Vamos a dejar a un lado las ropas,
olvidemos por un rato que nos conocemos
desde hace unos cuantos minutos,
despojemos la vergüenza conocida,
miremos a nuestro alrededor,
el cuarto está vacío y el edificio abandonado,
no hay ojos que nos señalen.

Limpia mi boca con tus labios,
improvisa una diversión descarada
para que podamos seducirnos
razonablemente antes de arder en sudor.

El tiempo no alcanza, besa mi dorso,
toco tus músculos y beso tu abdomen.
Te vengas de las mordidas en el cuello,
me divierto con los besos en el ombligo.

El cuarto es nuestro, el suelo y el polvo
son nuestra madriguera, revolquemos
los cuerpos en el polvo, formemos
falso barro en nuestras uñas.

Quita la sal a mi sudor,
mientras te lamo lentamente
con pausas en la boca,
procurando no olvidar
los lunares de tu espalda.
Frotando la lengua entre
las recónditas y agudas partes
extraordinarias que oculta tu cuerpo.

Por favor, convénceme de que no
ha pasado más de una hora.
Es mejor encontrarnos tirados aquí
que en una limpia y triste cama de hotel,
aquí somos dos extraños sin penas,
en busca de varias glorias.
Somos dos más del montón
asfixiándose con sus alientos.

Susurra palabras inagotables
en los próximos minutos,
recorre el terreno con tus dedos,
ahora tenemos un tiempo basto
para entregarnos y matarnos más de una vez.
Venguemos nuestra soledad con estos
contactos malsanos, muramos en la orilla del mar.

Sobre tus labios, convencido de perderme en ellos.
Me hastío de ti, de este cuarto de polvo y jadeos.
Se acaba el show, se extingue la llama
del deseo fugazmente digerido,
nos abandonamos complacidos,
hartos del placer en la lengua y en los sexos.

Convénceme nuevamente
que esto será lo último de la noche.
Sólo convence a mi cuerpo
que tu boca no lo tocará más.
Se acaba el tiempo, es así.
fue muy simple, y mira,
ahora estamos caminando de regreso.

Pioxo.