Ahora que la humanidad goza de la tecnología apropiada y de una ética desintegrada se dedica a participar de un juego social al que mucha gente tiende a llamar “a ser Dios”.
Entre infames penas de muerte y ovejas fotocopiadas el hombre se jacta de una superioridad divina que en realidad no tiene.
Caryl Chessman fue un gangster americano condenado a muerte por un crimen que, él insistió hasta el final, no cometió.
Antes de su ejecución dejó una declaración que decía: "En mi existencia fui culpable de muchos crímenes, pero no de aquéllos por los que me habéis arrebatado la vida" terminando con una frase que aún me ronda en la cabeza: "Ahora que el Estado se ha tomado su venganza, me gustaría preguntarle al mundo qué ha ganado con ello".
Yo tengo una respuesta para el condenado, el mundo ha ganado la ausencia de un escritor, de un artista. Chessman, en los 12 años que permaneció preso esperando su muerte anunciada, escribió 3 libros sobre su experiencia y una novela (de los cuales he tenido el placer de leer 2 de ellos, Celda de la muerte 2455 y The kid was a killer (la novela)).
La pena de muerte a mi entender es solo comparable con la abominable idea del aborto.
En cuanto al tema de las ovejas… mientras se aplique solo a animales, creo, está bien.
Y éstos son tan solo algunos ejemplos.
Aún así…
No puedo dejar de pensar en la posibilidad de que algún día a alguien se le ocurra matar a cualquier persona de las que amo, supongo que lo primero que haría sería buscar un culpable, y poco me importaría si lo es o no, para mí su destino debería ser la muerte. Debo admitir también, por contradictorio y desalmado que parezca, que no se qué haría si mi mujer quedara embarazada y no tuviera un centavo siquiera para darle un techo a ella. Además pienso que me resultaría sumamente interesante la tecnología de clonación terapéutica si algún día quedo cuadripléjico.

Paradójico, ¿no?. En esta corta reflexión, que es más bien una opinión, creo dije mucho y no dije nada.