el concepto de " creollización " que entonces les reunían, a través del cual afirmaban su singularidad, sí había que decididamente ser sordo y ciego, sólo buscar en el Otro un eco de si mismo, para no entender que ya se trataba nada menos que de una autonomisación de la lengua.
Seamos claros: la emergencia de una literatura-mundo en lengua francesa conscientemente afirmada, abierta sobre el mundo, transnacional, firma la partida de defunción de la francofonía. Nadie habla el francófono, ni escribe en francófono. La francofonía es luz de estrella muerta. ¿ Cómo el mundo podría sentirse concernido por la lengua de un país virtual? Entonces es el mundo que se invitó a los banquetes de los premios de otoño. A lo que nosotros comprendemos que los tiempos están listos para esta revolución.
¿Cómo pudimos no reconocer en Réjean Ducharme a uno de los autores más grandes contemporáneos, cuyo Invierno de fuerza desde 1970, llevado por un soplo extraordinario y poético, se hundía todo lo que pudo escribirse después sobre la sociedad de consumo y las bobadas libertarias?
Porque se miraba entonces de muy alto la " Bella provincia ", porque esperaba de ella, porque su acento sabroso, sus palabras guardadas, a los perfumes de vieja Francia. Y podríamos desgranar a los escritores africanos, o los antilleses, dejados en los márgenes: ¿ cómo asombrarse, cuando el concepto de criollización se encuentra reducido a su contrario, confundido con un eslogan de United Colors of Benetton?
¿ Cómo asombrarse si se obstina en postular un lazo carnal exclusivo entre la nación y la lengua que expresaría el genio singular, - ya que en todo rigor la idea de "francofonía" se da entonces como la última transformación del colonialismo? Lo que confirman estos premios de otoño es el acta inversa: qué el pacto colonial se encuentra roto, qué la lengua librada se hace el asunto de todos, y qué, si se queda en eso firmemente, estarán acabados los tiempos del menosprecio y de la suficiencia. Fin de la "francofonía", y nacimiento de una literatura-mundo en francés: tal es la puesta, por poco que los escritores se apoderen de eso.
Pero literatura-mundo, también, porque por todas partes éstas nos dicen el mundo que delante de nosotros emerge, y que recobran después de décadas " de prohibición de la ficción " lo que desde hace tiempo ha sido hecho a artistas, novelistas, creadores: la tarea de darle voz y cara al desconocido del mundo - y al desconocido en nosotros.
Por fin, si percibimos por todas partes esta efervescencia creadora, es que algo en Francia se ha vuelto a poner en movimiento donde la joven generación, liberada de la era de la sospecha se apodera sin complejo de los ingredientes de la ficción para abrir nuevas vías novelescas.
Nos parece que ha venido el tiempo de un renacimiento, de un diálogo en un vasto conjunto polifónico y descuidado de no sabemos cual combate por o en contra de la preeminencia de tal o tal lengua, o de un " imperialismo cultural "cualquiera .
Confinado el centro en medio de otros centros, es a la formación de una constelación que asistimos, donde la lengua liberada de su pacto exclusivo con la nación, libre de todo poder que no sea el de la poesía y de lo imaginario, tendrá para fronteras sólo las del espíritu.
Firmantes (por orden alfabético):
Muriel Barbery, Tahar Ben Jelloun, Alain Borer, Roland Brival, Maryse Condé, Didier Daeninckx, Ananda Devi, Alain Dugrand, Edouard Glissant, Jacques Godbout, Nancy Huston, Koffi Kwahulé, Dany Laferrière, Gilles Lapouge, Jean-Marie Laclavetine, Michel Layaz, Michel Le Bris, JMG. Le Clézio, Yvon Le Men, Amin Maalouf, Alain Mabanckou, Anna Moï, Wajdi Mouawad, Nimrod, Esther Orner, Erik Orsenna, Benoît Peeters, Patrick Rambaud, Gisèle Pineau, Jean-Claude Pirotte, Grégoire Polet, Patrick Raynal, Jean-Luc V. Raharimanana, Jean Rouaud, Boualem Sansal, Dai Sitje, Brina Svit, Lyonel Trouillot, Wilfried N’Sondé, Anne Vallaeys, Jean Vautrin, André Velter, Gary Victor, Claude Vigée, Abdourahman A. Waberi.
|