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LA ZANJA Y EL RÍO



En uno de los bancos de piedra con forma de gran herradura que vestían la coqueta plaza del pueblo, tres ancianos se explicaban sus vidas tras años de no verse.
Al rato la conversación derivó a los recuerdos compartidos.

-¿Os acordáis del día del manzano? – Preguntó Genaro a los otros dos sonriendo.
-Cómo no me voy a acordar. Me convencisteis para coger unas cuantas manzanas del huerto del párroco, el tío con más mala leche del pueblo, y en cuanto estuve encaramado en lo más alto del árbol empezasteis a gritar: ¡Al ladrón! ¡Al ladrón de manzanas!
Lo que corrimos aquél día para saltar el muro y ahorrarnos unos cuantos coscorrones de su bastón – Contó Armando mientras sus dos compañeros reían a carcajada limpia alegrando la mañana de aquél bonito domingo.
-Y en el colegio ¿Os acordáis del día que pusimos un cordel atado de árbol a árbol y cuando pasaba alguien despistado lo subíamos y se daba de narices? - Preguntó Eladio.
- Si, si, cómo nos reímos aquel día.
- Genaro ¿Sabes de lo que me acuerdo? Ja, ja, ja, del día que viniste con la cara marcada. Se veía claramente la hostia que te había dado tu padre, hasta se podían contar los cinco dedos.
- Sí, me acuerdo perfectamente. Me disfracé de gente de ciudad para comprarle una de las vacas que había puesto en venta…ja, ja, ja, no me reconoció. Ya sellábamos el trato con un apretón de manos, fue entonces cuando no pude aguantar la risa y…Creo que aún me duele…
- Aquellos si que eran buenos tiempos. Cada día era una fiesta, un juego, un vivir la vida…- Iba diciendo Armando.- Me lo pasaba pipa jugando al escondite, o a policías y ladrones, o en verano con las pistolas y las escopetas de agua…

Escopetas fue la palabra clave para que Eladio y Genaro de repente entristecieran sus semblantes. Sus mentes se sumergieron en otra clase de recuerdos…

….Cabo García, haga que todos los prisioneros caven una profunda zanja junto a la parte del muro pintado de blanco, después me los lleva al otro lado ¿Lo ha entendido?
-Si mi sargento.-Contestó el Cabo.
-Entonces ¿Se puede saber que está esperando?
-Nada mi sargento, a sus órdenes mi sargento.- Eladio García dio a sus hombres la orden recibida, ellos fueron los encargados de hacer que los prisioneros cavasen una larga zanja mientras él empezaba a llorar interiormente por la vida de aquellos desconocidos.
Por la tarde.
-Veamos…Tú, tú, tú…-El sargento nombró personalmente a los hombres que compondrían el pelotón de fusilamiento.-Cabo, póngame a los prisioneros en grupos de siete y que vayan pasando por el paredón. Tú, tú, tú…-y así hasta catorce hombres nombró el sargento encargados de llevar a los fusilados a la otra parte del muro, a la zanja.
Los disparos alcanzaban a hombres indefensos que morían sin entender los beneficios que sus muertes supondrían para el enemigo. Una vez todos los cuerpos de los soldados muertos se encontraban en la zanja, el sargento disparó contra cadáveres indefensos.

A primera hora del día siguiente:

-Mi sargento hemos cogido prisioneros a seis soldados más, nos estaban espiando ¿qué hacemos con ellos?
-¿Dónde los tienen?
-Al lado de los árboles, mi sargento.
- Dígale al cabo García que he dicho que se les registre por si llevan pequeñas armas y que me los lleve al paredón, no nos sobra la comida y aún queda sitio en la zanja.
- A sus órdenes mi sargento.


-Cabo García el sargento ha dado la orden que registren y lleven a estos prisioneros al paredón.
-¿El sargento ya sabe que son seis los apresados?
-Sí, señor. Se lo acabamos de comunicar, señor.
-De acuerdo, retírese.- Dijo Eladio algo nervioso después de conocer a uno de los soldados prisioneros.
-A sus órdenes, señor.

-Genaro ¿Qué haces aquí? – Dijo Eladio separándolo del resto de los prisioneros.- Ustedes cuídense de esos hombres.
-Pues ya ves, defendiendo uno de los dos bandos, las guerras tienen eso…
-Maldita guerra civil. Nos reclutaron sin preguntarnos ni a qué bando queríamos defender, y ahora…Me acaban de dar órdenes que no puedo eludir, os van a fusilar.
-¿Serás capaz de dejarme morir fusilado? Después de todo lo que hemos compartido…
-No tengo más remedio, la guerra es la guerra.
-La guerra es la guerra, ¿Y la amistad? ¿No está por encima de cualquier guerra?
-Tienes razón, pensaré en algo.
-¿Puedo confiar en ti, Eladio?
-Haré lo que pueda, Genaro, vuelve con los otros que no es conveniente que nos vean hablar.

Eladio reunió a algunos de sus hombres de confianza y les explicó que no tenía intención de llevar al paredón a nadie más. En minutos idearon un plan para poderlos salvar.

En cuanto diga el Sargento: ¡Fuego! os dejáis caer al suelo simulando haber muerto.

Detrás del paredón de fusilamiento, junto a la zanja seis hombres estaban dispuestos a disparar contra un muro desnudo, mientras al otro lado seis soldados esperaban la orden del Sargento para hacer ver que fusilaban a seis seres indefensos. Algo salió mal.
Por los nervios uno de los soldados justo un poco antes de la orden de FUEGO se dejó caer simulando su muerte.

No fueron seis los disparos, sino siete, una bala alcanzó el corazón del sargento que preguntándose qué había pasado, la vida se le escapaba.

Nadie culpó al soldado que mató al sargento. Esa muerte quizás salvaría muchas vidas de gente inocente.

El cabo García quedaba ahora como oficial al mando de cincuenta hombres.

-Muchas gracias, Eladio, muchas gracias ¿Cuánto tiempo hace que no os laváis? ¿Qué tal si vamos al río que hay cerca de aquí? ¿Te acuerdas? La de veces que nos hemos bañado en él.
-De acuerdo Genaro, de acuerdo, nos vamos al río, que buena falta nos hace.
- y si después nos dejas libres te dejamos que nos acompañes al pueblo para que puedas ver a tus padres. Lo contentos que se pondrán, aunque tendrás que vestir nuestro uniforme, que allí todos son de los nuestros ¿Qué me dices? ¿Qué me dices? ¿Hay trato?
-Me encantaría ver a mis padres. De acuerdo Genaro, hay trato.-Dijo el cabo García mientras le tendía la mano a su amigo para después darse un fuerte abrazo.

Cincuenta y siete hombres se bañaban en el río sin que su piel desnuda entendiese de diferentes bandos. Los bordes del río guardaban mojados uniformes tendidos al sol.
El día transcurría tranquilo. A media tarde y vistiendo el uniforme del enemigo Eladio se despidió de sus hombres diciéndoles que al día siguiente se reuniría con ellos. No habían dado ni cien pasos cuando a sus espaldas oyeron muchos disparos. ¡¡Noooooooo!! Cincuenta cuerpos de soldados recién salidos del río yacían tumbados. Su sangre teñía las aguas de rojo.

-No vayas, Eladio, para esos soldados ya es tarde…
-No lo entiendes, no eran soldados, eran; panaderos, herreros, carpinteros, gente de campo…Amigos, hermanos, primos, hijos…-Dijo Eladio mientras retrocedía para saber si aún quedaba alguien con vida.
-Tú lo has dicho, eran.

-Mi, mi, cabo.- Oyó que le llamaban con dificultad. Eladio se aproximó al muchacho-. Me podía haber ahorrado el mal trago de matar a un hombre, aunque ese hombre fuese el sargento, hubiese muerto igualmente en el río…
-No muchacho, hiciste bien, salvaste seis vidas.-Le dijo Eladio teniendo entre sus manos la del joven soldado.-Hiciste bien.- El muchacho murió con una sonrisa en los labios.
-Eladio, todos están muertos, vayámonos, aquí tu vida corre peligro.
-¿Te das cuenta Genaro? Si ese muchacho no llega a matar al sargento, todos ellos estarían vivos y vosotros estaríais muertos.
-No te tortures, Eladio, tal vez nosotros estaríamos muertos, pero todos vosotros también, os estaban siguiendo desde hacía días…


…Eladio, Genaro ¿Qué os pasa? De repente los dos os habéis puesto tan serios…

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Quiero dar las gracias por el pulido del texto a:
CLARALUZ

Texto agregado el 25-05-2007, y leído por 111 visitantes. (0 votos)


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