Alguna vez seguro lo estuve, lo sé. Caminaba tranquilo y seguro, distraído del mundo que ajeno me rodeara como hoy, que todo me sabe tan distinto ya, a la distancia y el sabor que dejan esos días aquellos, esos tan idos e irrepetibles, que tarde me percato de haberme perdido en el camino.
Nos pasa que somos unos seres convenencieros, y movemos el día a perpetuidad caprichosa, demandamos horas y lunas, soles eternos, arcoíris que bailen sobre nosotros, que convencidos de su belleza, damos a veces (muy pocas por cierto) gracias a la vida.
Todos lo hemos alguna vez estado, eso seguro, lo sé. Enamorados cautivos, dolorosos risueños, incomprendidos diagnosticados, tocados por saeta y media, que nos pinta la música de colores, y la lectura de aromas frutales, cuando el escalofrío que recorre la espalda y el pecho nos alejan del miedo y la duda razonable al alcance de esos brazos que se erizan ante el roce de una sonrisa.
No lo estoy, hace tiempo no lo he estado, eso también lo sé, seguro. Flotando de un trozo de nube sujetado, cual niño al juguete nuevo o a las faldas de su madre, hace tanto difunta que hasta se olvide de su rostro, de su calor y sonrisa entrañable. Por eso escribo hoy, porque encontré la palabra que le faltaba a este intento, y eso me recuerda quien soy.
Seres flotantes, ajenos de toda mundana perturbación pasajera, rodeados por una burbuja delgada, delicada y a prueba de olvido mientras dura, son esos enamorados a los que no pertenezco ahora, en el tiempo de las flores de lluvia eterna, donde el llanto no cura una sola de las heridas, y lo siento demasiado.
|