Me encuentro en medio de una vasta llanura en la que un mar de dorado trigo forma indefinidas olas moldeadas por un arremolinado viento. Un vendaval sin dirección alguna que me despeina bruscamente y me airea de tal manera que aún estando inmóvil me siento más libre que el más majestuoso de los halcones que haya lejos, en las rocosas montañas, vigilan el hondo valle. Las nubes se desplazan a una velocidad abrumadora dejando entrever en periodos de tiempo sumamente corto uno rayos de sol que aprovechan la mínima para cegarme cariñosamente. La verdad que es demasiado surrealista, todo ocurre demasiado deprisa sin ocurrir nada.
Entre las indefinidas espigas creo ver una mancha blanca, un punto inmaculado que se acerca hacía mí a la a la misma velocidad en que la naturaleza actúa en mi entorno y no puedo reaccionar, soy demasiado lento. Ahora lo distingo, es un conejo. Un conejo más resplandeciente que la más pálida nieve y que ahora, inocente, me mira con sus ojos de carbón. Lo veo tan pequeño, tan solo… un pequeño punto en medio de la nada. No se porque, pero me veo reflejado en él.
Se que esto es un sueño, tiene que serlo. Ahora me explico la velocidad extrema de todo a mi alrededor, ahora se porque no recuerdo haber venido hasta aquí. Pero, ¿que significa todo esto? Porque, tendrá un significado ¿no?, Tiene que tenerlo. Solo se que ahora que me voy a despertar, escaparé de este mundo en el que, a pesar de esa sensación de infinita libertad, me siento tan pequeño y tan insignificante cara al mundo.
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