Recuerdo haber muerto a las 23.33 de un lunes 16 de diciembre.
Sucedió de forma suave, serena y tranquila. Yo estaba inmerso en mi soledad escribiendo, cuando mis cansados ojos se dirigieron inconscientemente al reloj de pared. En ese preciso instante pude ver que mis horas terrenales habían llegado a su fin. Mi reloj, se había detenido para siempre.
Sus manecillas habían quedado inmóviles, justo a la hora de mi deceso. Sin embargo, para mi espiritual sorpresa, mi cuerpo disfrutaba de una envidiable libertad de movimiento. Por un instante mi espíritu se negó a aceptar lo irremediable, es decir, el hecho indubitable de mi muerte y obligó a mi cuerpo a levantarse, y dirigirse hacia la cocina, para confirmar o rebatir los hechos.
Sabía que en la cocina había otro reloj que podría rebatir lo que de hecho yo entendía que había sucedido. Al llegar pudo ratificar aquello que ya íntimamente había comprendido. El reloj de la cocina estaba detenido y marcaba cruelmente la misma hora. Las 23.33, la última hora....
Un miedo intenso se apoderó de mi, y un temblor frío, recorrió mi cuerpo.
Pero en ese preciso instante comprendí lo que nunca antes había alcanzado a entender. Yo era ahora, a partir de mi muerte, de alguna manera, dueño y poseedor del tiempo. Dueño de la eternidad, de mi propia eternidad.
Sentí mucha angustia. Que iba a hacer yo solo, vagando por la eternidad?
La eternidad es demasiado inmensa como para perderse en ella. Sin embargo decidí en ese instante continuar escribiendo mis recuerdos por toda esa eternidad. Y eso es lo que sigo haciendo hoy, desde aquel fatídico día.
Sigo escribiendo sobre la vida, sobre las fantasías, doy rienda suelta a mi imaginación, y lo hago con tal convicción, que hay veces en que pienso que aún estoy vivo, y todo eso gracias a la escritura.
Sin embargo, como aún estando muerto, la eternidad, necesita ser administrada, me tomé el atrevimiento de comprarme un almanaque, de esos que venden cerca de los cementerios, para la gente que como yo, ha dejado de existir.
Por eso, y sólo por eso, al momento de terminar de escribir estos recuerdos de mi muerte, sé que hoy, , (en el mundo de los seres vivos) es Sábado 21 de diciembre.
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