LA IMPORTANCIA DEL FINAL
Estaban dos amigos de la infancia hablando tranquilamente en un café tomando un té, el segundo si contamos el de la comida que hacía poco terminaron de degustar en un restaurante cercano. La música chillout le daba un toque de distinción al antiguo y bien decorado local. Pepo había explicado a su amigo Nacho, excelente escritor de cuentos, lo que había sido de su vida desde que marchara a otra ciudad atraído por un puesto de trabajo que le iba como anillo al dedo. En poco tiempo se había convertido en un gran hombre de negocios.
-Bien, y así estoy actualmente, asunto que tocó, en negocio que se convierte y eso hace que mis cuentas corrientes engorden a muy buen ritmo. Creo que ya he hablado demasiado de mí, ahora te toca el turno a ti, excelente escritor.
-Eso de excelente escritor tendríamos que verlo.
-Pero si está demostrado, cada libro que sacas al mercado parece un ir acompañado de un gran número de ejemplares vendidos. Es como cuando dicen que los niños vienen con un pan debajo del brazo…
-Ayer precisamente hablé con mi editor…
-Y esta contentísimo contigo y con tus ventas ¿No es así?
-No me dijo eso exactamente…
-¡Vaya! Se te ha cambiado el semblante.
-¿Sabes que me dijo?
-Ni idea, dímelo tú.
-Dice que mis cuentos individualmente están bien, pero que en conjunto tienen un defecto.
-¡Ah si! ¿Cuál?
-Si, dice que todos terminan más o menos bien.
-¿Y que tiene eso de malo?
-Eso me digo yo. Historias reales que terminan mal las encontramos diariamente en las noticias. Además, cuesta lo mismo hacer un cuento que termine bien a uno que termine mal, y puestos a elegir, prefiero que al lector le quede un buen sabor de boca al terminar de leer cualquier texto.
-Interesante. Se me ocurre pensar en esas grandes producciones cinematográficas. Mucha gente va a ver dichas películas sabiendo que los protagonistas van a salir bien parados aunque los hagan sufrir un poco. A lo sumo de los buenos muere algún protagonista secundario…
-No lo sé. Que mi editor me dejase caer ese comentario como el que no quiere la cosa me ha dado que pensar, pero es que a los personajes que invento les cojo cariño y cargármelos sólo para que el cuento termine mal…
-Bueno, quizás no tengas que matar al protagonista, sino hacer que no le terminen de salir bien las cosas…
-Quizá, no lo sé, pensaré sobre el tema, pero lo más seguro es que intente hacer uno de esos cuentos. No sólo para contentar a mi editor, lo haré también para ponerme a prueba.
Continuaron hablando largo y tendido sobre éste y otros muchos temas de su interés hasta que llegó la hora de las despedidas.
Los dos amigos estrecharon fuertemente las manos y quedaron en verse más a menudo.
Pepo montó en su atractivo descapotable rojo que había aparcado en un parking cercano al restaurante y se dispuso a irse para su casa.
Nacho salió del café cabizbajo, iba ensimismado en sus pensamientos. La luz del día había empezado a ceder el protagonismo a la iluminación de las farolas que regalaban una amplia gama de diferentes tonos a cada cosa, lugar, persona. No vio venir al motorista que se saltó un stop por ir mirando el flamante deportivo rojo de Pepo.
Nacho recibió un fuerte impacto quedando su cuerpo tendido en el suelo. El motorista también terminó con sus huesos en el asfalto, pero al ver que la persona atropellada no se movía, rápidamente se montó en su moto y salió huyendo antes de que Pepo le tomase la matrícula. En ese momento lo único que le importaba era saber el estado de su amigo.
La sangre se escapaba del cuerpo de Nacho tiñendo el asfalto y haciendo juego con el color del deportivo. Pepo llamó nerviosamente por el móvil para dar parte del accidente.
-¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? Háblame. Dime algo, lo que quieras.
-Tienes una aspirina, creo que me duele un poco la cabeza.- dijo Nacho con un hilo de voz difícil de oír. Pepo respiró un poco más tranquilo.
Una ambulancia circulaba por la ciudad a gran velocidad llevando en su interior a Nacho, que se imaginaba a la sirena del vehículo como si fuese sacada de un cuento de esas que llevas en brazos hacía un mar en calma. Estaba perdiendo el conocimiento. Tras la ambulancia iba su amigo Pepo conduciendo automáticamente y también a gran velocidad por unas calles que ni miraba. Estaba muy preocupado porque Nacho había perdido mucha sangre y no quería perderlo ahora que se habían reencontrado después de no verse durante bastantes años.
Nacho pasó todo un día entero durmiendo.
En la mañana del siguiente día alguien entró en el hospital disfrazado de médico. Eligió al azar una víctima, que más daba cual, sólo sería el séptimo muerto. Tenía en jaque a la policía, pero para él era cómo un juego de niños. Primera víctima una puñalada, segunda víctima, dos puñaladas, tercera víctima…Y el gozo iba en aumento, no sólo porque no le pillaban, sino también por el placer de ir incrementando el número de puñaladas en la nueva víctima. Nacho oyó llegar a alguien e intentó abrir los ojos, no lo consiguió. Intentó entonces moverse, levantare de la cama, salir corriendo, pero no pudo mover ni un solo músculo. Se le acercaba y de golpe se sintió como de mantequilla. Un cuchillo se hundía en sus entrañas no una sino dos, tres, cuatro, cinco, seis…
-Buenos días señor, señor, su desayuno. Despiértese que después se le hará tarde para comer. Además tiene visita, un tal ¿Pepo? Vaya nombre más extraño ¿Le hago pasar? –Nacho se despertó sin acordarse del accidente. La cabeza le daba vueltas pero lo primero que hizo fue llevarse la mano derecha al estómago y le alivió descubrir que sólo había sido víctima de una pesadilla.-Señor ¿Hago pasar a su visita?
-Si, perdón, buenos días, si, hágalo pasar y disculpe, me duele la cabeza.
-Lógico señor, he oído decir que el golpe que recibió fue muy fuerte.
-¿Qué me pasó? No recuerdo nada.
-Casi acabó con su vida una moto de gran cilindrada.
-¿De quien fue la culpa?
-He oído decir que del motorista.
-¿También está herido?
-Se dio a la fuga ¿Hago pasar a su visita?
-Si, por favor, gracias.
-No se merecen, señor, hasta luego.
-Hasta luego.
-Buenos días Nacho ¿Cómo se encuentra mi escritor favorito? Te he traído una caja de bombones de licor, parece ser que resucitan hasta a los muertos.
-Pues entonces quizás me vayan bien, no los dejes muy lejos. Hablando de caja, casi creía que mis huesos iban a salir dentro de una. Bueno, bromas aparte, me encuentro como si me hubiesen dado una paliza.-Dijo Nacho haciendo múltiples esfuerzos -Además me acabo de despertar de una pesadilla.
-Cuenta, cuenta.
-Pues estaba siendo la séptima víctima de un asesino en serie, y sentía el sueño tan real que me pregunto sino seré un gato y que aún me queden cinco vidas.
-¿Cinco vidas?
-La moto no me mató ¿verdad?
-Ja, ja, ja, me gusta verte de buen humor, compañero. Anteayer me diste un buen susto, creía que tendría que ir al cementerio a llevarte flores.
-¿Anteayer?
-Sí, ayer vine pero estabas durmiendo. Me dijeron que era mejor dejarte descansar tranquilo.
-Pues no sé que decirte, quizás hubiese preferido hablar contigo antes de que me quitasen más vidas ¿Sabes? Ahora que lo pienso, es cómo si algún futuro protagonista de mis cuentos no quisiese verse inmiscuido en uno que termine mal y me hubiese venido a eliminar.
-¿A eliminar en sueños? Creo que te van a ir bien unos días de reposo. Tengo dudas, no sé si es que el golpe te ha afectado o que tienes demasiada imaginación.
-Tal vez un poco de ambas.-ja, ja, ja rieron los dos amigos.-Lo que si te puedo decir es que estoy dispuesto a hacer un cuento que termine mal.
-¿Ya tienes alguna idea? ¿O vas a escribir la pesadilla que has tenido?
-No, la pesadilla mejor la olvido lo antes posible. Intentaré escribir un cuento en el que el final impacte, pero no quiero ayudas de nadie, ni de nada, ni tan siquiera de mis pesadillas.
CUATRO MESES DESPUÉS
Pepo estaba ojeando el periódico cuando una pequeña noticia llamó poderosamente su atención:
El gran escritor de libros de cuentos Ignacio Ayala del Barrio será encontrado hoy muerto en su casa …No leyó ni una palabra más, dejó el periódico a un lado y llamó por teléfono a Nacho.
-Cógelo, Nacho, cógelo. Como estés muerto es que te mato, cógelo.
-Diga ¿Quién es?
-¡Mierda! pero si estás vivo.
-Ja, ja, ja, nunca me habían dado los buenos días de una forma tan divertida.
-No es ninguna broma, ¿has leído el periódico de hoy?
-¿Tú crees que me ha dado tiempo?
-Sales en una noticia…
-Ja, ja, ja ¿y eso es noticia? Soy famoso ¿Sabes? Supongo que anuncian que mi nuevo libro de cuentos sale mañana a la venta. Me gustaría ver la cara de alguno de mis lectores cuando lean que he cambiado el registro de alguno de mis cuentos. Se me han ocurrido unos finales…
-No, no es eso, anuncian tu muerte, y lo que me extraña es que la noticia dice que morirás hoy.
-¿Hoy?
-Si, hoy.
-Espera, no cuelgues, me llaman al interfono.
-No, no abras, puede ser un asesino.
-Pepo, despierta, que estamos en la vida real yujuuuu, despierta.
-Déjate de bromas, que el asunto me parece muy serio. Ahora mismo voy a llamar al periódico para saber de dónde ha salido esa noticia...
-Pero ¿No entiendo por qué le das tanta importancia? Estoy vivo.
-Porque el día de hoy termina mañana.
-¿Y? ¡Ah! Por cierto, era el cartero.
-¿Le has abierto?
-Claro.
-Me parece que me voy a tomar el día libre y te voy a hacer compañía. Me quedaré más tranquilo si estoy contigo.
-No digas tonterías. Mira, si quieres hacemos una cosa, ahora me dejas dormir, y te invito a cenar hoy a las once de la noche. Ya sabes que soy buen cocinero ¿de acuerdo? No te preocupes por mí y atiende a tus quehaceres diarios.
-¿Por qué quieres que me presente tan tarde?
-Por varios motivos. El primero, para que me dejes dormir, estoy muy cansado. Estos últimos días he dormido muy poco. Tenía que aprovechar que estaba inspirado para escribir. Segundo motivo, saldré a comprar los ingredientes que necesitaré para hacerte esa cena especial a la que te has hecho merecedor por preocuparte tanto por mí últimamente ¿No serás gay, verdad? Es broma. Tercer motivo, porque comeré tarde y porque la cena que haré es algo elaborada. Cuarto motivo…
-Mierda, ya vale de motivos, me importan un rábano los otros motivos, aún voy a llegar tarde al trabajo, que una cosa es que no vaya, y otra que llegue tarde. A las once me tendrás llamando al timbre de tu casa. Seré tan puntual cómo un reloj.
-Hasta luego entonces.
-Hasta luego.
Eran cerca de las diez de una calurosa noche de julio. Nacho estaba en la cocina, escuchando música a la vez que concentrado preparando la cena especial que le había prometido a su amigo.
Como Pepo, también leyó la muerte de Nacho en el periódico. Pensó, si voy a robar a un muerto, lo tendré más fácil que la última vez, además ya va siendo hora de que vuelva a dar un nuevo golpe. Hacía ya cuatro meses que salía de casa lo mínimo e imprescindible después del imprevisible accidente que tuvo con la moto. Quien le mandaría a aquél despistado individuo cruzársele en su camino. Aún no había reparado las magulladuras de su rápido y gran medio de transporte. Una moto tan bella como aquella, no merecía ese sacrilegio.
Se pasó casi todo el día para dar con la dirección del escritor, pero finalmente internet fue su chivato. El intruso aparcó la moto en la acera. Miró hacia la vivienda que quería asaltar viendo que las luces de la misma estaban encendidas. Pensó entonces que quizás hubiese alguien dentro, pero ahora no se iba a tirar atrás.
Nacho no se enteró que la puerta de su vivienda había sido forzada. Un sonido a su espalda llamó la atención pero al darse la vuelta sólo sintió un fuerte golpe que le dejó inconsciente.
Cuando volvió en sí fue para darse cuenta que estaba atado en su propia cama y que una mordaza rodeaba su boca. Instintivamente sus ojos buscaron el despertador que le anunció que eran las diez y media de la noche. Faltaba media hora para que su amigo hiciese acto de presencia. Oyó cómo alguien estaba abriendo y cerrando cajones y supuso que tirando sus cosas al suelo por los ruidos que llegaban hasta él. En ese momento oyó que los pasos se dirigían hacia la habitación Y Cerró los ojos.
“Mierda de tío, pensó el intruso, aún está inconsciente.”
Estuvo algún tiempo más buscando dinero y cosas de valor pero sin encontrar demasiado.
Nacho no separaba sus ojos del despertador. Nunca en su vida los segundos se habían estirado tanto, nunca los minutos se le habían vuelto tan perezosos. Eran las once menos diez cuando el individuo volvió a personarse en la habitación. Nacho, al oírle llegar volvió a cerrar los ojos, pero esta vez no le sirvió, el intruso le vació una jarra de agua fría por encima e instintivamente y sin quererlo, abrió los ojos.
-Venga tú, escritor de pacotilla, dime dónde guardas el dinero y las cosas de valor, que no tengo toda la noche.-Le dijo a la vez que le quitaba la mordaza de la boca.-
-En casa apenas tengo dinero, pero si quiere le puedo hacer un talón y mañana lo podrá cobrar en el banco sin problema.
-Vamos a ver ¿Me has mirado bien? ¿Tengo cara de gilipollas?-Dijo excitado sacando una pistola del bolsillo.-Mira, o me dices dónde tienes el dinero o te vuelo la tapa de los sesos ahora mismo, y no serías al primero que me cargo, o sea que habla ya o vas a callar para siempre, total, ya estás muerto.
-¿Ya estoy muerto? ¿Quien lo dice?
-El periódico, por lo tanto aunque te mate no lo habré hecho yo, pero deja de hacer tantas preguntas y dame respuestas ya. ¿Dónde coño tienes el dinero? –Preguntó apuntándole a la cabeza cuando sonó el timbre de la puerta.-Maldito hijo de perra ¿Esperas a alguien?
-¿A la policía? tal vez.-Contestó Nacho, no porque quisiera hacerlo, sino porque se le escapo decirlo. El timbre de la puerta volvió a sonar, pero de repente dejó de hacerlo. Pepo se dio cuenta entonces de que la puerta de la vivienda había sido forzada. Dirigió la vista hacia la ventana de la habitación de su amigo, ésta daba a una especie de patio, pero había una puerta de vidrio entre medio. La mente de Pepo iba a mil por hora, se acordó de nuevo del anuncio de la muerte de su amigo, eran las once y cinco.
“Nacho ha de sobrevivir a hoy para estar a salvo” pensó en voz baja. Miró hacia la puerta de vidrio, cogió carrerilla y la atravesó rompiéndola en miles de pequeños fragmentos. Se levantó del suelo y corrió hacia la ventana para ver como en ese preciso momento disparaban contra Nacho. Oyó dos impactos de bala. Saltó y rodó por la habitación, fue corriendo hacia la cocina siendo perseguido por el ladrón. Cogió una sartén que encontró encima del mármol y golpeó con ella la cabeza del intruso que cayó al suelo inconsciente. Su primer impulso fue querer llamar a la policía, pero desistió. Se dirigió de nuevo a la habitación para descubrir el cuerpo de su amigo sin vida. Le entró un ataque de nervios, lloró sobre él. La sangre de su propio cuerpo se le acumuló en la cabeza. Le vino a la mente que la pistola se había quedado en el suelo de la cocina. Fue en su busca. Yacía allí, al lado del agresor, no la cogió.
Buscó algo en los armarios, lo encontró, se enfundó los guantes y entonces sí, se agachó a cogerla, la empuño dirigiéndola hacia el cuerpo del intruso. Disparó tres veces gritando: “muere maldito asesino” Arrastró entonces el cuerpo del que empezaba a salir sangre hasta la habitación de su amigo. Lo dejó allí, en el suelo. Puso entonces la pistola en las manos flácidas y sin vida de Nacho. Lo quería dejar todo como si él no hubiese estado nunca allí. Se miró los guantes, no se habían manchado de sangre, se dirigió de nuevo a la cocina para dejarlos en su sitio. Mientras, en la habitación, la pistola resbaló de las manos del escritor yendo a caer cerca del ladrón, que al entender lo que pasaba alargó con mucho esfuerzo el brazo, la mano, rió al sentirla. Pepo se dirigió a la habitación para dar el último vistazo antes de irse y le sorprendió que le recibiera silbando una bala, y que además encontrara alojamiento en su corazón en pleno julio. Cayó muerto al suelo.
Al poco sonó el teléfono, ya nadie respiraba en aquella casa. Los vecinos escuchaban sirenas, la policía estaba al caer.
-¡Vaya el contestador! Maldito cacharro. Bribón, a saber que estás haciendo en la calle a estas horas de la noche. Bueno, no importa, llamo para recordarte que mañana tenemos una cita. Te recuerdo que mañana sale tu libro a la venta y que tenemos muchas esperanzas de verlo entre los números uno de ventas. Me lo he vuelto a leer, y genial, me han encantado sobre todo los cuentos que terminan mal.
Sin duda sorprenderás a tus lectores asiduos.
Por cierto, se me olvidó decirte que se nos ocurrió una nueva fórmula para vender el libro; en el periódico de hoy ha salido la noticia de que has muerto, pero no te asustes, ocupa poco espacio, mañana lo desmentiremos, diremos que es una errata y a la vez anunciaremos tu nuevo libro ¿Qué te parece la idea? Dará que hablar, ya lo verás. Bueno, espero que te lo estés pasando bien.
Hasta mañana entonces, campeón.
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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ
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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ
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