Camino tranquilo en medio de las calles grises y los bulevares plagados de misterios y sombras de alegrías pasadas. Ahora solo hay un murmullo de recuerdos de risas, amistades... tiempos perdidos en medio del presente. Extraño el pasar de la muchedumbre, de los soñadores raídos por el devenir de los años, de la tristeza (un mal natural en aquella época), de todo aquello que fue mío.

Contemplo un campo de rosas (o de sueños), me pierdo entre su fragancia y siento el frío de la brisa que alguna vez fuere mi compañera. Sé que pronto me encontraré con algunas miradas conocidas. Todas me pedirán que las acompañe. Yo, como siempre, oiré en silencio sus súplicas y les diré - no, aún no. - Pensarán que soy tonto, pero sin titubear seguiré aquí observando pasar a cada uno de ellos en forma desordenada y tumultuosa a esa puerta descubierta tan recientemente. Mientras tanto, mis ojos reconocerán por última vez sus rostros, iluminados por la luz que viene del otro lado.

Alguien me dijo que ella no ha querido irse, quizá me esté esperando. También me han dicho que él pronto atravesará la entrada al paraíso... sin ella, pero para entonces yo estaré ahí y le mostraré mi propio edén, aquel que cada vez menos conocen y el cual a muy pocos le importa. Creo que la tomaré de las manos y ella sabrá lo que siento, y dirá que sí.