A lo largo del camino en el hilo que dejan
los bueyes de mis lágrimas,
mi boca ha sonreído en mueca de contento
al observar las amapolas.
Me he acercado a Dios más cerca de lo posible
y al infierno más de lo tolerable;
he conversado con pájaros alucinados.
Abierto todas las puertas y cerrado otras;
en bordes de coníferas bosques temerarios me llevaron
por laberintos de confusión y pena.
Hados que tomaron mi cuerpo como arcos para lanzar
flechas en heridas dolorosas de espanto y angustias.
Perdí mi nombre durante la noche y recuperé
las tardes a los bordes del río.
Se me llenaron los ojos de ternura al oler almendros en flor,
Compuse cantos de agua,
versos de fangos nombrando al hombre.
Hundí mi cuchillo en el pecado,
venciendo al hambre y la sed.
Comí sólo el verso en la inspiración bendita.
De mis labios manó agua purísima y fuego candente.
Bailé las primaveras en la campiña
en comunión con las cigarras.
Con quienes resucitó la fe prendida
de los pies descalzos y rebeldes,
de las manos en cuencos divinos de entrega
en el arrojo a los hombres necios
de maravillas.
Estoy en Paz y porque bailo con la cuerda que me azota
la carne que cae a pedazos como astros violetas
de sangre consagrada.
Texto agregado el 26-05-2007, y leído por 139
visitantes. (2 votos)
Lectores Opinan
27-05-2007
La composición es excelente; vuelve aún más interesante la historia. sereira
26-05-2007
Hermosísimo, es como una historia en versos, precioso, me deleité leyendo. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
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