Aquilino Quitapenas, un Aquiles de barrio
-Me llamo Aquilino Quitapenas, el encanto de las nenas, de las malas y de las buenas -, así se presentaba este personaje simpático, bien parecido, de edad incierta y finos rasgos. Las vueltas de la vida, y sus padres, habían hecho que su nombre fuera su sello de identidad. Lo que para cualquier otro hubiera sido un trauma, para él era algo a lo que sacarle partido en sus ofensivas amorosas con sus pícaras y tradicionales muletillas – Soy Lino, AquiLino, tu Quitapenas
Presumía de que su don era el verbo fácil e inteligente. Nadie sabía por donde saldría el Aquilino, siempre improvisando y siempre con una sonrisa en la boca y presto al regate dialéctico. Aquilino en su salsa se sentía un triunfador, salvo cuando una “aquilina” (en su jerga: chati, tia, pibón, chorba, chavala, chica, churri) le daba calabazas, que era casi siempre, con lo que su vida tendía a ser “normalita”.... pero con mucha, mucha emoción. No había día que casi triunfara y eso le animaba a continuar y regenerar su autoestima herida.
Su escasa o nula efectividad la atribuía a la madre naturaleza que se había esforzado en hacerlo bello y locuaz, y en compensación lo había hecho de complexión física “small”. Cuando alguna de sus aquilinas le preguntaba por su talón de Aquiles, él, tras mirar a ambos lados y bajando la voz, le confesaba que el talón lo tenía de hierro y su punto débil solo lo descubriría el amor de su vida a quién le entregaría su corazón, y remataba con un - ¿serás tu? – Quien más quien menos se sonreía y le seguía el juego, con lo que Aquilino redoblaba su empeño.
Así pasaron los años, y Aquilino el divino, se fue haciendo mayor, sin perder jamás su sonrisa, su verbo y su estrategia amorosa. Hace unas semanas me extrañó que no estuviese en su coto privado de caza y olimpo particular, y algunos parroquianos me indicaron que había sido el corazón.
Lamentablemente Aquilino no puede dar su versión de los hechos, como le hubiera gustado y con toda seguridad habría sido fantástica, no obstante y tras la impresión inicial, salí de la cafetería con una sonrisa en los labios y con la firme creencia en que al fin Aquilino lo había conseguido …....
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