Ya nada ha sido igual.
Aquella noche me removí demasiado entre mis sábanas…no estaba cómoda conmigo misma. Desde siempre había dormido en la misma habitación que mi hermano, por mucho que me quejara…eso no era intimidad para una chica, y si la chica está obsesionada con su aspecto…menos. De todas formas, estas semanas teníamos visita, así que a mi lado se encontraba un pariente lejano de mi madre. Demasiada gente en una habitación, demasiada gente en mi casa…
Aún tendida en el colchón abrí los ojos y observé a través del cristal la Luna, saludándome…”de nuevo soy capaz de admirarte…” pensé.
Di un giro y me encontré frente a la cama de mi hermano, dónde se encontraba el pariente de mi madre…siempre lo vi un tanto extraño, misterioso, hablaba poco pero se sabía prepotente aunque en el fondo buen chico…sabía que algún día nos traicionaría…si le daba la oportunidad…
Respiré profundamente y me levanté descalza…salí al encuentro de la habitación de mi hermana menor…no estaba, viajaba por lugares lejanos, por lo menos esa temporada, así que fui siguiendo lentamente el largo pasillo hasta toparme con el baño. Abrí la puerta con el interés de acicalarme un poco pero había alguien en la ducha…un primo que a penas conocía…un chico muy transparente, muy humilde y encantador, que desde el primer día que lo vi me cautivó…y desde ese día me enamoró con su físico, desde luego. De todas formas, su vida no valdría más que la de los demás…
Cerré la puerta después de observar unos segundos y seguí mi camino….me encontré con el cuarto de invitados, donde se encontraba alguien que la verdad, no tengo muy claro quién era…un chico muy delgado, de mediana estatura…estaba viendo porno aún estando de visita…y no me extrañó, parecía muy confiado en su suerte y quería hacernos confiar en él, nosotros por el contrario dejábamos que él confiara en nuestra credulidad. Bah, otra alma perdida…
Me aparté de la puerta y me asomé a la siguiente habitación…allí se encontraban los anfitriones de la casa…
Mi padre, un hombre un tanto demasiado confiado en sí mismo también, creía llevar el control de toda la casa…pero no sabía que le había salido una hija rebelde. Se dedicaba a subirse a sí mismo el ego, para que cuando los demás componentes de la familia elogiaran ese ego, venirse abajo con el falso sentimiento de humildad y desentendimiento… otros días lo amé.
La mujer de mi padre, llena de sentido del protagonismo, vacía de sentido del ridículo…qué más decir… No los necesité nunca, ahora menos…
Me dispuse a bajar lentamente cada escalón de la gran escalera de caracol…qué recuerdos, allí me encontraba realmente en casa…entre tanta espiral…
Me encontré frente a la puerta del gran salón: había luz…dentro, sentado en el brazo del sillón estaba mi hermano mayor, un chico delgado también, se creía muy filósofo pero simplemente era un pobre diablo que se enmascaraba con supuesta experiencia…seguramente estaría pensando en sus cosas, pensaba demasiado. Recuerdo que me miró con desesperación y después miró hacia el suelo…Pobre desgraciado…
Me dirigí hacia la cocina, donde el silencio gobernaba…giré los delicados pomos del gas sin piedad con una sonrisa sarcástica en el rostro y la ceja alzada elegante…acto seguido, me arreglé el pelo en el reflejo de la nevera…
Salí al inmenso jardín orgullosa y encendí una de las cerillas de la caja que días antes le había robado a mi madre…recuerdo que la había ocultado con muchísimo esfuerzo…me gustaba. Observé el fuego unos segundos y arrojé la cerilla en un charco de gasoil que empapaba toda la base de mi casa…cuidadosamente vertido horas antes.
Giré sobre mí misma, y note una mano en mi hombro…mi hermana menor.
“Finalmente lo hiciste”
Asentí con decisión y ambas paseamos hacia la ciudad dejando atrás llamas, gritos y llantos de dolor…pero también soledad e indiferencia.
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