Yo los conocí de noche en las ciénagas de la costa. Era una pareja rara, llevaban en su frente signos de amalgama con el Diablo. Afirmaban venir de otra tierra en donde los colibríes medían metros y eran feroces predadores de los hombres y en sus alas nacían tremendas ventoleras con olor a musgo.

Les convercé de mis canciones tristes y se condolieron conmigo, me invitaron a beber un jarabe espeso y empalagoso. Dormimos juntos y en la noche con la mujer fornicamos en secreto, ambos muy callados y compactos. Se fueron de la mano trenzados en besos y demases con sus labios y manos de demonio. Antes de perderse ella me miró y sonreímos complices.

Supe que el hombre se enteró, muchos años depués, cuando descubrí al Diablo mero mero, empotrado en mi mujer. Ella gritaba ardorosa el nombre del Diablo y yo viendo estas cosas me acordaba de esa noche y la otra diabla. Los dejé tranquilos. Rumbo al baño me perdí en caricias a mi mismo anhelando el cuerpo duro y agobiante de la otra... En el que estuve en en el pantano. Sí, allá en la costa del país de los Botos