Nube de Plata.
Al que habitaba en mi corazón...
Lunix se volteó y a lo lejos vio su caballo blanco, se acercó y lo montó sin rumbo. Se sentía perseguida, quería dejar el mundo y salir a buscarla, quería alcanzarla y abrazarla, la había dañado, lo sabía, lo admitía y lo vivía. Cada día era una parte más agregada al gran rompecabezas que era su castigo, sintió ganas de gritar, no podía, no quedaba más que su orgullo… al menos eso pensaba.
Sus sueños no le permitían vivir en paz, sus días eran una pesadilla abrumante, nada era igual, nada. Brigit estaba viva, y la miraba en sus sueños, la veía en sus pensamientos y resonaba su nombre en cada una de las palabras que escuchaba a su alrededor.
Lunix se acercaba a la nube brillante de plata inmenso, sabía que la encontraría, y quería volver a sonreír. Se acercó a aquel brillo majestuoso y pudo admirar de lejos la presencia encantadora de Brigit. Estaba bajo aquel árbol donde tantas veces la observó sonriendo. Sintió como su alma se lleno de tristeza, la sabía suya tan suya y a la vez lejana, muy lejana.
Brigit no volteo, no se inmutó, ni demostró sentimiento alguno, como siempre había sido, siempre serena, siempre etérea, aunque su alma se lleno de un extraño sentimiento, y quería expresarse y no podía, era difícil hacerlo así que se limitó a cerrar los ojos y empezar a soñar de nuevo. En ese momento Lunix se despertó y abrió los ojos, recordó que era un día importante, ya no tenía miedo, ni sentía dolor, solamente el ansia de decir la verdad y abrazar a lo que más valoraba, su adorada Brigit.
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