Estas épocas caen lluvias en la costa, el aire azota árboles y en mi esperanza blanca toda musa enciente agujas y lagrimea. Elevé mis ojos y mis manos para recibir un reino y una gota que sepa a amor, que pique en los labios como consuelo. Mas luego de atravesar ciudades con la marcha de un soldado desértico en mirada, desértico en la lengua, toda luz parpadeó hasta cerrar las nubes. Se apagó la fuente, marchita la jungla prometida y yo no quiero tours ni analgésicos.

Comprar y vender en abrazos, sangre común, centavos y fortunas de amigos, de amores, de dioses, semidioses. Hoy no hay una venta de garaje: mi noche a solas tiembla, un poco de frío y otro poco desierta. Entonces no hay fotografías que prueben mi lazo con persona alguna, firmas ni tarjetas con mis genes, ni mis desechos. Estas épocas caen lluvias como mares y en las calles mis pasos van secando las veredas. Van borrando la lágrima que exhala la tierra, van borrando mis recuerdos en los recuerdos de otros, van borrando segundo a segundo el goteo.

Ya una noche dormí y esa misma noche tuve frío, sed, pavor y celos. Criatura de una célula, ojos abiertos, espejismo calmante de una hambruna de hielo. Un día hablé y dije todo, y también me oculté bajo una higuera. Jugué con mis labios ante una bailarina. Ya mis manos estrecharon toda clase de objetos. Hoy cae la lluvia y no soy un rebaño, no soy una armada completa. Es un día plano, superficie arenosa. Es un tiempo de aquellos que se olvidan de pronto y se rompen en piezas para hacerse más pequeños que la arena. El universo ya no es mi testigo.

Dejo mis ropas, mis ojos y mis demás objetos a mi compañera de celda. De más está decir que su calvario fue grande: a ella dejo todo lo que pueda ser útil para borrar mis rastros y llevarla de vuelta al mundo. De más está el adiós. No tengo más aliento. No tengo más sed. No me lamento, no quiero volver, no voy a complacer o causar ira. Mis pasos se desvanecen. Por un segundo siento cosquillas. Levántense mis ojos. Es duro el camino a recorrer. Mas así ensimismado en mi debut y despedida, puedo cruzar océanos como un pez. Mis pasos se hacen horas de vuelo y nada puede caer. La barrera del sonido haciendo ecos. Es mi turno. Allí estoy. Mírenme volver.