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“Flores para Agustín Gallardo”

I

...Yo también estaba enamorado de Carmen, ¿quién no podría estarlo?. Era tan bella. Delgada y un poco alta, morena como el más fino y exótico chocolate, con unos ojos negros que parecían burlarse de la noche, y una sonrisa que podría iluminar por completo cualquier
desierto. ¡Ah! Y su cabello, tan liso y largo como los eternos suspiros que provocaba al pasar cerca de cualquier grupo de personas. Era simplemente perfecta. Era la hija de un Coronel con mucho poder y claro, era todo lo que cualquier hombre digno de serlo, podría aspirar a tener entre sus manos. No había mujer mas linda en todo México, estaba seguro de ello.

La volví a ver en un baile ofrecido por la familia Ávila, y me acuerdo que estaba muy nervioso pues ese día también conocería al Presidente ¡qué tarde! Esa misma noche fue cuando me enamore totalmente de Carmen y cuando me gane la simpatía del Gran Señor, el
General Porfirio Díaz.
No sabía que decir, ¡y es en serio lo que digo! Estrechar la mano de Carmen cuando la salude me había puesto más nervioso que cualquier ejercicio militar -¡y si que había tenido tantos! Últimamente se rumoraba de una presunta revuelta que se originaba al norte, pero una tontería como esa nunca podría ser en serio- en fin, bailar y ver a Carmen tan cercana a mis labios podría ser el único momento en que me sentía de verdad feliz, ¿cómo explicarlo? ¡Eran esos momentos en los cuales se daría la vida por permanecer en esa precisa manera por siempre! Por siempre podría ver a Carmen así, cerca de mí, tan llena de vida y luz, tan bella, tan deseada por todos... Estaba decidido, la sobrina del Presidente, Carmen
Angulo Díaz sería sólo para mi y nadie más.


- Es un joven emprendedor Sr. Presidente- dijo presentándome el General Anastasio Ibarra- tiene la fuerza y decisión que requieren estos tiempos de tontas “revoluciones”. ¡Es un chico que protege y defiende a los verdaderos intereses de la Nación! Todo un mexicano.
- Gracias mi General -dije algo apenado; y me dirigí al Presidente - Sr. estoy para s servirle. Le ofrezco mi vida y mi humilde trabajo. Estoy entregado totalmente a México; Como usted sabe, nuestra soberanía, nuestra independencia y nuestra gente, nuestras tierras e historia, toda la historia de grandes hombres que nos dieron libertad, todo Sr. Presidente, todo esto esta primero -noté que se emocionaban un poco cuando decía estas palabras- ¡Viva México y su gran pueblo! ¡A su salud Sr. Presidente, a la suya General Ibarra y a nuestro México! -Y alcé la copa de vino para brindar- Muy bien muchacho - continuó el Presidente – estoy feliz y orgulloso de conocerá a alguien así, lleno de nacionalismo, fuerza y vigor, ¡respeto y fidelidad por nuestra bella Nación! Estoy convencido - y cambio el tono de voz - que algún día serás alguien importante y yo, más que nadie te auguro felicidad, bien estar y una vida llena de dones - Y brindamos de nuevo. Yo estaba en realidad emocionado ¡había momentos en que incluso temblaba! Escuchar al General Díaz decir eso de mi era en verdad la mejor paga por toda mi carrera militar, que aunque era aun un poco joven para todo esto tenía en mente llegar alto y nadie me lo impediría. Todos los desvelos y noches plenas de ansia y desesperación, todas aquellas plegarias que había rezado por las agotantes madrugadas de extenuantes ejercicios, todo eso y más ahora se veía recompensado por aquellas palabras... Dime - interrumpió mis pensamientos el Presidente - ¿Estarías dispuesto a ayudarme y a ayudar al Gobierno de cualquier forma que este te lo demande? - ¡Claro! - conteste lleno de emoción -
- Bueno hijo, entonces - hizo una pausa y bebió un poco más de vino - ven a mi oficina el jueves próximo. Debemos platicar, y espero que me puedas ayudar. ¿Estas seguro que harías cualquier cosa por tu patria? ¿Tienes la voluntad y el carácter de acero templado para actuar como un verdadero hombre?...
-Si - contesté un poco confundido ahora; pero después de unos segundos, y como recobrando fuerzas y haciéndome dueño del momento repetí fuertemente - ¡Claro que sí Sr.
Presidente¡ ¡Por México y mi Gobierno haría todo! Y no dijo nada más, nos dio la mano y se fue no sin antes pedirnos que disfrutáramos aquella gran cena.

¡No lo creo! - Gritó emocionado mi amigo que esperó a que el Presidente se alejara un poco ¡El mismo Sr. Díaz, nuestro Presidente! ¡Él mismo te ha escogido para ayudarlo personalmente! – Yo tampoco lo creía, pero creo que mi General exageraba un poco. Era interesante verlo así de exaltado; su gran bigote negro y torcido como alambre, su ancho cuerpo que sudaba tanto y su larga espada que le impedía como la gente normal, hacían de él una estampa un tanto graciosa y pintoresca. ¡Seguro que era difícil soportar el peso de aquel gran cuerpo! Tenía escaso pelo que se asomaba por debajo de la visera de la gorra militar y sus mejillas que estaban rojas me decían que estaba algo borracho, y de hecho no lo había visto así de feliz desde que se casó su ultima hija (Lucia) hacia unos meses ya.

- ¡Te ha escogido el mismo Presidente! ¿Te das cuenta de ello Luis? - Y se limpió el sudor de la frente con su viejo pañuelo de seda - ¡Que suertudo! Tienes la vida resuelta si no le fallas, atento ¿eh? Debes sentirte orgulloso, y ¿sabes? - llamó al camarero que estaba atrás de nosotros - ¡Sólo por eso vamos a brindar de nuevo! - Y tomamos dos nuevas copas de vino- A su salud Capitán, ¡Qué el jueves cambia su vida!
- ¡A su salud General! - dije no tan emocionado como él
- Capitán Luis Alberto Islas – casi todo el salón escuchó su grito - ¡Viva México!¡Vivan las nuevas generaciones de mexicanos!
Y chocamos las copas con una complicidad militar que todo mundo pudo notar.

La noche siguió y yo no dejaba de ver a Carmen. Bailaba el Waltz como un ángel. Reía y se sonrojaba como una niña inocente, caminaba y se refrescaba con su abanico como toda una francesa que sabe volver loco al hombre que quiere. Era una diosa por la cual podría dejar
todo, y también una mujer que merecía todo...




II

Me presenté el jueves en la oficina del Presidente Díaz. Llevaba puesto mi traje de gala (por consejo del General Ibarra) y me acuerdo muy bien que estaba muy nervioso y cansado; esa mezcla entre sueño y ansia que nunca deja descansar. Lo que más me inquietaba era el hecho de saber que el Presidente me pedía su ayuda, cuando era seguro que tendría muchas personas a su servicio. Pronto supe por que. Por fin me pasaron a su oficina que me pareció ser aún más grande que lo que había imaginado.

- Buenos Días Sr. Presidente
- Si, buenos días - dijo con una voz baja y ronca - siéntese Capitán, no tardaré mucho.

Caminó hacia la ventana y se quedó mirando hacia el Zócalo, era un día claro y soleado, las palomas volaban y algunas se quedaban en la cornisa de la ventana. A lo lejos se escuchaba el bullicio de la ciudad: los coches tirados por caballos briosos, la gente que compraba o vendía, los voceros anunciando su periódico, en fin, se sentía como palpitaba la ciudad.
Suspiró y se volteó hacia su escritorio tomando una carta que estaba entre otros papeles, se sentó lentamente y leyó de corrido. Segundos después levantó la mirada viéndome fijamente.
- Como ya sabes, ha habido revueltas al norte del país,..., y esto me preocupa - hizo una pausa - pero ya he mandado unas tropas a sofocar cual sea lo que pasa por allá. En fin, yo lo
que quiero,..., deseo que sea sincero conmigo Capitán... -Su voz cambió como si estuviera buscando un amigo, o tal vez un cómplice. Prendió un cigarrillo y el humo que despedía a cada fumada se reflejaba en los rayos de sol que entraban por la ventana.
-¿Le gusta mi sobrina Carmen, verdad? – La pregunta me cayó como un rayo pues nunca pensé que mi actitud fuera tan obvia ¡ahora seguro que todo México sabría que estaba enamorado de ella!
-Sí Señor. -dije un poco nervioso - pero,...
-¡Muy bien! -me interrumpió - mira, este no es el problema, yo estoy de acuerdo y de hecho acepto que veas a Carmen, ya he hablado de ti con su padre, y si todo va bien, nos gustaría que la esposes lo más pronto posible. ¿Estas de acuerdo con esto?
-¡Gracias General! -dije emocionado y aún pensando en la tan extraña relación que Carmen tendría con toda esta visita que hasta el momento no tenía sentido.
¡Gracias Señor Presidente! - volví a decir, con un tono que me pareció casi infantil.
-Pero, te he llamado por que el problema es otro - y se levantó de la silla caminando despacio con una mano en el bolsillo derecho y con la otra jugando con el cigarro; el cuarto de pronto se cubrió de humo y lo único que se oía eran sus pasos lentos por toda la estancia - Mi sobrina, la más bella de mis sobrinas esta enamorada de un campesino (pude notar como su cara se llenaba de ira, toda la cara se puso roja y creí por un momento que explotaría) y eso no puede ser, ¡un cochino campesino! - y me miró fijamente como
buscando aprobación; yo bajé los ojos, nunca había conocido a alguien descendiente de familia rica que se enamorara de un campesino; una persona de nuestro nivel, bueno, gente de otro mundo se supone, ¡debe mantenerse en el mismo nivel! Pero, bueno, me acuerdo que mi abuelita me había platicado historias sobre mi familia donde la mayoría eran campesinos... Pero eso fue hace mucho tiempo... Ahora era diferente, creo...
-¡Quiero que lo mates!– su voz grave interrumpió mis recuerdos; vi como apagaba fuertemente el cigarro en el cenicero, como aplastando con él todos sus pensamientos; y después, rompiendo la carta que tenía sobre la mesa, repitió con una voz que sonaba llena de odio - Quiero que busques y mates a un tal Agustín Gallardo.


III

Íbamos caminando por las calles centrales de la ciudad. Ella llevaba un gran sombrero rojo y un vestido que hacia resaltar su joven figura. El sol caía sobre ella de tal forma que cada vez que sonreía, se iluminaban sus blancos dientes asomándose por entre sus labios volviéndome loco por besarlos, por tenerlos cerca de mí. Yo estaba vestido con mi uniforme negro y casi me desmayaba por el calor que hacía ese día. Habíamos caminado ya largo rato sin decir palabra desde que le pregunte si era verdad que estaba enamorada de un campesino. Creo que ese no era el momento para hablar de ello, pero lo curioso fue que cuando le pregunte por aquel campesino, vi que sus ojos se llenaron de luz, como si el amor hubiera golpeado de momento su cara y la hubiera iluminado toda... No eran esos mismos ojos llenos de luz los que miré cuando le comenté que quería conocerla más y salir a pasear con ella...
- ¿Tienes sed? ¿Te gustaría beber algo?, mira aquí podemos sentarnos y platicar un poco - y señalo el restaurante por el que estábamos pasando.
- Sí, claro – Dije sin más comentarios. Después de todo eran las únicas palabras que había dicho desde hace mas de 20 minutos. El mesero nos trajo agua fría y cuando nos pregunto si deseábamos algo mas, le hice una seña con la mano para que se retirara. Alrededor de nosotros la gente platicaba animadamente y hasta pensé por un segundo que éramos nosotros los extraños ahí; me incomodó todo, toda aquella elegancia del lugar, el silencio
entre nosotros, la felicidad de toda la demás gente, el sol, la luz, ¡todo!.
-¿Que día es hoy Luis? - me preguntó como sin darle importancia a sus mismas palabras.
- 20 de Abril, de 1910. ¿Te acuerdas? - intente bromear. Pero ella bajo la mirada a la mesa y me maldije por aquel estúpido chiste. ¿Que cosa podría ahora decir? Estaba a punto de llamar al camarero cuando Carmen empezó a hablar con voz baja pero segura de si misma.
-Luis... - y levantó la mirada - ¿sabes que hay mucha gente que sufre en el país? ¿lo sabias?.
- El comentario me hizo abrir los ojos y acomodarme en la silla, tenía en su cara una fuerza que nunca había visto antes, como si de momento ella fuera dueña de todo.
-Si, lo sé - dije - pero,... -Se acomodó en la silla y dejó su sombrero sobre la mesa.
Bajó la mirada de nuevo como platicando consigo misma. ¡Yo no sabía que hacer! ¿Reír? ¿llorar? ¿hablar? ¿callar? ¿irme?.
- Mi tío es un asesino – Dijo en voz baja pero clara. Yo me sentí extraño y confundido por su comentario - Hay gente que muere de hambre y nadie lo sabe, ¡y a nadie le importa! ¡La culpa es de este Gobierno que no le importa nada más que sus estúpidas galas y grandes fiestas! Si Luis, mi tío es un asesino.
- Yo no sabía que decir, y creo que ella leyó en mis ojos mi pensamiento pues continuó hablando pero con una voz más relajada y pausada. -Hay un rancho en Querétaro, "10 Milagros", y lo visité por primera vez hace más de un año. El dueño es un amigo de
mi papá, un abogado que compra y vende ganado. Pues ahí conocí a Agustín - sentí como los celos y la envidia me hicieron prender un cigarrillo - Tiene sólo 2 años más que yo, 24; y me enamoré de él por que me hizo ver cosas que jamás hubiera visto si continuase encerrada en mi casa de la ciudad. ¡Me hizo descubrir olores que jamás había sentido! Me hizo descubrir que venimos de la tierra y que es a ésta a la que regresamos algún día, me hizo sentir viva por primera vez, él abrió la vida que dormía en mi, ¡Dios!, creo que comencé a respirar y a reír por primera vez en mi vida cuando lo conocí... -y su tono de voz se agravó un poco - pero él es un caporal y como sabes, nadie de mi familia podría aceptarlo. Claro, nuestras visitas al rancho se hicieron frecuentes desde que nos declaramos amor y lógicamente nuestra relación terminó por descubrirse. Mi familia se encargo de separarnos y a su papá lo golpearon para que él ya no me buscara más. Fue el General Díaz quien ordenó lo golpearan, y,..., nos dimos cuenta que sería un error... - Carmen suspiró como llevándose todo el aire de la ciudad - Un día Agustín me llevó a visitar otros
ranchos cercanos, ¡no tienes idea cuan pobres son! ¡Y al Gobierno no le importa! Pobre gente, trabaja toda su vida y le arrancan de sus manos todo lo que tiene cuando les va bien les pagan, pero siempre dándoles mucho menos de lo que en realidad se merecen. Los
explotan y ahora pues lógicamente están hartos. Esa supuesta revuelta en el norte es una revolución Luis, es real, y tienen todo el derecho, no sé cuando explote toda la gente, pero de pocos en pocos(y no falta mucho)se van a unir y... bueno. Ahora resulta que estoy enamorada de alguien que encabeza una revuelta en Querétaro, ¿cómo podría la sobrina del
Presidente hacer esto? ¿Cómo podría sentir amor verdadero? ¿Cómo podría abrir los ojos a la realidad? ¿Como? – Su voz estaba quebrada y las lágrimas empezaban a resbalar poco a poco - ¿cómo puede haber justicia en un mundo donde ni si quiera se puede amar libremente? ¿Cuál es la diferencia entre un campesino y un abogado? ¡Uno trabaja la tierra y el otro representa la ley! ,..., Si, ¡La ley que sólo protege a unos tontos y mediocres aristócratas! -Y se soltó a llorar sin freno.- Te entiendo Carmen - dije como queriendo ganarme su confianza. Y las palabras que el Presidente me había dicho días antes se agolpaban en mi mente.
- ¡No sé si entiendas! - dijo enojada - ¡Yo apoyo la revolución y no puedo hacer nada más que callar! ¿Se puede ayudar callando? Este silencio destruye poco a poco las esperanzas que tengo de ver a Agustín, mi amor, mi único amor... - y noté como un nudo se desenredaba en su alma – sólo quiero amar y ser feliz. Amar en un país donde la vida
valga la pena vivirla, donde no tenga que esconderme para ser la esposa de una persona que orgullosamente trabaja la tierra, la tierra que después de todo Luis, es madre de nosotros.
-Carmen, ¿qué quieres hacer? - pregunté
-No sé, no lo sé... Quisiera escapar y olvidar todo, pero
después de lo que vi es muy difícil. Ahora quisiera volver a verlo, ver a mi amado Agustín... Vi como sus ojos se llenaban de esa luz que tanto me atormentaba. ¡No resistí más! ¡Aquellas lagrimas y aquellos pensamientos no eran para mí! Yo amaba a Carmen y ella amaba a un,..., un tonto caporal. ¡Pero si todas mis mañanas y noches eran dedicadas a ella! ¡Yo vivía solo para ella! ¡Tenía una vida planeada para ella!, y ella,..., ella lloraba
por ese campesino. ¡Basta Carmen¡ -dije severamente -no puedes amar a
alguien en una situación así. A alguien que esta lejos de ti, de tus conocimientos, de tu cultura, ¡de tu mundo! - y me miró reprochando esta última palabra.
- ¿Mi mundo? - dijo sollozando y mirándome fijamente - ¡mi mundo es él! ¡Él inventó y creó el mundo donde vivo! Y ahora no puedo regresar al, ¡al mundo donde vivíamos!.
- Carmen, escucha, - ya no podía decir nada más que mentiras- debes ser fuerte, ¿sabes? ahora están buscando a los revoltosos, y,..., pues sabes que los atrapan y los fusilan, así se hacen las cosas.
- ¡No! – gritó desesperada. Todas las personas alrededor voltearon a nuestra mesa - ¡No! - dijo de nuevo - ¡si él muere muero yo, si él vive vivo yo! Si a él persiguen a mi también me persiguen!... Si a él matan, a mí también me matan... Deberías entenderlo bien Luis, ¿qué nunca te has enamorado así? ¿qué no tienes el corazón lleno de amor por alguien? ¿no darías todo por aquella a quien amas?.
- No supe que decir. Sabía que si le decía todo lo que sentía por ella seguramente la lastimaría más. Sabía que si le ofrecía una salida ella encontraría una entrada,
sabía que su corazón estaba lleno de él, lleno de un amor que nunca imagine existiera en la tierra. No resistí más, y al verla limpiarse la cara con su pañuelo, experimenté una mezcla de sensaciones, estaba lleno de compasión, ira, envidia, ansias, celos, y una inclinación casi obsesiva por el deber... Si, tenía que matar a su amante, a ese campesino que le había enseñado a vivir. -Ya, tranquilízate Carmen - dije; y fingí una cara de compasión - talvez no estalle ninguna revolución y pronto encuentres de nuevo a Agustín. El debe estar pensando en ti, estoy seguro, ¡y también debe estar buscando la forma de verte de nuevo! ¡Vamos! - dije casi riendo - si los dos se quieren tanto es seguro que su amor soportará las pruebas más difíciles, ¡y hasta ahora lo ha hecho! ¿O no? ¡El amor de los dos será más fuerte que cualquier revolución, guerra o diluvio! - Tragué saliva para disimular mi odio tras ese tono de franqueza - ¡su amor, que es puro y verdadero sobrevivirá a todo!
-Y ella me miró con unos ojos llenos de esperanza, de nuevo no por mí... y por un momento me sentí feliz de poder darle un poco de fe. Sus sollozos se fueron apagando y me tomó de la mano.
- Gracias Luis - y su sonrisa desgraciadamente iluminó toda mi vida... -¡Lo amo tanto, tanto! y quiero estar con él hasta el fin del mundo
-Me levanté y me paré junto a ella, le tomé la mano y la besé con ternura que vino de alguna parte de mi alma. Noté que estaba todavía húmeda por las lagrimas que había limpiado de su cara. Vi a la gente que platicaba y miré a Carmen que estaba junto a mí y que sollozaba pausadamente, vi por la ventana y descubrí las calles llenas de gente. Vi que
la vida se burlaba de mí... ¡Maldito destino! ¡Injusta vida!

- Mañana salgo para la sierra - le dije sin esperar respuesta - no sé cuando regrese, pero...
- Que Dios te bendiga Luis Alberto; a donde vayas que Dios ilumine tu camino - dijo antes que terminara mi frase; Y no dijo nada más, tomó otro sorbo de su copa de agua, y se quedó platicando de nuevo con alguien en su mente.
- Gracias; cuídate y ten fe Carmen, el verdadero amor siempre vence todo... El amor verdadero es posible de todo...

Y Me fui. Cuando salí del restaurante no tenía otra cosa en mi mente más que asesinar a Agustín Gallardo. Ese era el amor que yo sentía por Carmen, el que hacía fuerte para matar al que ella amaba...



IV

¿Señor? -dijo uno de mis soldados entrando a mi casa de campaña.
¿Sí? – contesté viendo que estaba algo agitado y respirando como si quisiera recobrar sus fuerzas.
-¡Ya lo encontraron! - y siguió recuperándose de su agitación - Lo arrestaron y nos esperan en Santiago, como a 7 Km de aquí. ¡Esperan instrucciones mi Capitán!
¡Bien! – dije con tantas ideas en mi cabeza - ¡Qué no lo toquen hasta que llegue yo!




V

Lo vi amarrado y sentado en el rincón de la pequeña y sucia celda, como todo aquel pueblo. Llevaba un traje típico de revolucionario; era gris y todavía tenia un cinturón de cuero alrededor de su pecho. Era más grande y corpulento de lo que pensaba... ¡Un año y medio me había llevado atraparlo! Yo tenía esa sensación de morbo y curiosidad por tenerlo enfrente de mí. Se veía cansado y ojeroso. Su cara estaba curtida por la sierra. La última carta que le escribió a Carmen venia de aquí y por eso lo encontraron escondido en la iglesia, bajo el altar, donde el Padre escondía seguido a otras personas. Debo decir que me sentia relajado y feliz, ¡ahora era dueño del mundo! Lo tenia por fin ahí sólo y amarrado como a un perro. Por fin tenía preso a aquel ladrón y revolucionario... Ese sucio campesino
que era el hombre que Carmen tanto amaba. “La mujer más bella del mundo debería ver este pedazo de hombre humillado” pensaba feliz.

Dentro de la oficina había varios soldados y les ordene a todos que nos dejaran solos. Poco a poco fueron saliendo, y el último que pasó enfrente de la celda injurio contra la mamá de Agustín escupiendo el suelo cerca de donde estaba sentado. Todos salieron riendo
Después el silencio fue el tercero entre nosotros.

Así que eres tu - dijo tranquilamente - ¡Qué razón tenía Carmen al no conformarse con poco! ¡Ja! ¡Ahora no eres nadie!- Lo miré fijamente como queriéndolo atravesar con una bala.
-Luis Alberto Islas... - dijo con su voz fuerte - ¿Todo este año sólo para atraparme? Dime, ¿cuanto te van a pagar?
-¿Cuanto? - dije riendo irónicamente -
-¡Sí! - afirmó - ¿cuanto vale mi cabeza?
-No tiene precio Agustín, no es dinero lo que recibo al fusilarte - y vi que su cara estaba llena de dudas - Alégrate que no es dinero lo que me llevó a buscarte por mas de un año... No vales tanto -dije queriéndolo herir.
-¿Y entonces?,..., ¿es por? - y calló, como adivinando la respuesta-
-¡Sí imbécil!, no creo que Carmen merezca amar a un pedazo de hombre, a este,... - y señale el piso donde estaba sentado – a este pedazo insignificante de hombre - de alguna forma sentía como mis palabras no le dolían como yo quería.
- Bueno, al menos yo no fui el perro, fui la liebre que corría por la sierra y que te hizo desesperar más de una vez! - y sonrió como un niño después de hacer alguna travesura. Mi revolver lo quería callar por completo pero buscaba encontrar una forma para
hacerlo sufrir antes de mandarlo a fusilar
-Si - dije asintiendo - fui un perro. Pero tengo mi recompensa y mírate, ¡una liebre atrapada no es mas que un pedazo de carne muerta! Me das pena Agustín, siempre escondiéndote, dime, ¿qué has ganado? ¡Tu estúpida revolución no ha cambiado nada! ¿De que sirve
toda esta pelea si no esta Carmen aquí? ¡Ja! ¡Que tonto eres, peleas por nada!
-¿Que gane? - y se levantó despacio y recargando su cara entre los barrotes. La vida y la fuerza llegaban a su rostro. Tenía las manos amarradas y se limpió el sudor de la frente con las muñecas.
- ¿Quieres saber en serio?
- y no dije nada; me volteé hacia la ventana y prendí un cigarrillo.
- Dime Luis, ¡oh! ¡Perdón!. Capitán Islas, ¿qué tienes en tus manos? – giré mi cabeza un poco y lo miré despectivamente regresando a mi primera posición - ¡Nada! -dijo él - ¡sólo a mí! ¡pero yo ya me voy cuando el pelotón dispare! ¿Con que te quedas? Sólo con tu estúpido rencor y tu lastimoso recuerdo de mi gran amor con Carmen... Ella y yo nos amamos y eso es todo lo que tengo, que sinceramente será siempre más de lo que jamás puedas tener.

Aquella sensación de celos que me llegó cuando Carmen me platico de él por primera vez me cubrió la mente y sentí como mi sangre se calentaba. Sentía como mi corazón se volcaba en latidos que retumbaban en mis oídos. Podía matarlo ahí, ¡sí! ¡lo tenía todo para mí! Sólo e indefenso. Nadie nos miraba... Sentí como el revolver pesaba y estaba frío cuando mi mano derecha lo tomó y lo saco de su funda. Miré hacia el otro lado de la oficina, hacia su celda. No escuchaba nada y mis labios estaban sangrando de tanto que los mordía... Sudaba mucho y vi como Agustín dio un paso para atrás cuando lo estaba encañonando. Sus ojos estaban desconcertados y sonrió levemente, lo que hizo que martillara mi revolver; estaba tan lleno de odio y una bala podría remediarlo todo... Me acerqué mas hacia los barrotes y creo que Agustín miró algún demonio en mi cara pues por un instante lo vi dudando y hasta asustado; podía acabar con él cuando quisiera, y ésta sería mi venganza. Por ella, por mí, por mi vida, ¡por este injusto destino!
A la puerta sonaron 3 golpes fuertes y una voz que me hizo recobrar el sentido:
-
¡Mi Capitán! ¡Mi Capitán! ¡Ya llegó el pelotón y traen una carta para Usted!
- ¡Bien! Preparen todo y espérenme ahí, ¡yo mismo saco a este perro de aquí!- bajé mi revolver que apuntaba a la cabeza de Agustín.
-¿Ya ves? - dije burlándome - es hora que la liebre que se escondía muera por fin. Que muera sin gloria y sin que nadie le ayude, ¡sin que alguien se apiade de su alma!! - ¡Dios como quería herirlo!-


-Quiero que sepas algo - dijo mientras yo abría la puerta de su celda para sacarlo. (¡Curiosamente me dolía en el alma oírlo!)
-¿Que quieres? -dije molesto.
-Desde aquí donde estoy eres tú el que vive rodeado de barrotes... Me das tristeza Luis...
Salió despacio y con aire de resignación. Creo que hasta estaba feliz... Y lo envidié por un momento.
-Desamárrame por favor, no quiero morir atado. Bien sabes que no voy a escapar - Y tenia razón. Lo desaté y vi como se frotaba las muñecas como para darles la circulación que necesitaban. Después me pidió un poco de agua, y se la bebió de golpe. Creo que no había
comido nada desde que lo atraparon y lo encerraron aquí hacia ya 3 días. Cuando se acercó a la ventana puede ver que las ojeras estaban muy marcadas y que de hecho se veía muy cansado; los golpes que había recibido eran lo suficientemente fuertes para matar a
cualquiera, y el había resistido... Cerró los ojos por un momento y adivine que quería llevarse a su mente algún buen recuerdo que limpiase esa atmósfera de muerte y pecado. Recuerdo que por un sólo segundo quise decirle lo que sentia, pero no pude.
- Gracia Luis - dijo - ¿Sabes? Yo no quería esta revolución. Yo no quería que mataran a mis padres y a mi hermana. ¡Yo no quería vivir escondido en la sierra y matar gente! Sólo eran soldados que hacían su trabajo, que estúpido trabajo -dijo como perdonándolos y perdonándose a sí mismo- No Luis, yo solo quería que Carmen y yo pudiéramos vivir tranquilos, felices y lejos de esos tontos prejuicios en los que tú y tanta gente fueron educados. Si, creo que es hora de morir... ¡Tuve mucho después de todo! Un sueño, un ideal, una casa, un pedazo de tierra, y..., el amor de una mujer... Una sola mujer. Todavía me acuerdo de la ultima vez que la vi, hace solo 4 meses. Si Luis, hace 4 meses me perseguías en Tlaxcala y pude pasar por México por unos días para verla de nuevo. Y bueno, me atraparon con la última carta que le mandé desde aquí... Tengo todo, ¡ahora sí
que tengo todo! Sólo me falta morir para decir que valió la pena vivir. -Se limpió la cara con el agua que había en el jarrón de la mesa central. Decidido avanzó hacia la puerta de la cárcel y la abrió él mismo. Yo no sabía que decir, ¡estaba tan confundido! Cuando la
luz de la puerta iluminó toda la celda y la oficina, antes de salir Agustín volteó y me miró con una cara llena de compasión(según sentí yo) y me dijo:
- Yo muero por un ideal Luis. Muero por mi amor a Carmen... ¿Y tú? ¿Por qué vives? ¿Para que vives? - y salió. En cuanto puso un pie afuera 6 hombres lo amarraron y escoltaron llevándolo centro del pueblo. Antes de seguirlo me dieron la carta que había llegado para mí.

"Capitán Islas:

He recibido buenas noticias. Sé que ha cumplido su trabajo y que después de un año de búsqueda se hace por fin justicia. No dude en pedirme cual sea el favor que quiera al
regresar a México. Estoy agradecido infinitamente con Usted y aún más feliz al comunicarle que ha sido ascendido a Coronel por mis órdenes directas. Continúe con su gran labor por el país y buena suerte. Estoy seguro que al regresar a la capital su futuro
estará asegurado, y de eso me encargo yo. Desde hoy este tranquilo pues dispondrá de todo lo que Ud. deseé, y me refiero a absolutamente todo.

Felicidades, su amigo,
Sr. Presidente Gral. Díaz"


Y lo pensé... ¿Qué le podía pedir? ¿a Carmen? ¿un poco de tranquilidad espiritual? ¿una verdadera razón para seguir matando?. Que solo y triste me sentí, de eso me acuerdo bien. Me sentía perdido, pues no entendía nada, ¡y por primera vez en más de un año no entendía por que lo hacía! Las palabras de Agustín me lastimaban tanto como yo hubiera querido lastimarlo a él... ¿Para qué vivo?... Y entonces me di cuenta que no tenía nada, ¡nunca tuve
nada! Sólo tenía una brillante carrera militar, una familia rica, una gran cuenta de banco, un sueño de amar a alguien que no me correspondía, un futuro asegurado, un estúpido traje de Capitán y una orden para matar a otro hombre... ¡Qué confusión! ¡no tenía nada en mis manos más que una carta que me quemaba el alma! Me sentí decepcionado, vacío, y creo que tenía fiebre pues temblaba como un niño indefenso. ¡Me sentía triste como jamás me había sentido! Estaba ansioso... ¿Qué podía hacer? ¿Estaba obligado a hacer esto? ¿por que el destino me había escogido para esto? ¡ya no creía en nada! ¿Cuál revolución? ¿Cuál venganza? ¿Cuál presidente? ¿Cuál vida?. Y a mi mente llegaron recuerdos que por un momento calmaron mi alma... Me acordé de Carmen, de los olores de la sierra en la noche, de los sonidos del Máuser al disparar, de mi casa en México, de mi primer beso tantos años atrás, de todos los pueblos que había conocido...


Caminé frente al pelotón y resignado a mi destino di la orden de fuego.

La tarde caía y las campanas doblaban con una serenidad casi angelical. Vi caer su cuerpo destrozado y tuve la extraña sensación de que aún su cuerpo en el suelo tenia vida... Me asusté mucho... Tenía ganas de llorar, ¡de llorar Dios mío! Por un momento pensé que el muerto era yo...






FINAL


Nunca volví a ver a Carmen. Después de que fui ascendido a Coronel seguí peleando contra la revolución. Seguí matando gente... Nunca mas volví a pensar en Agustín, creo que lo había enterrado en mi alma, muy profundo donde no podría salir a menos que yo así lo quisiera. Y a veces así sucedía... Entre pueblo y pueblo, y bebiendo en la cantina, en
ocasiones llegaban rancheros que cantaban su corrido:

" Miren como cabalga Agustín
miren como cabalga Gallardo
que se esconde y escapa como un revolucionario
que se esconde y escapa como Agustín Gallardo.

Dicen que murió fusilado
que el Capitán Islas lo ha matado
muerto siempre tuvo todo y siguió cantando
cantando por su Carmen, su Carmen Gallardo.

Allá en la iglesia, detrás del río
allá esta su tumba llena de flores y suspiros
miren como Carmen le llora
miren como Carmen solloza.

Todos saben la historia
todos quieren al niño
nunca conoció a su padre
siempre lo escucha en corridos.
¡Ay! todos conocen al niño
todos conocen al pequeño Gallardo
con los ojos negros como la noche
con ojos de dolor por su padre.
Miren como yo canto a un hombre
que tuvo todo y fue revolucionario
amó, peleó y murió fusilado
yo sé que él era todo un hombre
un hombre revolucionario.

Miren como cabalga ese hombre,
Vean que es un revolucionario
y por favor amigos míos,
llévenle flores a Agustín Gallardo"



Odiaba ese maldito corrido; siempre me hacía llorar y sentirme un poco triste y vacío...

Texto agregado el 24-05-2007, y leído por 129 visitantes. (0 votos)


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