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Desperté… Oscuridad total, hacia frió, me sentía tan débil. Tenía todo el cuerpo entumido. Un extraño hormigueo me llenaba las palmas de las manos y los pies. Una luz, una silueta se acercó, noté por primera vez que estaba en una cama. Profunda y tranquilizante voz, una mujer –por fin despiertas – dijo, traté de responder pero no podía, tenía la garganta demasiado seca –no te esfuerces, ahora no es el momento, toma un poco de agua – continuó acercándome un vaso de fresco alivio que termine en el momento – tienes que descansar – dijo – tengo frío – alcancé a contestar antes de volver a caer dormido… Abrí los ojos, me cubría una manta plástica que irradiaba calor, era suave, todo era tan confortable. A mi alrededor sólo cuatro paredes blancas, todo lo era, las almohadas, la manta, incluso el pijama que llevaba puesto. Se abrió una puerta en la pared, no la había notado, no tenía perilla, por lo menos no de este lado de la habitación. Entró una bella mujer, también vestía de blanco, pantalones holgados y camisa de manga larga con botones grandes, parecía muy delgada, no más de 27 años, llevaba la larga cabellera roja recogida con un listón lila, ojos verdes y boca rosada. Los pocos colores resaltaban en la blanca habitación y en su blanco rostro. – ¿Cómo te sientes ahora? – preguntó la misma voz con la que había hablado antes, sin duda la misma mujer – mejor – contesté – bueno – continuó ella – ya era hora de que despertaras, has dormido por toda una semana después de salir de creogenia – ¿creogenia? – Pregunté – ¿Qué rayos? ¡Ah! ya recuerdo – había escapado de mi nave en una cápsula de emergencia, el oxigeno se debe haber agotado y se activo la congelación…– ¡¿cuánto tiempo estuve congelado?! – no te preocupes no fue más de un mes, fue una suerte que te encontráramos – ¿suerte? – dije
– no creo en el azar o en las coincidencias señorita, si me encontraron estaban buscándome – me respondió con un sonrisa – todo a su tiempo
– Dijo – primero sería prudente que te asearas, el baño se encuentra a tu izquierda, allí encontrarás todo lo que necesites – dicho esto se levantó y salió dejando la puerta de la habitación abierta. ¿Baño? Pero si sólo había una pared blanca… en la pared a mi izquierda se dibujaba el contorno de una puerta sin cerradura, me levanté, las piernas me dolían, apenas y me respondían. Con paciencia y mucho esfuerzo llegué a la dichosa puerta que se abrió sólo empujándola y se cerró detrás de mí. Mosaicos blancos por igual en techo paredes y piso, un espejo arriba de un blanco lavabo, ambos incrustados en un pequeño mueble. Sobre un estante contiguo: cepillo y pasta dental, una rasuradora eléctrica, un peine de bolsillo e incluso algo de loción (eso supuse después de olerla) todo en su más blanca presentación. A la derecha el W.C. a la izquierda la ducha se veía a través de las transparentes puertas corredizas con marco, blanco por supuesto, a un lado colgadas una toalla grande y una pequeña, en el piso un tapete rosa…ovalado. No quise ni verme en el espejo, al cerrar la puerta de la ducha el agua corrió sola, temperatura: agradable. Dos cortos estantes uno arriba del otro con jabón y un bote que supe después, era shampoo, no se puede saber con los envases blancos, me lavé el cuerpo con una pequeña esponja. Me quedé bajo el agua unos momentos. Imágenes de la batalla invadieron mi mente, ¿de donde rayos había salido esa nave? Nunca la había visto, apenas y logré escapar… ¿que será de los demás? Abrí la puerta y el agua se detuvo, me sequé y tapé con la toalla grande. Los mismos ojos azules, pelo negro hasta cubrirlos, piel pálida, más pálida que nunca por el estado de congelación… Hm.… necesito hacer ejercicio, me lave los dientes, intenté peinarme un poco, me rasuré la inacostumbrada barba, me pareció extraña no suele crecer mucho. Salí del baño, la cama estaba echa y sobre ella un pantalón negro con bolsas a los lados y una playera blanca sin mangas, ropa interior, calcetines y las botas negras, es extraño acostumbrarse a vestir lo mismo todos los días. Me asomé fuera de la habitación, ella me esperaba – confió en que todo halla sido de su agrado
– dijo. Usa lentes, pensé, no lo había notado – Soy la doctora Roman, puedes llamarme Alex – soy Bastian – respondí – ya se su nombre, capitán Crisom – dijo – por favor, sólo Bastian – aclaré – asintió con la cabeza y me indicó que la siguiera. Parecíamos estar caminando dentro de un tubo, era un pasillo circular de metal. Llegamos a una habitación muy amplia donde se hizo claro que estábamos en una nave, salimos del pasillo a un piso de metal oscuro que emitía un sonido estridente a nuestros pasos. A la derecha se abría una sala de estar con una alfombra azulada y sillones verde oscuro Sentados en ella una chica que no alcancé a ver bien y un tipo grande de piel oscura y mirada desafiante, me observaron y luego comentaron algo entre ellos. Atrás una pared de cristal que daba paso a un enorme angar sobre el cual se veía la sala de mando. Doblamos a la izquierda para acercarnos a las escaleras las cuáles parecían moverse mientras las subíamos. Llegamos a la sala de control, (o sala de mando), que tal y como se veía desde abajo, estaba formada por nueve lugares de comando en carácter de media luna, las computadoras en la parte baja y la panorámica espacial en una enorme ventana que seguía la forma de los asientos, para mi mala suerte estaba cerrada. Una nave imperial, se notaba por la división de los controles, la silla del capitán en medio, los cuatro lugares de control izquierdos para la navegación y los cuatro derechos, con pantallas y controles de batalla, palancas y dispositivos de disparo. La silla del capitán con respaldo más alto y controles de ambas categorías. Dos mujeres sentadas en las sillas de navegación controlando coordenadas, supongo yo. Las sillas de la derecha vacías… esas sólo se utilizan en batalla. La del capitán ocupada por un hombre que al vernos subir se levantó a recibirnos. De piel oscura, más alto que yo, rasgos fuertes, descendencia africana seguramente, vestía pantalones negros de tela gruesa y bolsas a los costados, camiseta blanca sin mangas y cinturón de armas con una láser 64 que le colgaba a la cadera, típico uniforme de militar imperial. Parado con los pies juntos y las manos por detrás, saludo formal de la fuerza espacial. Me esperaba con cara ilusionada y una sonrisa disimulada – ¡Sebastián! – dijo con voz profunda y ya no pudo contener la expresión de felicidad que ahora se dibujaba a todo lo ancho de su rostro, se inclino como saludando a un oficial mayor y yo hice lo mismo. Al notar mi cara de incertidumbre se acercó y presentó – Marcus Sundiver – ese nombre tan familiar, su talante conocido, mi cara se iluminó antes de que él lograra explicármelo – ¡Marcus! – dije yo entusiasmado mientras él me levantaba en un fuerte abrazo, había servido a mi padre desde siempre, fueron compañeros en la academia de vuelo. Hacía casi diez años que no lo veía, ni tampoco a mi padre. Fue mi primer instinto preguntarle – ¿Dónde está papá? – era lógico que si él estaba en la nave papá estaría también. Su cara se torno seria – Bastian – dijo con ojos tristes – ¿no sabes lo que pasó? – ¿Qué? Dime Marcus, ¿qué ha pasado? – Insistí angustiado – ven chico, siéntate – me dijo con voz ronca – ¿cuántos años tenías la última vez que te vi? – Preguntó sacudiéndose la tristeza un momento – catorce, quince tal vez – contesté – fue la última vez que vi a papá también – agregué regresando al tema – sí – continuó – fue antes de salir a Júpiter, teníamos que ayudar a la Resistencia – esa parte de la historia ya me la sé Marcus
– Interrumpí – cuéntame qué pasó – quedamos atrapados en batalla
– continuó con voz nerviosa – si nos íbamos las tropas leales a tu padre se marcharían también, la Resistencia caería y los Colonos tomarían Base Tierra, peleamos mucho tiempo, seis años se pasaron volando, por fin los Colonos, cansados y sin el apoyo del Imperio Zelta accedieron al armisticio, tu padre estaba a cargo – agregó con tono orgulloso – él consiguió la paz. Este, el Dragonfly – dijo mirando a su alrededor – es la última nave que comandó – ¿cómo? – inquirí yo sorprendido – ¿y el Crisomheaven? – Sus ojos se nublaron otro vez – en el camino de regreso a la Tierra – explicó – volvíamos por ti, tenías ¿veinte? – veitidos – Tu padre estaba orgulloso, tus hazañas en el sur de la galaxia, en la guerra de invasión, habían llegado hasta nosotros, estaba ansioso por reencontrarse contigo, ayudarte – Marcus – dije haciendo que volviera al punto. Ya no necesitaba que me dijera lo que había pasado sólo quería saber cómo – comenzaron a perseguirnos – continuó con la mirada perdida – ¿Quiénes? – Pregunté
– ¿los Colonos? – No – dijo aún con la mente en otro lugar – otro tipo de naves, no sé a que Imperio pertenecían pero Lukas (mi padre) las reconoció, nos persiguieron por 30 gates chico, eso es mucho tiempo, tu padre sabía que venían tras él – cuando dijo esto volvió a mirarme a los ojos – tenía miedo, miedo de que te encontraran, o a Carolina
– ¿a mamá? – murmuré asustado, Marcus continuó – así que, se acerco a mi, me abrazó y me dijo que esperara, que cuando tuviera noticias de Carolina comenzara a buscarlo, subió al Crisomheaven… se fue… y las naves tras él – entonces no está muerto – dije aliviado – ¡chico! – Dijo dándome una palmada en el hombro – esas naves, no eran cualquier cosa, yo… – Marcus – interrumpí – me sorprendes ¿lo buscaste? – claro, ¡Dios sabe que lo busque! Apenas recibí la carta de tu madre, meses después de que Lukas se fuera, comencé a buscarlo – ¿y? – Pregunté – nada chico, ni su rastro, nada en el radar, he ido a casi todas las bases en las que se le ocurriría esconderse y nada, han pasado 4 años… – ¿4 años? Es el mismo tiempo que tengo de no tener noticias de mamá… la carta ¿Qué decía? – Interrumpí otra vez – Capitán – dijo una tercera voz, una chica de cabello oscuro y ojos miel, piel blanca y boca pequeña – Capitán – dijo otra vez – La tripulación quiere saber si partiremos pronto – sí Marion, en un momento, llámalos a cubierta ¿quieres? – Ya están allí señor – respondió la chica, Marcus asintió – terminaremos la conversación en otro momento chico, ahora quiero que conozcas a la tripulación. Bajamos las escaleras, comprobé que sí se movían, caminamos hacia la pequeña sala alfombrada, La Tripulación nos esperaba. Al vernos llegar todos se pusieron de pié y saludaron a Marcus llamándolo Capitán – ésta – dijo Marcus con animo orgulloso – es mi tripulación. Muchos de ellos también sirvieron a tu padre: el pequeño de allá es Rob Tousday, Ángela Maverik y su esposo Démian Maverik, Lucille Rivers y Bernard Rodrik – salude a todos con un gesto
– las dos mujeres estarían en sus cuarentas, Lucille, rubia de pelo corto gran sonrisa y ojos claros, Ángela era una mujer alta de piel canela, cabello rizado, ojos cafés penetrantes con forma felina y nariz delicada. Rob es un chico extraño, pequeño, no tendrá más de 20 años, usa anteojos y lleva el uniforme de manera peculiar, los pantalones muy cortos de abajo, no le ajustan bien así que los amarra a la altura del ombligo, la camiseta blanca se le ve muy graciosa, holgada sobre esos flacuchos hombros. A Bernard lo reconocí, un hombre ya entrado en años con barba grisácea y poco pelo, algo barrigón pero fuerte, al notar mi cara de desconcierto se acercó a mi, me tomó de los hombros y dijo – ¡Bastian! Estás enorme muchacho, ¡todo un hombre! – Bernard solía pasearme por la nave cuando yo viajaba con papá y él se encontraba ocupado. Bernard me enseñaba de mecánica y me contaba historias de piratas antes de dormir, algunas eran anécdotas pero siempre agregaba algún elemento fantástico, se me escaparon un par de lagrimas cuando me vinieron esos recuerdos a la mente y al verme así el viejo bonachón me dio un fuerte abrazo y se apartó a secar sus propias lagrimas con un pañuelo sucio. Démian es más bajo que su esposa, tiene un aire irlandés, tez blanca, pelo y barba rojiza. – Ellos se encargan de volar la nave – continuó Marcus – dirigirla, tomar coordenadas… todo lo técnico, también te guiarán si sales en nave de comisión. Todos menos Démian él es nuestro mecánico – me lo suponía, pensé, el overol gris enrollado en la parte de arriba hasta la cadera de modo que sólo sirviera como pantalón, la camiseta manchada y el grasoso trapo en el bolsillo de atrás lo delataban.
– La doctora Alexandra Roman, a la que ya conoces – continuó Marcus
– Bruno Moon es el sujeto grande de allá – dijo señalando al enorme tipo que ya había visto antes, era muy alto y fuerte, de proporciones exageradas incluso, llevaba puesto el mismo uniforme que Marcus y el mismo corte; rapado al ras de la cabeza. La camiseta sin mangas dejaba ver sus musculosos brazos los cuales cruzaba en pose exuberante, tenia expresión de enfado constantemente, una cara tosca y agresiva. Cuando posé ojos en él hizo un ademán de saludo con la cabeza, le devolví el gesto.
– aquella es Marion Parpadelly – dijo Marcus señalando a la chica que nos había llamado antes – y por último Vincent Walker, ellos se encargan de protegernos en batalla, disparar los cañones o volar las naves de comisión
– Los que toman la acción – interrumpió Rob con sonrisa estúpida, Bruno lo fulminó con una de sus atroces miradas. Vincent estaba sentado fumando un cigarrillo, parecía tranquilo, un tipo de unos cuarenta y tantos de tez blanca y ojos grises indiferentes, barba de candado negra y cabello espeso del mismo color, alto, de espalda ancha, muy italiano. Vestía el uniforme y una chamarra negra de cuello alto. Uno de esos que acostumbran tener mucho encanto con las chicas, el típico marino con un amante en cada puerto. Ni si quiera cambió de posición cuando Marcus lo nombró – supongo que ya lo saben – dijo Marcus dirigiéndose a su tripulación – él es Sebastian Crisom, hijo de Lukas y Carolina – dicho esto Vincent apagó su cigarrillo y desapareció por el pasillo seguido de Bruno y Marion que se despidió con la mano, a Marcus no pareció gustarle este gesto pero no le prestó mucha atención, Démian se acerco y palmeándome un hombro dijo ¬– bienvenido a bordo chico – gracias – murmure yo con una vaga sonrisa mientras él se alejaba hacia el angar. El resto se sentó en la pequeña estancia y Marcus subió a la sala de mando – ¿cuántos años tienes chico? – Me pregunto Ángela
– veintiseis – respondí – ella y Lucille me lanzaron una mirada dulce
– ¡vaya! – Dijo Bernard con una sonrisa – Como pasa el tiempo – se había sentado a un lado de Lucille y le tomaba la mano. Marcus se asomó desde la sala de mando y gritó – ¡a trabajar! – todos se pusieron de pié y Ángela con un suspiro murmuro – “a trabajar”, no nos dejan en paz ni un momento “a trabajar” – dijo en tono burlón, me lanzó una sonrisa y al pasar junto a mi se detuvo – tienes los ojos de tu padre, chico – dijo, se quedo perdida, pensativa por un momento y siguió su camino. Ella también pensaba que mi padre estaba muerto. Subieron a la sala de control, la doctora miró su reloj y dijo – en un par de horas te llamaré para examinarte, mientras tanto puedes descansar. Ven, te mostraré tu habitación – no – interrumpió Marcus – yo lo haré, gracias Alex – ella asintió con la cabeza y se metió por el pasillo – ven – dijo Marcus con una sonrisa – la nave es muy grande pero te mostraré los lugares que necesitas conocer – seguimos a la doctora, ella continuó de largo por el pasillo y nosotros doblamos a la derecha por la primera puerta… no hay puertas a la izquierda en el pasillo. Bajamos unas largas escaleras inmediatas a la entrada que nos llevaron a una habitación gigantesca. Sólo estaba iluminada por donde veníamos – esto es lo que llamamos el refrigerador – dijo Marcus y activó las luces, aún así no se podía ver donde terminaba – es… ¿una estación de llegada? – dije yo impresionado – sabía que había naves imperiales con capacidad de recibir a una nave amiga pero no de esta capacidad – Marcus asintió, un escalofrío me recorrió la espina – por eso lo llamamos el refrigerador – dijo Marcus
– Es imposible calentar un espacio tan grande. Hay otras tres plataformas iguales a esta en la nave, otras dos más pequeñas como para el Crisomheaven y una más pequeña en la parte superior para… – ¿cápsulas de emergencia? – Inquirí con una sonrisa – en efecto – asintió Marcus – un Carguero Imperial de Batalla – dije sorprendido, Marcus apagó la luz y subimos por las mismas escaleras. Ahora caminábamos por el pasillo – esta es la habitación de Bernard – señaló Marcus con respecto a la siguiente puerta – esta la de Lucille – continuó – la de Ángela y Démian, la de Rob
– Se detuvo en una puerta – al fondo la enfermería que ya conoces y a un lado la habitación de Alex – abrió la puerta frente a nosotros, esta guiaba a un entrepiso de escaleras que tomamos hacia arriba – ¿por qué no hay puertas del lado izquierdo? – Pregunté mientras subíamos – ¿notaste el angar bajo la sala de mando? – Sí – pues, continúa a todo lo largo del pasillo, si hubiera puertas izquierdas todas te llevarían a él – debe ser enorme – dije yo – en un minuto te llevaré a conocerlo – contestó, llegamos al siguiente intervalo y entramos a otro pasillo, este tenía puertas a los dos lados, las escaleras continuaban hacia arriba pero no logré ver a que llevaban, Marcus titubeó antes de continuar – al fondo, el segundo piso de la enfermería, las habitaciones del lado izquierdo son de la tripulación, las derechas son habitaciones disponibles, aquella – dijo señalando la contigua a la enfermería – es la de Bruno, la siguiente es de Marion, después la de Vincent – continuó mientras avanzábamos – esta será la tuya y la ultima es mía – tocó la puerta con los dedos índice y medio de la mano izquierda y la puerta se abrió. Entramos a una pequeña recamara con alfombra verde oscuro, una baja cama con acolchado crema y un par de muebles de madera oscura; una cómoda y una mesita de noche. Más allá se abría otra puerta que llegaba al baño, sobre la cama estaba mi chamarra de la fuerza aérea, supongo que la tenía puesta cuando me encontraron. Marcus hizo que pusiera el dedo índice y medio de la mano izquierda en el tablero de la puerta para que sólo yo pudiera abrirla –esta habitación solía ser de tu padre –esto llamó mi atención –la ropa en la cómoda también era suya –continuó –supongo que te quedará bien –asentí con la cabeza. Después de esto regresamos al pasillo, pasamos la habitación de Marcus y salimos a una habitación amplia donde en medio se encontraba una mesa larga – aquí nos reunimos todos los miércoles después de comer para solucionar cualquier problema que se pueda presentar. En realidad nos sentamos a discutir estupideces cuando no tenemos nada que hacer. Al fondo hay una puerta en el piso que te guiara al angar por si hay alguna emergencia, si estamos bajo ataque, es la manera más rápida de llegar a la sala de mando – regresamos por donde habíamos subido y en las escaleras Marcus continuó – si sigues bajando llegarás al comedor, al que iremos pronto – dijo consultando su reloj, cruzamos la salita alfombrada y nos encaminamos hacia el angar – y sin más espera…– dijo Marcus al entrar. Sentí nostalgia, las naves de colección de mi padre estaban allí, el Bananas que, supongo, se explica solo, el LsD, la primera nave diseñada para volar en atmósfera y espacio, el Arcángel, la mejor nave de batalla que existe, Marcus notó cuando me detuve ante esta – la mejor nave de batalla que existe, chico, tenemos seis de esas – ¡¿seis?! – Respondí sorprendido – son las que usamos regularmente – dijo con una sonrisa orgullosa – ven, chico, quiero mostrarte algo – lo seguí a través del angar hasta el fondo donde este se hacía mas alto… y allí estaba…– el Dandelion – murmuré, la nave de mi madre. La diseño mi padre antes de diseñar el Crisomheaven y se la regaló a mamá, son básicamente iguales, el Dandelion es más pequeño – es la mejor nave a bordo – dijo Marcus – tu madre la trajo en un viaje hacia la frontera de Júpiter pero tu padre no quiso que regresara en ella, no sé por qué, ni siquiera yo se manejarla – yo sé – murmure – ¡¿tu sabes manejarla?! – Preguntó sorprendido – no, me refiero a que… yo sé por que no quiso que regresara en ella – ¿porqué? – Inquirió curioso – Marcus ¿Qué decía la carta de mi madre? – Te la daré después de comer, lo prometo – salimos del angar y nos dirigimos a las escaleras. Bajando se abría un comedor de mesa larga hecha de metal con platos y cubiertos del mismo material, las sillas variaban, algunas eran plegables otras eran de madera vieja que rechinaba sospechosamente al sentarse, como si en cualquier momento fueran a ceder, tras la mesa se divisaba la barra de la cocina donde un par de cacerolas humeantes reposaban sobre las estufas. Al llegar allí Marcus se sentó en la cabecera izquierda siendo esta la mas cercana a las escaleras, la mesa seguía hacia la derecha unos metros más pero todos se acomodaron cerca del capitán, yo me senté a su lado. Al llegar nosotros ya se encontraban allí Marion, Bruno y Vincent, quienes se habían sentado en ese orden dando la espalda a la cocina, habían tomado las mejores sillas y charlaban animosamente, los demás no tardaron en llegar – Hm. Siempre nos dejan los peores asientos – comentó Ángela mientras se sentaba en una chirriante silla de madera junto a mí – ah, los buitres siempre llegan primero a la cena, querida – dijo Bernard lanzando una mirada severa a los aludidos quienes decidieron ignorarlo, Bernard acomodó el asiento de Lucille y se sentó junto a ella dejando un espacio para Démian al lado de su esposa. De pronto se oyó un estruendo en la parte de atrás de la cocina y enseguida se escucharon maldiciones, a continuación un señor gordito de rostro severo salió con otra gran cacerola y al dejarla en la estufa regresó a gritar un par de cosas a un muchacho que salía con un platón vacío que dejaba en el lavabo y al tomar la escoba regresaba por donde había salido, el muchacho regresaba con una bolsa de basura y el señor se dedicaba a gritarle unas cosas más – eh, Tim – grito Marcus – deja en paz al muchacho un momento y ven a conocer a nuestro nuevo pasajero ¿quieres? – Tim cambió de expresión y se acercó a la mesa, vestía pantalones de mezclilla, una camiseta sucia y un delantal blanco encima – ¡vaya! – Dijo – ¿ya está despierto? – sus pobladas cejas se movían mientras articulaba. Se acercó y después de limpiarse torpemente la mano con el delantal, la tendió en forma de saludo – Tim, Tim Mcdonalds, muchacho, a tu servicio –gracias
–Me apresuré a responder – yo soy Ba…– pero si ya sé quien eres, muchacho ¿por quién me tomas? – Dijo disgustado – ¡Bienvenido a bordo! – Agregó cambiando el tono – regresó a la cocina a seguir maldiciendo al pobre muchacho que ahora removía el contenido de una de las cacerolas
– ¿quién es el chico? – Pregunté – ese es su hijo Tom – contestó Marcus
– Pobre chico, desde que murió su madre el viejo no le da tregua – agregó Ángela indiferente – eh, Tomas – dijo Bernard refiriéndose al muchacho
– ven a que te conozcan – el muchacho vino apresurado, tenía aspecto despistado, las mismas cejas de su padre que arqueaba en expresión inocente, al rodear la mesa tropezó con la pata de la silla de Marcus y casi termina con la cara embarrada en el piso, pero parece que la experiencia le había enseñado a poner las manos – mu-mucho gusto – dijo nervioso extendiendo una sudorosa mano, su padre lo llamó enseguida para que continuara sus labores, el chico regresó de inmediato a la cocina dando cortos y fugaces pasos – buenas tardes – dijo Démian al entrar al comedor y tomó su lugar en la mesa, Rob llegó poco después, tenía un libro de astrofísica en las manos y no le quitó los ojos de encima en ningún momento, la doctora fue la última en llegar, dio la vuelta a la mesa y se sentó junto a Vincent quien la miró de reojo. Tim se acercó a la mesa y sirvió en cada plato un poco de guisado, él y su hijo comieron con nosotros – no lo creo – escuché decir a Bruno – yo digo que sí, es su hijo después de todo ¿no? – Le contestó Marion – eh, chico – terció Vincent – parece que has provocado una discusión entre estos dos – continuó con tono burlón
– quieren saber si…– bueno, tenemos la duda – siguió Bruno riendo – tu… ¿sabes cómo volar el Crisomhaeven?– Preguntó por fin Marion – los tres me miraban curiosos, todos en la mesa habían callado y esperaban mi respuesta – sí – dije por fin – sé como funciona – Bruno se apoyo en el respaldo negando con la cabeza – te lo dije –señaló Marion sonriendo – de ningún modo – contestó él aún negando – Vincent seguía mirándome pensativo, desvió la mirada y se quedó cayado por largo rato, al terminar su comida sacó del bolsillo de la chamarra una cajetilla blanda de Phyllip Morris y encendió su cigarrillo con un Zippo de plata opaca. Los “técnicos” se retiraron al terminar de comer a excepción de Marcus que encendió un puro ancho con un cerillo largo, Alex se levantó – te espero en la enfermería en quince minutos – dijo mirando su reloj, esto le llamó la atención a Vincent
– gracias por la comida Tim – dijo Alex y desapareció por las escaleras, Vincent apagó su cigarrillo y la siguió, Bruno le lanzo a Marion una mirada cómplice y los dos rieron discretamente… – eh, Bastian – dijo Marion antes de subir las escaleras – después de ir a la enfermería reúnete con nosotros en la salita del angar ¿quieres? – asentí con la cabeza, ella me lanzó una sonrisa y se fue.
Recorrí el pasillo para llegar a la enfermería, la puerta estaba abierta
– ¿Alex? – Murmuré antes de entrar, no hubo respuesta – ¿Doctora Roman? – Dije otra vez – hablaremos después – escuché que susurraba ella – pasa Bastian – dijo con voz más fuerte, me adentré en la habitación.
Ella avanzaba hacia la puerta de la enfermaría con amable sonrisa – ven, siéntate – me dijo señalando una camilla alta de metal, Vincent estaba apoyado en una pared y me miraba con malas pulgas, me senté en la camilla y Alex se dio media vuelta para dirigirse al “dandy del rincón”
– ¿nos permite, comandante? – a Vincent no le gustó el tono y pesadamente salió de la habitación sin dejarme antes, una amenaza con la mirada.
La doctora es una mujer muy bella, me pidió que me quitara la camiseta, tomó el estetoscopio colgado en su cuello y lo calentó con las manos antes de ponérmelo en el pecho – respira profundo –dijo mientras me miraba a través de sus ligeros anteojos que se resbalan constantemente por su fina nariz, no es difícil respirar profundo cuando una mujer así te lo pide.
Puso una de sus manos en mi hombro y pasó el estetoscopio a mi espalda, casi abrazándome – otra vez –me dijo sin mirarme a los ojos, concentrada en el sonido, puso el aparato otra vez en su cuello y sacó del bolsillo de la bata un termómetro, me sostuvo la cara con dulzura y lo metió en mi oído, lo sostuvo allí un segundo y me miró a los ojos, quitó el termómetro y me levantó la cara desde la barbilla, aún mirándome a los ojos, se fijó en lo que registraba el aparato y lo guardó, sacó la “linternita” y me alumbró los ojos mientras detenía mi frente y despejaba mi cabello con la otra mano. Tiene buen tacto, suave, es del tipo de mujer que cuando te toca sientes primero la intención, sabes perfectamente hacia donde se dirige, sientes el calor de sus manos antes de que te toque y después, sientes la ligereza de su piel contra la tuya. La doctora es una mujer muy bella – ¿cómo te sientes Bastian? - Dijo sentándose sobre un escritorio cercano, tomo una carpeta y anotó alguna cosa – me… siento… bien, un poco cansado… tal vez - ¿te has sentido mareado? – en este momento me siento mareado, ¡mareado por ti! (pensé) – no… - contesté suspirando – ¿te ha dolido la cabeza? – no… - ella seguía anotando – muy bien – dijo mientras caminaba hacia un gabinete y tomaba un frasco – tómate una de estas antes de cada comida, te van a ayudar con eso del cansancio – me las puso en la mano y regresó a escribir en la carpeta – pues… eso es todo, mañana temprano ven a verme para revisarte otra vez… … ya te puedes ir Bastian – dijo a mi tardanza, me puse la camiseta buscando alguna excusa, pero no encontré ninguna siempre he sido malo para este tipo de cosas, que estupido soy…
Fui a mi habitación a descansar un rato, al cerrar los ojos regresé a mi nave, Sofíé me gritaba desde la sala de mando – ¡Capitán!, Capitán… ¡Bastian! – Otra vez la desesperación, Laura corriendo de una computadora a otra – ¡el escudo 4 también caído! – caos total, terremoto constante, Hugo me grita desde abajo – los motores están fuera, no hay manera de alcanzar velocidad luz – la alarma gritando, el calor insoportable – ya sé, ya sé – me digo a mi mismo, respiración a punto de un ataque de ansiedad - ¡Bastian! – Sofíé sacudiéndome – se acabó – me mira con decepción, alguien me toca el hombro, es papá… me desperté sudando, me levanté corriendo al baño con un sólo propósito, vomitar…
Cuando entré a la salita Bruno y Marion me esperaban – tienes cara de susto, chico – me dijo Bruno de buena gana – ¿todo bien? – Preguntó Marion – sí – me apresuré a decir en vos baja – pues eso espero – dijo Bruno – porque te tenemos una sorpresita – algo tenía su cara además de diversión macabra… estaba emocionado (miedo) – tu tranquilo Bastian
– Dijo Marion (preocupación, mucho miedo) – ¡¿Qué?! – pregunte con cara de angustia, Bruno se levanto y me puso su fuerte brazo alrededor del cuello obligándome a caminar hacia el angar, Marion nos seguía alegremente – y… dime chico ¿alguna vez has manejado un Arcángel?
– dijo Bruno, miré hacia la sala de mando, desde allí me miraban Marcus y Ángela, también se asomó Rob, que con una sonrisa le murmuró algo a Ángela, ella soltó una carcajada – ¿Marcus? – Dije desconcertado – no me mires a mi, chico, esto es cosa de ustedes… - y se dio la vuelta disimulando seriedad – Bernard estaba en el angar junto con Demian que se limpiaba las manos de grasa – ¡se ve que te tomaron cariño! – Dijo Demian sonriendo mientras Bernard miraba severamente a Bruno. Esto me huele mal, pensé, me hule a novatada. Bruno me soltó frente a la nave y se frotó las manos
– ¡a bordo! – Dijo riendo – se me escapó una sonrisa y me subí al Arcángel de un salto – mientras se cerraba la ventanilla con sonido metálico comenzó a sonar una canción en mi cabeza “Song to Say Goodbye” de Placebo, la maquina estaba en automático y comenzó a recorrer el angar. Tomó velocidad y pronto llegó a la pista de despegue. Cuando todo comienza a hacerse borroso por la vibración, te escupe hacia la nada y todo se desliza, como una Fragata recorriendo el océano al ligero empuje del viento. Tome los controles y gire la nave para ver el Dragonfly, ¡Mierda! era enorme, pintada de blanco relucía en el vacío. Globos de metal pagados a otros más grandes. Me troné el cuello y me froté las manos pero cuando quise acceder al teclado… estaba en chino, literalmente, le habían cambiado el idioma. Una voz sexy me hablaba en chino-mandarín, y el teclado eran símbolos in entendibles – yo hablo español… ¡y mal español! – ¿todo bien chico?
–Escuché en mis oídos, era Bruno, algo me pasó por delante, él también había salido y estaba en el intercomunicador – estamos en modo de entrenamiento – continuó - vamos a ver como te las arreglas ¿te parece?
- ¡no! pensé, pero no había mucho que pensar, Bruno se puso frente a mi y comenzó a disparar, las luces se estrellaban contra la ventana dejándome casi ciego, de acuerdo… no hace falta entender chino… con la palanquita te mueves y con los botoncitos disparas ¿no? jalé la palanca y la nave respondió perfecto subiendo rápidamente, al presionar los botones dos luces azules salieron de los costados de la nave. Láser de baja intensidad, no perjudican y en método de entrenamiento la computadora las registra como daño. Okay, acelero, me doy la vuelta y le disparo… no está… - encontrar blanco – ordeno a la maquina, la voz me recuerda en chino que no me entiende un carajo – cambiar idioma – la china sexy me responde que ni madres… okay, busquemos de manera tradicional, volando rápido para que no me intercepten, seguro él si sabe donde estoy, seguro me está viendo. Paso por abajo del crucero. Una nave sale disparada, la sigo, no es Bruno
– dos contra uno – se escucha, es Marion que hace girar su ángel hacia arriba y queda tras de mi. Piruetas hacia la derecha, bajo, subo, ya te vi, le doy en el alerón, cuando vienes desde abajo no pueden hacer mucho, disparo sin descanso… cuidado con Bruno… la nave vibra, está detrás de mi, media vuelta, hacia arriba del crucero, aquí los espero, sus radares si están activos, otra vibración. Marion por el frente apuesto a que Bruno viene por detrás, impulsores bajos, ¿cómo rayos activo los impul… vibración constante, carajo me están haciendo mierda, ¿Cómo se dice “descargar bomba” en chino? Vámonos, hacia arriba como se pueda, giro patentado, pirueta de película, picada de persecución, disparo a Marion, la alarma suena dos veces – carajo – la escucho decir – estas fuera – contesto, su nave se dirige de regreso al crucero, golpe sorpresivo, Bruno otra vez por detrás
– el honor te vale madres ¿verdad? – Digo sonriendo – el honor no está en juego – contesta. Bien… giro hacia arriba me coloco a su derecha, aún está atrás, freno en seco sigue de largo, lo alcanzo, disparo, disparo, disparo, él gira hacia arriba, yo freno otra vez, no logra ponerse detrás, disparo, disparo, freno, voy para abajo, subo, el gira creyendo que aún estoy detrás, lo agarro desprevenido a baja velocidad y… doble alarma – ¡sí! – Grito
– ¡no! – Contesta él – bien chico, pero te falta uno – la nave de Bruno va hacia el crucero – y otra sale, esta pintada de cobalto – una bomba se me estrella en la cara – pon atención – no me sorprende que sea Vincent, viene directo hacia mi, me lanza otra bomba, hacia la derecha rápido, carajo tiene rastreador, acelero, llego al crucero, antes de chocar pirueta hacia abajo, la bomba se queda en la pared del Dragonfly, sigo bajando - ¿me estás huyendo? – Se escucha con tono arrogante – ya quisieras – maldito - ¿chico, estas bien? – la voz de Bernard desde el teclado, me quito el casco para que Vincent no escuche – Bernard ¿cómo se dice bomba en chino?
– ¿achingal a sumadle? Je je – alguien le arrebate el micrófono – Bastian
– Es Marcus – presiona el último botón de la derecha hasta arriba para soltar la bomba – Vincent se mueve, sabe que vengo por abajo, no importa estoy detrás, botón de hasta arriba a la derecha, bomba soltada, se mueve, la bomba lo sigue, la esquiva otra vez… ¡carjo! Viene hacia acá… no me dispara, se sigue de largo y mi propia bomba me da de lleno. ¡Que pendejo! La alarma suena dos veces y mi ángel regresa en automático al crucero. “La cabeza en frío, siempre en frío” decía mi padre, que pendejo…
Al bajar de la nave no miré a nadie, me fue a mi habitación lo más rápido que pude, ignoré a Bruno diciéndome que lo había hecho bien, a Ángela preguntando si me había lastimado e incluso a Alex que trataba de detenerme y le decía a Bruno en tono de regaño que no tendría que estar volando aún.
... continuará

Texto agregado el 24-05-2007, y leído por 133 visitantes. (0 votos)


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