Just like a muse to me
you are a mistery
Estaba terminando mi oración cotidiana, la previa al sueño, la que me hace dormir en paz y maldecir mi pecado, la que deshace en cenizas (en polvo) la maldad inherente, o la por defecto social; da lo mismo, era mi hábito. Justo después del último cigarro, apagar el televisor, ir al baño, lavarme los dientes, revolver el enjuague, aplicarme el exfoliante y la crema de noche, masturbarme, lavarme las manos, ir a mi pieza, cerrar las cortinas, vigilar las paredes en busca de insectos (zancudos, sobre todo), cambiarme de ropa. Una vez que finalizaba tenía la certeza de que dormiría bienaventuradamente. Sin embargo, esta vez, antes de acostarme, permití darme un gustillo y pedí más que por mi salud, mi trabajo y mi amor. Últimamente mi mano andaba floja y mi pluma desteñida, los papeles todos ya estaban rayados y mi imaginación andaba televisada. No podía escribir nada. Le pedí a Dios por inspiración.
Dije amén.
Acercándome ya a los tentáculos inmorales del inconsciente de repente sentí un insinuante golpe en la puerta de mi loft. ¿Quién será a esta hora? – me pregunté. Me quedé consternado arrumado entre mis sábanas esperando por el ruido concreto. Ya no se oía nada. Quizás alguien de había equivocado de piso, o de puerta, o de día – pensé. Empero, cuando me convencía de que nada pasaba y volvía a acomodarme para dormir, sentí nuevamente el rasguño en mi puerta. Era mi imaginación, y nada más, dije en voz alta. Y cuando mi temor finalmente se desvanecía, el ruidito por tercera vez perturbó mis sentidos. Esta había sido la vez en que la paciencia se debe agotar y en que la curiosidad exige la hegemonía. Mi habitación estaba solamente iluminada por la luna en llamas que desde el exterior frío alumbraba el interior. Me acogí a aquella luz y gatunamente me dirigí hacia la puerta. No sin algo de miedo llegué hasta ella y la abrí. Me asomé pero no distinguí nada. El pasillo largo se extendía hacia la izquierda y hacia la derecha vacío. Cerré la puerta, y al hacerlo, tropecé con un sobre, una carta, que se hallaba en el piso. Supe entonces que alguien verdaderamente había estado afuera de mi puerta, y había introducido por debajo de ella este enigmático papel. Sin mediaciones corrí hacia mi escritorio, el que estaba delante de la chimenea, y con sumo cuidado comencé a abrir el sobre. Lo hice con una mascarilla y guantes puestos, por supuesto, en caso de que se tratara de un atentado con ántrax o algo por el estilo; pero no, el procedimiento había sido exagerado. Solamente se trataba de un delicado papel, una hoja, en blanco. No había nada escrito, ni siquiera con tinta invisible (pues me encargué de verificarlo). Quizás el destinatario se había equivocado de dirección, y este mensaje no era mío.
En fin, la ilusión de una aventura nocturna se había esfumado como el cigarro que acababa de fumar. Frustrado y desesperadamente traicionado me retiré a mi cama. Sin embargo, no podía dormir. Estaba intrigado. ¿Cómo podría eventualmente dormir con esa hoja estando allí? No podía dejar de observarla, de contemplar su desconocido mensaje, aquellas cavidades oscuras que me sugerían y seducían; esa blancura externa que me desafiaba a explorarla, a recorrerla en la búsqueda de su secreto, de la flor que guardaba solo para mí. Éramos ella y yo, únicamente los dos, solos. Ella creía que no sabía quien era ella, que era un tonto. Se reía. Ja ja ja ja – la muy pícara bestia. Me guiñó un ojo. ¡La muy hoja me guiñó un ojo!
Me levanté raudamente y sin sigilo ni intención más que mi pretensión corrí hacia ella. La tomé por una punta y lentamente, muy lentamente, lentísimamente me dediqué a saborearla y quitarle el disfraz. Era tan exquisitamente suave.
Fumé otro cigarro.
Una vez acabado, cansada me reveló su mensaje. Ella era la respuesta a mi imploración a Dios. Ella era mi inspiración, y también mi canal: sobre ella debía escribirme. Saltamos juntos hasta la máquina y con cuidado la deposité sobre la bandeja. Mi Señor me había dado esta máquina y manos, y ahora papel, y lo más importante: una historia para contar.
Sin meditarlo comencé a teclear y a plasmar esta mismísima historia, sin omitir detalles ni dramatizar la situación. Antes de dormir, él le pidió a Dios por inspiración. Cuando estaba a punto de atravesar el umbral del sueño un golpe perturbó su descanso. Afuera de su puerta alguien tocaba tímidamente. Ante el ruido nuestro protagonista temió. Se rodeó con sus sábanas y esperó. Nada escuchó nuevamente y se dispuso a dormir, cuando repentinamente el mismo sonido, aún más certero, volvió a despertarlo. Temeroso otra vez aguardó un instante. Nada. Silencio. Acusó a su imaginación de jugarle aquellas bromas de tan mal humor y prometió que por la mañana conversarían seriamente con el psicólogo sobre el asunto. Sin embargo, no había todavía terminado de meditarlo cuando el ruido por tercera vez se entrometía en sus pensamientos. El caballero apremió el paso hasta su puerta y la abrió. I must know what’s happening – dijo. Mas al aparecer el pasillo ante su vista nada extraño vio. Sus sentidos parecían estar alterados y habían errado su impresión. Cerró la puerta y al devolverse se encontró con una carta que había sido depositada en su piso por entre la ranura existente entre la puerta y el suelo. No lo dudó más y supo que alguien había estado afuera, golpeando y rasguñando. Se heló su sangre y procedió a abrirla. Pálpitos emergían de su corazón, abruptos como las olas de un mar enojado. Abrió el papel que venía dentro del sobre; no había nada escrito, ninguna sola letra. Le pareció ininteligible la señal. What does this mean? - Titubeó un instante. Guardó la hoja en su envase y marchó hacia su cama. No obstante, la curiosidad amenazó su tranquilidad, le dijo que moriría y agonizaría feo si no volvía a aquel sobre. El impulso de Ricardo contrajo vacilaciones y paranoia, vio que el papel le hablaba, lo llamaba, le jalaba las orejas y ya no pudo aguantar más. Lo abrazó y desequilibrado como estaba le hizo cosas obscenas al papel. Shity paper, I’m gonna fuck you so hard… you’re gonna beg me to stop, but I’d be mad, I’d be an idiot if I do it – Y rió tan macabramente que me asusté.
Después de tal incidente, y más relajado, llevó la hoja hasta su escritorio, y sabiendo muy bien qué es lo que debía hacer comenzó a narrar esta historia.
Estaba acostado, acababa de terminar mi oración; había pedido a Dios por inspiración para mi escritura, pues tiempo hacía desde que no escribía. Me encontraba insatisfecho, apenado, desfalleciendo, mi talento pudriéndose sentía desde hacía un tiempo – said our character, whose name was Richard – Oh, ¿qué sonido es aquel que siento tras mi puerta? Me siento temeroso de acudir a él. He de permanecer en mi cama, en mi loft, y no acercarme; podría ser la tentación en su búsqueda nocturna de pobladores del mismo Infierno. Espera… el sonido ha cesado. Creo que puedo volver a dormir – And as soon as he was falling asleep, the noise returned once again – Oh no, es el Diablo nuevamente. ¡Retrocede, vete, yo no te quiero ver! Pero espera… el sonido ha cesado. Debe de ser mi imaginación, fabulosa como siempre y que hoy, en esta noche infame, juega conmigo y desorienta mis sentidos. Mejor volver al sueño he de, ya no tiene ningún sentido permanecer en vela – said Richard, when suddenly for the third time he felt the sinister sound outside. Ya no puedo reprimirlo, mi deseo supera mi voluntad; me dirijo, así es, hacia la puerta. La abro, miro alrededor y no veo nada. Solamente los pasillos que se explayan cada uno a su lado, tenebrosos a esta hora de la noche, amparándose en la oscuridad para extenderse hasta los horizontes funestos que esperan a quienes osan servir al dueño de la sombra. Mejor cerrar la puerta es y olvidar este asunto. Pero, ¿qué es esto que sobre lo cual mis pies andan? Es una carta, un sobre que alguien ha dejado sobre el piso. Mejor abrirlo he; puede ser algo urgente. Mas nada hay en este papel… está vacío de contenido. ¡O quizás ha sido aquel sombrío ser quien lo ha escrito con la tinta pecada de su misma mano que es su sangre! La soltaré y no la volveré a ver… nunca más, hasta que la luz del día purifique su maldad, y su mensaje sea exorcizado – and he went back to his bed. But he couldn’t sleep: Esta fuerza es demasiado poderosa, me es inevitable… ¡Dios ayúdame! ¿Cómo? ¿Deseas que vuelva a ella? ¿Y que será de mi? Sí… he de confiar en ti. Nos volvemos a encontrar hoja, papel inhóspito. Proveniente de la maldad eres, pero yo te purificaré. Ooh sí… como te purificaré. Te purificaré, te expurgaré, te depuraré, te purificaré, purificaré, te-puri–fica-ré… pu-ri-fi-ca-ré… - Oh yes, how good he purified it… he was just excellent. Ahora ya sé por qué has llegado hacia mi hogar. Mandada por el demonio y purificada en el nombre de Dios, eres una virgen cuyo santo hijo tú y yo tendremos. Una intensidad dentro de mí, una inspiración divina me acosa y pide la expulsión de mí mismo en ti. Las corrientes heterogéneas que, cada una por su lado, seguían su flujo han roto su hermetismo conceptual, se han interpelado, se han ofendido y han salido a cruzarse. El producto nuevemesino de nuestra interacción es la corriente remota que ya asoma por la cordillera, irradiando fuerza y verdad sobre nuestras cabezas, es la luz subrepticia que nace desde tu secreto. Espléndida sea la musa celestial que, como yo a ti, me fecunda a mí mil veces y engendra la luz nueva de cada día mío. Esta historia debe ser narrada, para que el mundo todo la conozca y libere de sus cárceles a quienes no saben de mi Dios, y he de escribirla inmediatamente – He was starting to begin the writing of his story, when from nowhere a lightning shadow appeard flying above his head.
Y sobre su cabeza volando apareció una sombra luminosa de la nada cuando empezaba a escribir su historia.
- ¿Quién eres tú, luz novedosa que apareces de la nada, vuelas sobre mi cabeza y ahora te paras sobre mi busto de Palas?
Efectivamente la luz se había detenido allí y ahora se metamorfoseaba en una figura humana que había dejado a Ricardo hipnotizado: era una mujer.
- Yo soy a quien llamaste, la mujer que sufrir te hace y dormir prohíbe: yo soy tu musa.
- ¿Eres tú mi musa?
- Ajá – said the muse.
- ¿Tú me mandaste este papel?
- ¿Sobre el que estás escribiendo? Sí, esa fui yo.
Ricardo estaba atónito y consternado, deslumbrado por la figura que tenía delante de él. Es decir, era inimaginable una aparición como esta. Era increíble, literalmente increíble. Una vestimenta completamente inapropiada, ojos saltones, pie plano, una pierna más corta que la otra, deformación del tabique nasal, pómulos operados y arrugas por doquier, incluso en aquellos lugares en que uno pensaría que la naturaleza no lo permitiría. Era una caricatura de musa, una musa que no hacía ningún sentido, a la que se le fue el tren y que mandaron a la mesa de las feas.
- Pero tú no puedes ser mi musa… es decir, nadie con un poco de criterio puede vestirse así. ¡Pantalones blancos a la cintura, camisa dentro de los pantalones, rayada, y sandalias baratas! ¡Puedo ver tus calcetines!
- ¿Qué estás diciendo? ¿Criticando mi sentido estético? Discúlpame pero esta es la última moda, la moda del futuro.
- Ejem, ejem… por supuesto que sí. (Zoom to her face) Y qué pasa con ese pelo: chasquilla de los ochenta y rubia (obviamente falsificada). Los ojos súper pintados, delineador negro azabache y… ¿qué es eso? ¿sombra calipso?... y tus labios… ese color es de puta.
- ¡Qué! Oh perdóneme su señoría mandandirumdirumdán.
- ¿Cuántos panes hay en el horno?
- El que se ríe se va al cuartel.
- ¡Perro judío!
- La que te parió.
- (Levantando el dedo del medio e introduciéndoselo en su boca y luego en su oreja).
- (Corriendo por la sala) La la la la la la…
- Lero lero lero lero…
- (Va a su cocina, toma unos tomates y se los lanza).
- (Los recibe como flores).
- (Va por una manguera y comienza a dispararle agua. Arruina su maquillaje).
- ¡Mis ojos, mis ojos! ¡Mi pelo! ¡Se derriten! – exclaimed the muse.
- Jo jo jo
Enseguida, furiosa como estaba la musa, se bajó los pantalones y orinó, se meó sobre mi busto de Palas. Las gotas lo recorrieron hasta saltar al piso. Los vidrios se empañaron y un vapor asqueroso inundó el lugar… era como niebla; podía sentir la humedad. Una risa maliciosa quebrándose sobre el busto y una estela de luz desapareciendo. Me ahogué un segundo y comencé a vomitar hasta que la garganta se irritó. Una bilis ácida como un hilo atravesaba mi boca. Alcancé la ventana y la abrí. El aire extranjero limpió la porquería, pero continúo sintiendo ese olor a amoníaco. Ha fumigado, perfumado, desinfectado, desmitificado, pero el olor se mantiene. Volverá a oler bien… nunca más. Y no puedo sacar el busto, pues mis manos son muy pequeñitas.
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