Faltan tres meses y estoy batiendo helado
con una sonrisa infantil, las mejillas brillosas.
Más tranquilo, más confortable,
dejando guardadas las botellas de whisky,
me observan como cachorros tiernos.
No tengo amigos, ni mujeres,
hasta ahora sólo me basta contigo,
mientras metabolizo esta conclusión sigo subiendo de peso,
mejoro las relaciones con los compañeros del trabajo,
tengo mejores hábitos alimenticios,
me satisfacen más rápido las cosas,
soy más paciente y frío ante mis impulsos que antes resultaban demoníacos,
tengo una niña sonriendo en la habitación,
simulamos que arrancamos flores gigantes entre las sábanas,
puedo dormir mejor, sin ideas paranoicas, sin pesadillas del pasado,
no me han levantado multas de tránsito desde el año anterior,
los martes de quincena y supermercado, abnegado y obediente a los precios,
ya no me robo nada, ya no estafo a nadie,
me siento cariñoso y enamorado,
me siento capaz de brincarme cualquier cosa si me besas,
hago malabares económicos y magias especiales bancarias,
he dejado de ser tan febrilmente adolescente y atormentado
¿he dejado de ser tan febrilmente adolescente y atormentado?
Lo más salvaje de mí se ha perdido,
qué pasaría si descubriese
al gato gris que hice arder vivo en un bote (en mi niñez)
rondando por aquí, retándome con los ojos.
¿Qué pasaría si después de tanta monserga civilizada algún imbécil me insultase en un restauran familiar?
Qué será de todos aquellos en Tijuana, Caborca, Chiapas,
todos los bastardas con los que jugué al póker,
sólo sé que aún sigo deseándole la muerte a mucha gente,
que imagino cómo los arrolla un trailer,
cómo se mueren deshidratados en el desierto,
como le pago dinero a los sidosos para que se los carguen,
a los judiciales, psicópatas vagabundos, espías de colegio,
nunca tuve miedo a la oscuridad, a la tragedia,
y ahora me pienso mucho más las cosas,
hasta quisiera ser feliz. |