El pirata fingido

En algunos lejanos mares descansaba en la proa de su barco, un pirata, traía la mirada fijamente hacia abajo dando voces de indignación .El oleaje impedía escuchar tal frustración y maldiciones, una que otra gaviota indicando nuevo territorio.
Acompañado por los piratas mas temibles de la costa sur navegaba consiguiendo todo lo que quería en sus máximas fortunas estaban las joyas, damiselas y barcos los últimos modelos, dinero y cuanto se le atravesara.
En su juventud heredo ser pirata aunque los aspectos e identidad no le daban para lograr ser uno. Así que un día levantándose más temprano de lo común de los piratas decidió en su ya tercer viaje ir a Montepica en busca de una pata de madera, le resulto fácil corto unas patas de mesa eligió la más firme y se la coloco amarrada junto con su pierna, qué años después la perdería por desuso. Y así se embarco en su segundo elemento para ser un buen pirata (cosa que no se ve mucho) esta vez era el garfio.
Unos carniceros por casualidad se les perdió un garfio en pleno cambio de porcinos llevados a un embarque. Y así consiguió encaprichado su garfio.
El loro y el parche fueron de casualidad. Cuándo trataba de robarse al loro este le pico el ojo dándole a conocer la utilidad del parche. Finalmente tuvo todas sus herramientas para ser un buen pirata.
Todo marchaba como lo esperaba, pero al tiempo se fue dando cuenta de lo grave de ser pirata.
A las damiselas no las podía acariciar, ni su único ojo conseguía rascarse .E l parche era perjudicial a la hora de observar por el binocular, su pata se le quedaba en cualquier mesa charlando y con el loro se llenaba de plumas una vez al año.
Al pasar de los años se fue dando cuenta que la palabra hereditario no es sinónimo de obligación.

*Si no naces para ser, no lo hagas para parecer.