Luna sin su espejo,
reflejo del Sol salido,
estrellas apagadas;
el cielo huele a muerte.
Aire claro y no miro
ni sus vidas ni su suerte
pues mi pena desgarrada
hace ver al cielo inerte.

Marchitándose va la gente
no queriéndose salvar
ni por espíritu ni por la mente
sin razón, filosofía o pensar.

Y continúo viendo cómo este barco querido, amado y mío se hunde
Los dioses del Olimpo ya nada pueden hacen, hoy todo se confunde
y ya no quedan plazas públicas donde pueda gritar: ¡aún se puede hacer algo!
La sabiduría se ha cansado, las personas la han matado.
Yo no logro continuar viendo la zozobra de mi mundo
prefiero abrazar a Tánatos.