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Soñar en el verbo es tu mágica formula. Cada vez que me siento mal, me acuerdo de ella. ‘Soñar en el verbo’ es lo único que me queda. Ya que soñar, al menos para mí, no es posible. Soñar con el verbo tampoco.
Me acuerdo bien de aquella noche fría de noviembre en Madrid. Un domingo frío, aburrido. Salimos con tu amigo español para tomar un cafecito en el barrio Salamanca, el barrio más chic de Madrid. En el Paseo de la Castilla, paralizados por el atasco de las noches del fin de semana de Madrid, estábamos hablando de nuestras vidas, de viajes que queremos hacer, de nuestros sueños. Dijiste que lo que poseemos, nosotros los pobres del mundo, es soñar. Soñar en el verbo. En aquél momento, en mi mente se basculan muchos sueños. Pero el más sencillo era poder un día escribir un cuento, al menos, uno.
Cuando estuve estudiando el español, el profesor nos pidió escribir un cuento. Yo sólo pude escribir un folio, era un cuento sencillo de un niño huérfano que vivía con su abuela en un pueblo costero perdido en las montanas del Rif.
Era un niño guapo, de ojos azules y pelo castaño. Este niño pasaba sus días a soñar. Tenía muchos sueños pero uno era constante. Soñaba que tenía unas hojas blancas y lápices y que estaba dibujando un barco de vela.
Cada día, este barco llegue a un puerto diferente. Así, el niño podía, cada día, encontrar gente diferente, y escuchar música y cuentos nuevos. El barco de vela no regresa nunca al puerto de salida, siguió siempre navegando por el mundo y el niño de ojos azules siguió pintando.
Con el tiempo, el niño, ya harto de los mismos cuentos de su abuela, y dejando del lado, por un momento, su barco, hizo otros sueños. Soñaba que poseía un gran libro de cuentos ilustrado de dibujos maravillosos. Miles cuentos y miles dibujos para acompañar sus largos días.
Durante años, el niño soñaba, un nuevo sueño más, pero en su fondo, el sueño de dibujar el barco de vela y tener un libro de cuentos se queda intacto y sigue creciendo en él.
El niño se ha puesto un hombre y fue a trabajar sin poder realizar sus sueños, pero sigue siempre soñando. Sueña que un día podría traer a su hijo unas hojas blancas y lápices para dibujar un barco, y podría ofrécelo también un libro de cuentos para calentar sus noches de invierno.

El hecho de sentir o de pensar, y el hecho de verbalizar estos sentimientos y pensamientos me resulta a menudo difícil. Como si hay entre mi mundo de pensamiento y sentimientos y el mundo del verbo o de la palabra un hueco muy hondo. Dos mundos sin conexión posible. Las sílabas me salen cortadas.
Claro que todo esto es un delirio. Ya sé que no puedo escribir cuentos ni aspirar a devenir escritor, sólo puede escribir unos poemas de cuales estuve orgullosa pero, me parecen ahora una porquería.

Me provocan tus labios,
esta noche,
quiero besarte,
pero estoy triste.

La leyenda dice que
si una mujer triste
besa su amante,
infeliz será toda su vida.

Esta noche,
me provocan tus labios.
Quiero besarte,
pero estoy triste.


No puedo expresar lo que siento; lo que pienso, no puedo transmitirlo al otro. El ‘otro’. Durante mucho tiempo me seduce esta palabra mágica y quería escribir un artículo sobre el ‘Otro y Yo’. Pero lo quería hacer del punto de vista de una africana, musulmana, árabe y berebere viviendo en un país europeo.
En el metro de Madrid, en camino a la Escuela diplomática o de vuelta a casa, en unos instantes de abandono o de cansancio, me dedicaba a contemplar los otros. Me dedicaba a imaginar sus vidas, sus esperanzas, sus temores, sus ilusiones… Gastaba mi energía en este ejercicio, y a veces repetía a mi misma que ese otro constituye una parte de mí, o yo soy para él otro. No es un otro totalmente diferente, tenemos también algo en común. En instantes de pánico, de alegría o de rabia o de tristeza podemos tener los mismos reflejes, y tal vez, todo el día, repetimos los mismos gestos cotidianos banales y insignificantes.
Al fin descubrí que mi sándwich musulmán puede compartir el mismo plato con el sándwich cristiano. No se produce ningún choque de civilizaciones, de culturas, ni tampoco de comidas. Que yo y mis amigos europeos y latinos americanos podemos entusiarnos ante la misma música y sentir alegres a probar una comida o ver una película. Pero puede todo el mundo aceptar esto.
Yo no pude escribir aquél artículo y como siempre lo dejé por otro día. Las ideas no hacen falta, muchas veces, empecé a escribir un cuento, pero no pude escribir más de uno o dos folios. El entusiasmo que me invadió al principio se acabó a poco tiempo. Un sentimiento de frustración se hace, poco a poco, presa de mi alma.
Érase una vez el cuento de un delirio….., así se acaba mi cuento.

Texto agregado el 27-05-2007, y leído por 263 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
08-06-2007 Sólo te puedo decir una cosa. Escribe sobre lo que conoces. Primero de a poquitos poco a poco lograrás escribir tu cuento***** anyglo
01-06-2007 Es de parcialmente interesante, creo aue es una ironia a eso de escribir sinsentido...y creo que por eso escribes tan poco...pero lo que importa es la calidad y la cosquilla de esa calidad bajo forma literaria...Animo lekbir
30-05-2007 Me gustó mucho lo q leí...dices muchas verdades, es díficil aveces separar lo q realmente queremos decir,de la voz que fluye..es mas fácil escribirlo¡¡¡. MIs 5 celestial
28-05-2007 Porqué crees que sólo puede ser un sueño? Escribes muy bien. Eres clara y trasmites muy bién tus ideas. Este texto es genial y nos enseña muchas cosas Te felicito y lamente tener solamente cinco estrellas para dejarte.***** zumm
 
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