“¿Que se necesita para morir?”
“Señores, Señoras, invitados y público en general, como moderador de esta mesa me permito anunciar que el XXIV congreso de Literatura Latinoamericana se declara oficialmente abierto. En esta ocasión hemos decidido comenzar las conferencias, platicas, exposiciones y demás, con la premiación del Décimo Tercer Concurso Iberoamericano de cuento y novela corta “Ramón Rubín” He de remarcar con algo de emoción para ser sincero, que este concurso nunca antes había sido ganado por un mexicano y que desde hace ya tantos años, grandes escritores han sido representantes en esta contienda por el primer premio. ¡Que orgullo y felicidad que sea un mexicano quien obtenga tal reconocimiento frente a toda Latinoamérica y España! ¡Es México cuna de grandes poetas y escritores! (Larga ovación, aplausos y gritos en todo el auditorio) Con esto en mente hemos decidido hacer un especial hincapié en la premiación de nuestro escritor, amigo y ahora por supuesto colaborador, el Señor Martín Alberto Flores Galarza. Con su novela corta “¿Qué se necesita para morir?” ganó el primer premio y el fallo fue unánime. ¡Felicidades al escritor! (más aplausos en el lugar)
En unos minutos más se unirá a este panel para que, de forma personal y sin distancia entre el genio y sus lectores, nos platique y relate un poco más del proceso creativo de esta gran novela, que yo, como seguramente todos los presentes, esperamos impacientemente leer en unos días más. Debo subrayar que el jurado que decide quien es el ganador del primer premio nos ha mandado una carta desde España –donde se hace lectura de todos las novelas concursantes- en la que, por primera vez en la historia de este concurso, hace referencia al juicio unánime del jurado que asegura a esta novela como un futuro Premio Nóbel. Es sin duda un gran día para la literatura nacional, para la historia del país como constante patrocinador del talento mexicano en las letras. Hace unos momentos, antes de subir al estrado y compartiéndoles un secreto, el Sr. Flores Galarza ha firmado como Presidente Honorario de la “Sociedad Nacional de Escritores y Literatos de México” (una gran ovación que duró más de 5 minutos cimbró el recinto) Gracias, gracias. Nosotros también estamos igual de emocionados que ustedes. Nos hemos preocupado siempre de difundir el talento mexicano y estos, son los resultados...
El espíritu creativo del mexicano ha sido siempre un reflejo de la gran alma que nos une como país, como cultura e historia. Lo hemos demostrado tantas veces en tan diversas formas que no es de sorprender que todo el mundo de las letras ahora tenga sus ojos puestos en nuestras escuelas, universidades y revistas de literatura. Es un gozo y una satisfacción, más que un deber, el apoyar a gente que tiene talento y lo explota. Gente que no tiene límites, que no duda nunca en alcanzar una meta, gente como es tan evidente en este caso, “nuestro” Martín Flores Galarza. Se le ha becado para que continúe su producción en letras y para que sirva de ejemplo a todos aquellos que aún dudan del seguimiento y soporte que la Sociedad concede y brinda sin distinción a todos los que quieren de la literatura, hacer una vida y una verdadera vocación y no un negocio lucrativo de ideas sin sustento, una vendimia de poses de éxito y universalismo sin calidad (risas en todo el lugar por referencia al escritor Carlos Fontanas y sus recientes comentarios acerca del presidente de la Unión Americana, donde el miedo a una fuerte crítica lo llevó sólo a decir palabras frías en contra de ese pueblo tan odiado por los mexicanos y el mundo. Después de esa entrevista las ventas de sus libros bajaron del 80 al 10 % Vive ahora por supuesto en Inglaterra, donde rodeado de tanto inglés, piensa que el mundo es plano como su mente)
La vida con pureza y amor al arte tiene un precio, un sacrificio y un gozo que acompaña a la tenacidad y a la lucha cotidiana de traducir el mundo en tinta. Sólo así el hombre graba en la memoria del Hombre su nombre para que la historia le ofrezca un pedestal y lo consagre como un digno representante del devenir humano. Sólo con una verdadera intención de trascender y gritarle al mundo desde la orilla del lenguaje, de la cultura y de la frontera que más que limitar a los pueblos, es que se les enseña al las tantas realidades culturales que la verdadera naturaleza de la diferencia es la igualdad misma.
Señoras y Señores, agentes de prensa, invitados y público en general, es para mi un honor presentarles y compartir este panel con el ganador del décimo tercer concurso de cuento y novela corta “Ramón Rubín” ¡el Señor Martín Alberto Flores Galarza! ¡Un gran aplauso por favor! (todos de pie vitorearon al gran escritor que tímidamente salía detrás de las grandes cortinas rojas. Hacía pequeñas reverencias con la cabeza como niño. Caminó por entre el estrado y después de saludar a los 7 hombres sentados en la mesa larga tomó su lugar) ”
II
(Detrás de las cortinas, nervioso y con unos papeles entre las manos, Martín siente como la sangre se acumula en su cabeza por los nervios de sentarse en una mesa donde seguramente pocos disfrutarán de su conferencia. Tantos años que pasaron... Y tantas veces que se había imaginado ahí frente a cientos de personas que aplaudirían sus cuentos, sus novelas, su espíritu convertido en letra eterna. ¿Y ahora? No podría echarse atrás. Pasó toda la noche pensándolo y tomó una decisión cerca de las 4 de la mañana.
Hoy en la recepción de su premio Martín abriría el corazón para el mundo. Gritaría todo aquello que desde joven guardó en la bolsa izquierda del abrigo de su alma.
El escritor se sienta lentamente en su silla con timidez disfrazada de confianza. El auditorio calla y espera atento. Sus “colegas” en la mesa se cuelgan una sonrisa que lejos de provocar comodidad, invita al hastío y a la simple duda: ¿nunca nadie les ha dicho que parecen todos unos reales imbéciles al sonreír así? ¡Esta mesa es tan larga! Y curiosamente huele como a bodega de primaria...)
“Buenos días... Señores del panel, a todos los presentes. Preparé un pequeño escrito para leerlo este día aquí, frente a ustedes. Curiosamente esto lo escribí hace mucho tiempo, cuando era un joven de 17 años... Hace cinco días fue mi cumpleaños y... Bueno, no creo que les importe mucho que hice para festejarlos (una muy leve carcajada se escuchó al final de la mesa y en los primeros asientos del auditorio una que otra sonrisa se dibujo en los rostros de algún agente de prensa) Este pequeño ensayo o “comentario critico al mundo literario” si lo quieren ver así, lo escribí cuando participé hace tantos años en un concurso nacional de letras. Me llamaron por teléfono para notificarme que “podía” ser el ganador del concurso “Los jóvenes y sus cuentos mexicanos” y se me pidió dinero para “apuntalar” mi lugar. Como lo escuchan... Pude haber ganado el concurso pero sólo pagando casi más de la mitad que hubiera ganado (el auditorio no sabía si era broma, mal chiste o un comentario mal formado en el corazón de aquel futuro Premio Nobel. En la mesa todo mundo fruncía las cejas como intentando comprender el significado de semejante comentario. El presidente de la Sociedad esbozó una sonrisa que le pareció era la misma que usaba cuando llegaba tarde a casa y le insistía a su esposa que era el trabajo lo que le hacía llegar tan tarde)
Pero para ser sincero ni tenía dinero y no me importó mucho en aquel entonces ganar con ventaja. Mi mamá me insistió en que los grandes escritores al principio son rechazados por la gente al no poder entenderlos en su tiempo, y aquello me llenó de tanta fuerza y, en cierto sentido, de emoción que me dediqué a escribir una carta para difundir aquel incidente. La carta la mandé al periódico “Espíritu Nacional” y ahí expuse lo que me había sucedido. Que curioso... Estoy seguro que aún piensan que todo esto es broma ¿verdad? (todas y cada una de las personas presentes en el recinto guardaban la vaga y tonta esperanza de que todas aquellas palabras se dirigieran a un final feliz. ¡O por lo menos escuchar una carcajada del escritor! De la que seguramente todos ahí esperaban con tantas ansias)
Un día después de ver publicada mi carta en el periódico, recibí una llamada de la misma persona que me había ofrecido el primer premio diciéndome, claro en un tomo no muy amigable, que él se encargaría de que nunca ganaría un concurso literario ¡Había manchado su nombre y del concurso con semejante carta! Y así me cumplió lo que prometió con tanta rabia. Logró que por más de 50 años nunca nadie ni nada publicara algún escrito que viniera de mis manos. ¡Que hombre tan inteligente! ¡Que sutileza por recordarme, en cada concurso que enviaba mi material, que nunca ganaría nada! Que bien hizo su trabajo aquel hombre que tanto admiré por su literatura...
Seguramente ustedes siguen creyendo que esto es una broma, ¡pues rían todos por qué esto es muy enserio! ¡Ja, ja, ja! (ahora más que al principio de la “conferencia” nadie sabía que hacer, que decir. Sólo murmullos y cejas fruncidas y una que otra risa de morbo por lo que sucedía. ¡Todo esto pasaba en unos cuantos minutos y nadie aún sabía que sucedía exactamente aquí!)
¡Ay que gozo me da estar aquí! ¡Que felicidad el saberme escritor consagrado por la mente “docta” “erudita” y “letrada” de los aquí presentes! Gracias señores, gracias por hacerme hombre...
Muy bien, muy bien. Les voy a aclarar todo. No se desesperen. Tengo sólo dos cosas más que exponerles antes de que salgan corriendo como lo tengo planeado (en la mente de Martín se agolpaban las ideas que provocaban una sensación de borrachera, de excitación y nervio. Esa misma sensación que se alcanza cuando se ha bebido justo lo necesario para cantar una canción casi llorando)
Señores, amigos y al público en general. No me importa haber ganado este concurso ni ser reconocido por el tan famoso “gremio intelectual” del país. En todo el tiempo que estuve escribiendo sin “éxito”, me estuve constantemente reinventando, re-creando mi alma. Me gustó más el proceso de transformar mi alma en tinta que el resultado de un burdo reconocimiento por parte suya. ¿No es lo importante volcar el alma en un papel y dejar que grite con tinta? Como escritor alcancé mi meta: Poder describir lo que en mi mente existe, interpretar el mundo y darle a mis palabras un verdadero significado histórico.
Hace un año tuve que ser internado a una hospital cerca de mi casa. Sufrí de un mareo que me desmayó totalmente y al perder la conciencia desperté ya sobre una camilla con una luz fluorescente sobre mi. No hay mucho que contar. Me detectaron leucemia ya muy avanzada. Según los doctores no viviría más de un mes. Pero me decidí a escribir mi autobiografía, como un legado a mi propia vida, un monumento, digamos, a la redención de mi propia escritura. Si, aunque no lo crean, la novela que ganó el concurso es mi autobiografía y curiosamente, por que nadie me conocía, ganó el concurso pues mi tan amado “mentor” murió meses antes de que mandara mi novela a concursar. Todas las cosas se acomodaron sin que yo moviera un dedo... “¿Qué se necesita para morir?” Son mis memorias escritas como una novela. ¡Mi vida fue la que ganó el concurso después de todo! De hecho ahí también están narradas las cosas que le acabo de comentar, claro ¡en caso de que tengan dudas de cómo sucedió todo! Son las memorias que escribí por tanto tiempo, tanto tiempo... (todos lo presentes sintieron que sus palabras pesaban tanto como una vida. Y los que estaban junto a él notaron que su cuerpo descansó al decir estas palabras, como habiendo dejado en el piso un gran costal cargado por las escaleras de 3 pisos enteros)
En fin, esa es una cosa que quería contarles (ya nadie sabía que hacer ahí dentro. Unos se salían, otros se acomodaban y la mayoría estaba confusa y perpleja ante semejante escena nunca imaginada)
Bueno, quiero agradecer al Presidente que, como todos ustedes saben... ¡¡Desvía fondos de la Sociedad para sus múltiples viajes a Frankfurt y para mantener a su otra familia que vive en Guanajuato...!!! ¡¡ Él maneja todos los concursos del país para que gane quien él decide!! (¡Fueron esas palabras las causaron todo un motín en el panel! ¡Todos los ahí presentes se levantaron de sus sillas gritando y haciendo señas como si hubieran recordado que en la estufa la sopa hervía por más de 7 horas! ¡Todo el auditorio enloqueció! Entre alaridos y gritos Martín salió corriendo hacia las cortinas que estaban detrás del panel, los de la mesa discutían entre sí, el Presidente de la Sociedad perseguía al futuro Premio Nobel y en general, aquello era una “Apocalipsis literaria”
Las edecanes intentaba con una risa tonta detener a los que salían dándoles un folleto de las mesas que seguían, como mecánicamente haciendo su trabajo. Muchos de los ahí presentes, indignados de semejante acto circense, despotricaban y se acomodaban sus trajes mientras comentaban con algún otro “profesor” (seguramente del círculo intelectual) la irracionalidad e “insensatez” del futuro “Premio Nobel”
Había jóvenes que, hasta arriba del gran auditorio, bromeaban felices por haber presenciado tal episodio que seguramente les serviría para platicar larga y amenamente en la noche mientras toman sus cervezas.
La felicidad infantil que se adueñaba de Martín le hacía reír tanto que tuvo que detenerse mientras intentaba saltar una pequeña reja que dividía el jardín del auditorio y el estacionamiento. A lo lejos el Presidente que corría y gritaba injurias e insultos hacía una verdadera escena tan burlesca e hilarante que el que intentaba brincar la cerca caía al suelo con una carcajada que se escuchaba por todo el estacionamiento y la Universidad:
- “Ja, ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja, ja!”
- “¡Maldito imbécil, esto lo vas a pagar! ¡Eres un fracasado!
- “¡Ja, ja, ja, ja! ¡Ya por favor no me haga reír!”
Y la tan curiosa faena continúo hasta la entrada principal de la Universidad donde el Presidente, al intentar alcanzar su fugitivo, resbaló con un charco de aceite mientras que la risa del Nobel se ahogaba con una tos tan ronca y seca que enfurecía aún más al “caído en desgracia”
Al final uno de los dos escapó del otro. Uno de ellos perdió el conocimiento y el otro lo recordó para siempre. Hay un brazo roto y una sangre sin coagular. Uno de los actores decidió jamás volver a actuar y el otro mantiene firme su papel principal.
Uno de los dos se escapó del otro.
El otro nunca pudo escapar del sonido de la risa burlona que golpea su mente cada minuto de su ortodoxa existencia...
III
El Periódico “La Voz Nacional” publicó en su sección cultural :
“Viernes 25 agosto...
Ayer se celebró el vigésimo cuarto congreso Literario que tuvo lugar en el auditorio
“Agustín Lira Pichardo” de la Universidad de la República Mexicana. El evento se llevó a cabo sin mayor expectación que la premiación del ganador del concurso de cuento y novela corta “Ramón Rubín”. El ganador, José Luis Deschapms Vaterlander, un mexicano orgulloso de sus raíces y su historia, compitió con su novela “¿Qué se necesita para morir?” que, frente a miles de obras más que concursaron durante todo un año, ganó con una decisión unánime y extraordinaria pues los jueces. El Jurado dictaminador envió una carta a la Sociedad de Escritores Mexicanos donde proponen al autor y su obra como un futuro y seguro Premio Nobel. Esto es un acto sin precedentes para la literatura nacional.
El autor, frente a miles de personas que se reunieron en el auditorio de la Universidad nos compartió unos momentos inolvidable al sumergirnos en una plática tan personal como amena. Nos cubrimos de gozo y de melancolía por sus recuerdos, de una jovialidad incoherente y de una madurez casi tolerable. Mediante sus narraciones y en ocasiones comentarios al aire, José Luis Dechamps V. simplemente nos contagió de una magia en la que todos coincidimos nunca antes haber sentido. Fue un gusto verdadero disfrutar de la historia de su novela, de sus momentos como escritor y participar al ver como un simple humano traduce su realidad en poesía con ritmo de narrativa.
Su corta carrera literaria nos hace recordad los primeros pasos de grandes escritores que en su primer asomo a las letras impresas golpean de lleno a la audiencia y al circulo literario.
En palabras del propio presidente de la “Sociedad Nacional de Escritores y Literatos de México” el señor ..., comentó “que el apoyo y la trasparencia con la que se hacen todos los concursos a nivel nacional e internacional siempre son un verdadero aliciente para que la calidad y el artista mismo, siempre destaque por encima de cualquier vacilación sobre el trabajo que se presenta y se divulga”
El ahora ganador del concurso iberoamericano dará otra conferencia en el foro del edificio del “SNEL” para ser condecorado con la medalla de “Presidente Honorario” del consejo nacional de escritores. Después se espera que publique los textos que...”
IV
Otro periódico nacional publicó:
“Lunes 7 de Enero...
Yo soy un aficionado indiscutible de la verdad enterrada y devoto de lo marginal en la opinión. Decidí publicar (en la columna de mi editorial) el prólogo de la novela que tanto algarabía provocó. El autor de esta obra desgraciadamente falleció hace unos días. En su honor dedico mi espacio a Martín Alberto Flores Galarza, autor original y único de la hoy plagiada y ganadora novela que obtuvo, bajo la voz de otro nombre, el Premio Nóbel de Literatura de este año. “Honor a quien honor merece”. Como comunicador tengo la obligación de vivir con un intento constante en la búsqueda de hechos y certezas. Por ello, aunque me cueste el nombre y la furia de muchos en el “círculo intelectual” de éste País, he decidido tomar parte de la Verdad y no la Mentira.
Éste es el prólogo de la novela:
“¿Qué se necesita para morir? Se han gastado toneladas de tinta para ofrecernos un significado lógico de la muerte, una idea reconfortante para la corrupción de un cuerpo tan frágil... Pero nunca se llegará a nada mientras se viva.
¿Qué veremos cuando muramos? ¿Adónde va nuestra alma cuando se libera del cuerpo? ¿Existe un dios que nos abrace, que nos vivifique y nos dé felicidad eterna?¿Cuál es la sensación en nuestro cuerpo cuando éste deja de respirar? ¡Esto sólo los muertos lo saben, nadie más! Por eso hablar de la muerte cuando estamos vivos es totalmente absurdo y contradictorio según mi personal punto de vista. Hay algo que no podemos evitar al pensar en la muerte, como hombres, y lejos de intentar hacer toda una antropología sin contenido, nuestro intento es intensificar nuestra vida con los limites de su finalidad. Nadie, de cualquier pensamiento político, filosófico, religioso o en general humano, puede evitar una sensación de quebranto al pensarse muerto, terminado, consumado. ¿Pero entonces que existe en lo finito que nos atrae tanto si es lo infinito lo que nos hace anhelar? ¿Qué nos interesa responder cuando lo que verdaderamente importa es el aquí y el ahora? Nunca he querido ser teólogo o filósofo, son materias que jamás me interesaron por aburridas y densas en su lenguaje, y claro, por su ausencia de respuestas reales y concretas. Y sin embargo la ciencia tampoco termina nunca de responder aquello que “nos matamos” por saber, por dilucidar, por entender. ¿Está el conocimiento humano tan limitado como su propia existencia? ¿Estamos condenados al desconocimiento de verdades ultimas y nuestra existencia se dirige determinada a la eterna búsqueda del alma humana y sus alcances?
Llego a la conclusión de que la mejor forma de darle un significado lógico y trascendente a la muerte es olvidarnos de ella y vivir. De nada nos sirve la muerte más que para recordarnos cuan vivos estamos. Es sólo una biológica referencia que hemos enaltecido tanto que se nos ha ido de las manos.
Ya he escrito demasiado sobre la muerte. Yo mismo me muero poco a poco, tal vez más rápido que otros, no importa. Otros se mueren con una lentitud ¡que la agonía de prometeo parecería broma! Pero el caso es que la muerte no es un momento, es un proceso. Y mientras respire, mientras ría, mientras escriba, mientras recuerde, mientras me queje, mientras me vuelque en la historia del hombre con símbolos y significados, todo, ¡todo! Incluyendo al dolor más áspero del ser humano y la felicidad más redentora del género, la hago mía. Yo soy los hombres que murieron y que vivirán.
...Y podría decir tantas cosas para que la gente entienda mejor lo que pienso, lo que siento, todo lo que vivo o razono. Pero nunca he sido de la idea tampoco de convencer a nadie de las cosas que sólo a mi me importan. La vida del Hombre puede llegar a ser muy aburrida, muy excitante, muy emotiva, influyente, cansada, tediosa o accidentada de cualquier adjetivo que se le quiera colocar. Pero es vida después de todo. Nombrarla y calificarla es trabajo y compromiso de cada quien. Un juicio universal sería imposible, habría que pensar en todas las circunstancias en las que cada ser vivo nace, se desarrolla y se enfrenta al mundo. Por lo mismo nos queda sólo un una muy particular manera de enjuiciar a la vida: por medio de ella misma encarnada y reproducida en un nombre, una sonrisa, una voz y una alma (entiéndase como se quiera) A la vida la quiero juzgar desde todo aquello que tiene vida, no con su limitante natural que es la muerte, una referencia simplemente biológica. No hay nada que necesitemos para morir más que estar vivos, eso es un hecho. Nada hay que importe más que la vida. Sólo importa la vida y su fuerza en las células, su impulso en los ojos y el deleite del color, el gozo que provoca la proporción y lo absurdo que resulta la éxtasis por el dolor ajeno. Que contradicción...
Mi novela comienza con un nacimiento, con el surgimiento de una muerte más, convertida en llanto lastimero de un niño que estaba ya marcado con la señal de la conciencia en demasía.
La muerte no es un momento, es un proceso.
Yo soy los hombres que murieron con la duda... Soy los hombres que vivirán un proceso indescifrable..”
Hasta la editorial del próximo Lunes amigos. Descanse en paz Martín Alberto Flores Galarza, el verdadero Nobel a la Literatura Mundial.
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