Soñé que era otoño y te podía hablar en persona. Soñé que aquel día estaba percudido, como dice una amiga, y que las nubes anunciaban unos tenues chubascos. Te vi sonreír al mismo tiempo que tomabas mi mano y me enseñabas tu ciudad. Íbamos paseando por Barcelona. “T’estimo” te alcancé a decir antes que me viera rodeada de muchos libros de tapa ricamente empastada. ¿Una biblioteca? … hice una pregunta emulando un antiguo juego romano y cogí un libro al azar: ‘Ven, viaja conmigo….’
Sentí frío, miré hacia donde provenía la corriente de aire y pude notar cómo el Sol se ocultaba entre un frondoso bosque rojizo. Matices de ensueño, pensé.
Cerré la ventana y, al devolverme, percibí un suave susurro en mi oído. Miedo, no había nadie; la biblioteca seguía igual de arcaica y llena de estantes de numerosos libros que, al parecer, en años nadie los ha abierto. Estaba sola, caminé lento oyendo los sonidos de mis propios pasos. Oscurecía y la luz diurna apenas alcanzaba a iluminar toda la estancia. ‘Buenas tardes’, me dijo un señor como de cincuenta y tantos años vestido como un noble del siglo antepasado. ‘No muchos vienen por aquí, ¿buscas algo en especial’?
Tenía unos lentes cautivadores, pinta de un ratón de biblioteca y, no es para menos, pronto descubriría que él era dueño y vivía allí. ‘¿buscas información sobre la muerte, sobre el arte, sobre Dios…? Aquí está todo el conocimiento del universo’
Lo miré perplejo y, a modo de excusa, le dije: ‘Busco inspiración’
‘buen tema, buen tema…’ respondió sonriendo. Me dijo que lo esperara, que iba a buscar lo que yo necesitaba. Me quedé observando el lugar… ¿qué hacía allí si estaba en Barcelona con…
‘Mira, acércate’- el bibliotecario me enseñó dos cartas; una, un as de corazón y la otra un as de pica. ‘¿cuál prefieres?’
‘Pero dígame algo, ¿qué significan cada una?’- contesté, como de costumbre, ofuscada.
‘Los dos clásicos temas son el Amor y la Muerte, Eros y Tánatos. El As de corazón es la muerte y la de pica, el amor’- de soslayo miré hacia la ventana y noté que ya era de noche.
Ya no importaba cuál eligiera, debía irme. Deseé correr pero algo me detuvo, tenía que escoger una de las dos o me quedaría para siempre… pero, detente. Me quedaría con todo el conocimiento del mundo, tendría lo que Fausto deseó. Si escojo la muerte, pues, no es muy recomendable y si opto por el amor, también acabaré muriendo… ¿no eso significaba las cartas? Si me quedo sola con todo este conocimiento… ¿qué haré con él si no lo podré compartir?... pero, no quiero morir. No obstante deseo salir de aquí. Rompí en lágrimas. ‘¡Ayúdame!’ grité tratando que mi grito traspasara mis sueños, viajara por el mundo y llegara a aquella persona.
De pronto me di cuenta que mis ropas estaban empapadas, mi abrigo rojo oscuro, mi sombrero del mismo color, estaba en la misma situación que los perros que se estaban refugiando bajo las cornisas de algún edificio del casco antiguo de la ciudad. La llovizna disminuía y yo solo sentía el abrazo de aquella persona.
‘¿está bien shofy?’, dijo mirándome por primera vez.
‘sí… ‘ le mentí.

Desde el cielo calló un as de pica que se mezcló son decenas de hojas marchitas que cayeron a nuestros pies.

‘¿qué extraño?’ dijo tomándome del brazo y conduciéndome por aquellas eternas calles desconocidas para mí. Y, sin querer, desperté de aquel sueño de otoño. Desperté escuchando su voz… ¡que torpe soy! … dejé encendido mi mp3 con tus grabaciones.