Olla común
Oí decir a un anciano
Obrero de voz abuela
Mientras mostraba las manos
Arrugadas de faena.
¡Prefiero las manos mancas
que manos de rompehuelga!
Miguel Otero Silva (venezolano)
Con la entrada a la segunda semana de huelga, la situación se fue colocando más dura. Los mineros ampliaron las formas de controlar la paralización. Las reuniones vespertinas en la sala han hecho mejorar sus fortalezas. Canto, teatro y poesía. Las noches son tan intensas como los días. Con la oscuridad llegan trabajadores de otros puntos de la pampa, sea para conocer las razones de la huelga como para entregar solidaridad, apoyo que no escatima nada, sobres con dineros y sacos con alimentos y, también artistas, todo es recibido con emoción por parte de esos hombres de trabajo duro. Desde Iquique, llegan dirigentes de mancomunales en cada tren. Visitantes que deben burlar a la guardia pretoriana de Fernando Gómez
El Administrador toma sus medidas para romper la huelga. Mandó a cerrar la pulpería, nadie podrá comprar nada. La cantina también fue cerrada. Fernando Gómez llamó a la mayoría de sus lacayos que tiene entre los mineros, les ha dicho que los necesita trabajando a partir esa noche y que le importa un carajo cómo lo harán. Les asegurará transporte y guardia armada. Veinte son los hombres conminados, veinte son los que usará para que rompan la huelga y con ello se quiebre la moral.
A las diez de la mañana, el telégrafo con sus pulsos de lenguaje Morse tare una noticia para el Administrador y que de paso, el operador hace una copia para los mineros. Las oficinas Gloria y San Pascual, han declarado la huelga.
Alamiro convoca a todos los que están cerca, con alegría les comunica la buena nueva.
—Compañeros, Compañeras, ha llegado este mensaje “Las oficinas Gloría y San Pascual han paralizado sus faenas” esto es un logro inmenso. Esta noticia es la mejor que podríamos recibir en las condiciones que tenemos. Puede ser el inicio de un reguero de paralizaciones que hará que los patrones tengan que sentarse a negociar.
Es buena noticia ya que con el cierre de la pulpería y la cantina surgen dudas y desconfianzas en algunos compañeros, es algo lógico y tenemos que entender a los temerosos.
Ahora empezaremos la olla común, hay un grupo de mujeres que cocinarán, hay que ayudarles, así que a trabajar, levantaremos unos toldos y allí se cocinará.
Con un gran aplauso recibieron la noticia de las huelgas, un nuevo optimismo se apodera de los mineros. Por hambre se les quiere doblegar, pero, lo que se conoce no asusta y, el hambre es algo con lo que han nacido, así que, un poco más de hambre de la que han padecido desde que nacieron, no es algo que les atemorice demasiado.
Los hombres arman toldos para defender a las cocineras del sol, tres fogones se instalan, de inmediato se acomodan grandes fondos que comienzan a hervir, sobre el agua caen las lentejas que se almorzará ese día.
—¡Alamiro! ¡Alamiro! - Uno de los niños matasapos llega corriendo donde están los delegados-
—¿Qué ocurre, Juancito?
—El patrón habló con varios, esta noche van a trabajar.
—¿Quién te contó eso, Juancito?
—Mi tío Ricardo estaba allí, yo sé que es sapo.
—Bueno Juancito, ya hablaremos con el Ricardo y los otros.
El Administrador comenzó a jugársela el todo por el todo, la pulpería, la fonda y ahora los rompehuelga.
—Esta noche hay que ampliar la vigilancia, hay que agarrar al Ricardo antes de que se vaya a la faena, que nos diga quiénes son los otros, de algunos sabemos, pero, a lo mejor no todos, los de la sección del Ricardo que le hagan hablar. Una cosa debemos tener en claro, no haremos nada en contra nadie de la administración, pero, con los nuestros, con los que traicionen, no podemos ser débiles.
Paralizaron dos Oficinas – Medita el Administrador- esto huele mal, parece que voy a tener que enviar a la Estela a Santiago o en último caso a Iquique. A los soplones les dije que tenían que trabajar a partir de esta noche. Hay ocasiones que les pago por cosas que ya sé, así que paguen lo que me deben. Desde Londres me están acogotando con telegramas, saben de la huelga y quieren que acabe luego con los revoltosos, ven las cosas tan fáciles desde allá.
Con las dos huelgas, espero envíen luego a los milicos. Una semana y el intendente aún en Santiago. Maricones, no envían tropa. Nosotros pagamos para que fuesen elegidos, no tengo en cuenta la plata que les dimos para comprar votos y ahora se hacen los desentendidos. ¡Ya van a ver en la próxima elección!
Las salitreras han aumentado el precio de la tonelada del nitrato casi en la mitad, no quieren venderme salitre. En Londres están presionando para que el contrato cambie de manos, si ocurre, perderemos demasiado. Me amenazan con embarcar en Antofagasta, sus barcos gastarán menos. Dicen que Antofagasta está más cerca del Estrecho.
Viera, otro inútil, no es capaz de resolver lo del ejército, ¿Qué debo hacer? Creo que tendré que volver a jugar a dos cartas. Mañana, hablaré con Alamiro si no anda bien lo de los maricones que trabajarán esta noche.
Les ofreceré algunas migajas y veremos que sucede.
—Ricardo, compadre ¡Acérquese!
—¿Qué sucede ño Gustavo?
—Con nosotros, nada, no pasa nada ¿Con usted, que ocurre?
—Nada, compadre, nada, si más tarde iba a ir con la vieja a la sala en donde están ustedes.
Ustedes andan en patota, casi todo el turno, vaya el honor que me hacen.
—¡Nada de honor conchetumadre! ¿Así que té preparay pa ir a trabajar esta noche?
—¿De que me hablan? – Dice Ricardo con temor –
En ese instante cinco de sus compañeros le caen encima dándole una pateadura, de la cual se podrá levantar tan sólo cuando hayan transcurrido varios días.
—¿Quién más va a ir a trabajar esta noche? Habla al tiro huevoncito, o te la damos de nuevo y peor.
—Che tu madre, estamos en huelga para que vos mismo ganís más plata, para que te traten mejor y nos salís siendo un maricón que le cuenta al patrón lo que ocurre entre nosotros. ¿Té paga bien acaso?
Ricardo dio el nombre de todos los que van a trabajar, con la mayoría se conversó de la misma manera. Cinco escaparon a la represión de sus compañeros y trabajaron, para el administrador, los cinco no le servían de nada, tan sólo necesita degradar moralmente al ser que se esconde en esos hombres que logra comprar, con uno que trabaje, él sabe que en muchos cundirá la desesperación.
Al saber que sólo llegaron cinco, hizo llegar un mensaje a Alamiro citándolo para el día siguiente a las ocho de la mañana.
Las golpizas fueron ejemplificadoras, todo el mundo supo a lo que se exponía, los que tenían alguna duda supieron que no habría tregua, que las armas de cada cual iban a ser utilizadas, y que la disciplina y autodefensa de la huelga era algo serio que no permitiría ninguna clase de regalía, y permitir se rompiese la huelga era una regalía impensada por los trabajadores.
El administrador, colocó guardias en los trenes para prevenir la llegada de alimentos para los huelguistas, pero la pampa tiene cien mil entradas y la solidaridad sigue llegando, en carretas, en tren burlando a los guardias, cada noche hay peregrinaciones hacia la Oficina. Son caminantes que se arriesgan al frío y cargan sobre sus hombros sacos con legumbres y otros alimentos que sacados de sus propios bolsillos llegan a la Oficina, muchos entregan parte del alimento de sus hijos para hacerlo llegar a los huelguistas.
A media noche llega un nuevo telegrama para el administrador, mensaje que también se les entrega a Alamiro, las oficinas San Genaro y Ana María a las doce de la noche han iniciado la huelga, con un petitorio similar.
Alamiro y los delegados se reunieron para determinar quienes irán el día siguiente a conversar con el patrón. Alamiro, Gustavo Díaz –Delegado de los cargadores- y Juan González – delegado de los herreros- serán los tres que se presentarán ante el Administrador.
Julia se hizo presente en la sala y habló con Alamiro y José Manuel. Alamiro levantó la cabeza con un signo de extrañeza, sonrió ampliamente, hablaron un par de minutos y luego conversaron con los hermanos Aravena y otros cinco entre los que estaban Inti y Luciano, los hombres salieron, pasando cada cual por su casa sacando lo necesario para ir a la busca de dos personas que llegarían esa noche hasta la Oficina. Ocho kilómetros se adentraron en el desierto, la luna nueva los acompañó y apoyó, se fueron acercando a la vía férrea. En uno de los últimos rajos había un grupo de hombres esperando, obreros de otros lugares y entre ellos dos, Don Reca y Elías. Al encontrarse el abrazo fue largo. Rehicieron el camino entrando al campamento sin ser vistos. Los trabajadores al reconocer quiénes llegaron los recibieron con un aplauso de un par de minutos y uno a uno los saludaron.
—Gracias, por venir – Atinó a decir Alamiro, sorprendido ya que sabía a lo que se exponían los dos lideres, tanto Elías con Luis Emilio podían recibir fácilmente una bala cada uno, dos hombres a los si bien los había visto poco, los admiraba –
—No, Alamiro, para nosotros es un deber, - Dice Luis Emilio - somos nosotros y los trabajadores de los otros lugares de la pampa y el puerto quienes les agradecemos a ustedes. Queremos que nos cuenten de su movimiento. Conmigo vienen: compañeros del cantón de Huara, lancheros del puerto de Iquique y de Pisagua, además de representantes de otros gremios… Les trajimos víveres, periódicos, algún dinero y mucha solidaridad de otros lados. Hay telegramas desde Valparaíso y Santiago, en ambas ciudades se abrieron cajas para recibir solidaridad que les enviaremos en cuanto llegue al puerto.
—Espéreme un segundo compañero Luis.
Alamiro conversa en voz baja con Juvencio, este lo hace con Pancho que asiente con la cabeza y le responde.
—Juvencio, dígale a Alamiro que no se preocupe, ya hay gente alrededor de la sala y en la puerta hay cuatro compañeros que no dejarán entrar ni a una mosca desconocida. Mi hermano y yo nos hacemos cargo y mañana los llevaremos a alguna casa muy segura para que descansen antes de regresar a Iquique.
—Gracias compañero.
Hubo una larga reunión, la que terminó poco antes del amanecer, se conversó con los que llegaron. Elías y Luis Emilio fueron llevados a un lugar que tan solo Tito y Pancho Aravena sabían, los otros visitantes fueron a dormir a casas de otros mineros, todos esperarían el resultado de la primera conversación.
A las siete, Alamiro, se bañó y afeitó, se vistió con su traje de Filarmónica, lo mismo hicieron los otros dos delegados y a las ocho en punto estaban en la puerta de la Administración.
Por la mente de los tres hombres pasan mil conjeturas, una inmensa ilusión los embarga, quieren acabar luego con la huelga, su vida está en el trabajo, saben que ya han ganado, que cuando regresen al trabajo nada será igual, que cada uno de los que han participado será otra persona, han ganado en dignidad
Fernando Gómez - Piensa Alamiro- ¿Qué te traes entre mano? Te fallaron los rompehuelga, cinco trabajaron, pero, ya sabemos quiénes son. Antes de que termine el día se hablará con cada uno, ellos saben que todos tenemos las manos duras y no solo las usamos para sacar caliche o amar, sino también para golpear Quien no quiere ser yunque, debe obligadamente ser martillo. Algo vas a ofrecer, además de balas, algo entregarás, eso lo se, lo huelo, te oiremos y luego conversaremos con todos.
Curiche
Mayo 27 de 2007
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