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Uno, dos, tres, y pum, los ojos se abren, y de abrirse a abrirse de par en par llegan, posiblemente te encuentras sorprendido, quizá hasta un poco aturdido de lo que miras, la cara de mil batallas, se te parte en los ojos…
Los pómulos abultados, y la barba, esa barba insípida, mas aun que la de tu propio padre, pero que tu siempre te quisiste dejar y que hoy te recorre por toda la cara con su festiva nieve entre gris y blanca de manera irregular.
Una que otra arruga te surca la frente tres o cuatro veces, y otra mil mas cuando sonríes o te enojas. En la imagen alcanzas a descubrir mucho mas, una sonrisa, y alguna lágrima quizás, esa sonrisa grande y penetrante con la que muchas veces conquistaste a la misma mujer, misma que te marco esas dos rayitas cerca de la comisura de la boca a causa de su frenética afición por las mordidas, que sabemos bien que te merecías eso y más por las miradas de piedra viva, de flor, y de luz que siempre le tiraste encima sin compasión alguna.
Hablando de los ojos y las miradas, has de notar que siguen siendo bastante parecidos, por no decir lo mismo, aunque tal vez ahora los ojos son un poco mas profundos con una sabiduría que la vida se ha encargado de cobrarte poco a poco, y la mirada sigue gritona como siempre, a la vez sigue sabiendo cómo convertirse en sutil susurro, en suave caricia cuando se trata de esa mujer. Todavía se te alcanza a notar la cicatriz que te dejó sobre la ceja izquierda la necedad de la juventud y una espina.
Levantas las manos para mecerte el cabello, el cual contra todos los pronósticos aun conservas y que también se pasó de inviernos en su coloración, al ver tus manos te quedas atónito, son dos pedacitos de piedra al fuego, inquebrantables, tu mano derecha es como de pluma, como de tinta, y tu mano izquierda goza de la confidencia de quien conoce todo de su más cercano y mas lejano vecino. Sigues conservando la figura esbelta aunque un ligero conato de panza te amenaza con aparecer si detienes tus caminatas diarias y esas tardes en el lago. Eres el mismo pero has cambiado, sigues ahí y sin embargo al que ves no eres tu…
Uno, dos, tres, regresa la luz vuelves la mirada al frente una vez mas y recuperas quinientos meses de vida, te vuelve a salir la cara de entre los bellos blanquecinos y retoma su tono moreno, la vida no te ha pasado encima y te descubres de veintitantos de nuevo, sonríes con la sonrisa citada y te giras de improviso para mirar a tus espaldas… ella también recuperó su juventud pero aprendió la vida que has visto mientras mirabas al espejo.

Leo´s…
H0311F290507

Texto agregado el 31-05-2007, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


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