estaba en una casa vieja. éramos niños. una linda chica y yo. habíamos visto esa casa hacía muchas horas y días hasta que ella me dijo que deseaba entrar y conocerla. ¿temes?, me preguntó. sí, sí temo, le dije, pero voy contigo. fuimos, era de tarde, aún la luz de aquel verano no moría. ella estaba a mi lado, la amaba con todas mis fuerzas. olía a rosas. su cabello era como el oro, sus ojos como caramelos, y su cara a un ángel de catecismo. la amaba en silencio y a escondidas y por eso, la seguí. la casa estaba a mas de doscientos metros de todas las casitas de verano. habíamos preguntado a los vecinos y nadie nos dio razón si alguna vez alguien había vivido dentro. ¡vamos", me dijo ella. me cogió la mano y yo sentí que mi cuerpo se llenaba de amor... llévame al infierno, pensaba, pero no me sueltes nunca. llegamos. la puerta estaba cubierta por una reja de alambres. la abrimos y entré. todo estaba sucio. había una mesa, cinco sillas, una cocina, ollas, comida chorreada por el piso, un gato. las ratas parecían mirarnos por los agujeros de los rincones de la casa. nos acercamos a la ventana y vimos algo maravilloso y peligroso. era una gran telaraña, parecía estar cubierta por hilos de plata. de pronto, vimos la araña y cerca de ella, un pericote, o, lo que quedaba del roedor. mi amiga soltó mis manos y salió de la casa corriendo, gritando. yo no, yo me quedé mirando la hermosa araña, era grande, casi del tamaño de mi mano, pero en su centro era rojo como la sangre. sus patas eran violetas y finas como un alambre. pareció mirarme, pero no me hizo mucho caso y siguió jugueteando con los restos de una rata en la esquina mas alta de la casa, pegado a la ventana... salí y vi que mi amiga estaba ya en las casitas de verano de aquel balneario. pero, no estaba sola, estaba con otro chico, y ella le cogía la mano. recordé la araña, la rata, la telaraña, y supe que era una imagen perfecta, hermosa y llena de misterio, así como la presencia de mi amiga con su nueva presa... el verano terminó, y, aunque nunca mas volví a entra en la vieja casita, siempre recordé a la araña roja con sus patas grises como las nubes en la noche... ¿mi amiga?, tampoco la volví a ver nunca mas. dicen que se casó y tiene dos hijos, no sé, pero es seguro que ha tejido una buena telaraña...
san isidro, mayo de 2007
|