(Génesis)
…Y el Hombre, instigado por la curiosidad inexplicable, decide cuestionar su permanencia allí. Apoya sus manos en el lecho blando y generoso. Se alza. Y se dirige hacia el árbol de la sabiduría que titila al fondo de la agradable oscuridad. Y tiene miedo. Pero no más que antes, cuando disfrutaba de todos los placeres sin saber porqué.
Y su creador(a), consciente del movimiento, reconociéndose causante del gesto, con una mezcla de amor y de ira, contrae la Arcadia en que lo depositó sin tener planes ciertos para él,… y lo expulsa del paraíso arrojándolo a la sala de partos.
(Éxodo)
…Y el Hombre, azuzado por la mirada en la que reconoce a su creador(a), movidos sus músculos y alentada su alma por la promesa de disfrutar eternamente del primitivo estatus que nunca olvidó, cruza el desierto al que reduce al resto de sus congéneres, para ir detrás de la tierra prometida entre las piernas de aquél(la) que apareció al doblar la esquina esa mañana.
(Apocalipsis)
…Y el Hombre, cansado, recorrida mil veces la distancia hacia la promesa nunca alcanzada, mutilados sus sentidos para el resto de estímulos que lo rodean, cae al fin en la cuenta del sentido de la cadenciosa visita de los cuatro jinetes (primavera, verano, otoño e invierno).
Y satisfecho, saciada su curiosidad inexplicable, apoya sus manos en el lecho blando y generoso de la tierra… Y en ella se hunde, buscando la anciana oscuridad de la que un día fue expulsado.
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