Una taza de café y dos cucharadas de azúcar
¿Cómo te puedo demostrar que te quiero de verdad? Y sin embargo es inevitable causarte sufrimiento. ¿Crees que soy malo porque hago las cosas mal? Pero la verdad es que no estaba planeado que tu entraras en mi vida y que te adueñaras de mis sentimientos y de mi corazón. A veces, cuando me emociono al platicar con tigo en vivo, me dices que me sientes frió, pero no sabes como me tiembla el cuerpo y me transpira la piel, como dejo el volante del auto húmedo porque las palmas de mis manos sienten que te tienen cerca y me pasa como a los niños que quieren tocarme para saber si soy real o no. ¿Y tú me preguntas si soy real? ¿Qué te dice tu corazón?
A veces me has dicho que al dormir me sientes cerca. Cuando hablamos por teléfono me dices que me tienes cerca y que puedes sentir mis sentimientos y saber mis emociones. ¿Cómo puede ser eso si yo no existo?
¡Ya sé! Has estado sintiendo al que me inventó todo este tiempo. El te ha transmitido toda esta vibra y todas estas emociones. Es él quien en realidad siente lo que tú sientes. Y has soñado con él sin darte cuenta. Quizás él te ha estado hablando de su vida sin que te dieras cuenta o te ha metido como personaje central de su última historia. ¿Sabes que él conoce el lenguaje de los ángeles? No se le haría difícil llegar hasta donde tu estas y cuidarte si te quiere tanto.
Como dijiste, eres muy tenaz, insurrecta, denodada, persistente. ¿Por qué no vuelves a ser adolescente, cuando creías que el mundo estaba lleno de gente buena? Yo lo he echo a pesar de todo lo que ha pasado, solo así he podido sobrevivir. Cada día tiene sus propias inquietudes, y no podemos vivir pensando en los malos momentos que hemos pasado el día de ayer. Hoy es casi jueves para mi, solo faltan dos días para sábado. Y me emociona poder hablar nuevamente con tigo, porque haces que todo mi organismo vibre de adrenalina y sentimiento. Dulce junto con amargo. Como el café negro, tan amargo, pero tan estimulante; que es necesario añadirle azúcar para saborearlo.
¿Alguna vez te platiqué que me gusta el café negro? “Americano”, me corrigen en los merenderos cuando pido un café negro. “Americano, sudafricano, europeo u oriental. Del que sea, lo importante es que sea negro”, les respondo. Cundo me lo traen, lo dejo enfriar un poco. Soy de paladar muy sensible, todo me quema, no soporto lo caliente. Y al café tibio, pero que sea negro, me gusta endulzarlo con dos cucharillas de esas pequeñas, pero llenas. Mi padre me dice que me dará diabetes cuando crezca. Mi abuela Merche era diabética, así que seguramente por herencia, me tengo que cuidar de los dulces. Pero la vida es tan hermosa cuando te comes un dulce.
Las emociones suelen quitarme el sueño. Cuando me encuentro bajo mucha tensión, salgo a correr y correr y correr. Pero después, las endorfinas naturales de mi cuerpo, producidas como resultado del ejercicio, no me dejan dormir. Así que he resuelto mi problema tomando café negro. Es muy estimulante. Estas últimas mañanas me he despertado sin muchos ánimos. Yo también me encuentro muy triste. Pero tengo que levantarme. Pongo una cucharada extra de café en la cafetera desde la noche anterior y al levantarme se prepara solo. Mientras me arreglo, se alcanza a entibiar, y después le pongo azúcar. ¡No sabes lo estimulante que es tomar café por las mañanas! Te levanta el ánimo, te estimula el cerebro, te acaba de despertar. El resto me lo llevo en un termo para tomarlo durante el día. Casi estoy tomando un litro de café al día. Lo prefiero, a volver a recurrir a las drogas.
Y la emoción que me da poder hablar con tigo el sábado es inmensa. Pero al mismo tiempo es amarga, porque algo me dice que será la última vez que tu querrás hablar con migo. Y la sensación a veces es insoportable. Estas últimas noches he salido mucho a correr. Y a veces cuando por fin he logrado conciliar el sueño, de repente abro los ojos en un sobresalto. No puedo respirar y siento que algo desesperante me oprime el interior. Entonces me acuerdo de ti y lloro en silencio, boca arriba, recostado en mi almohada, y las lágrimas que escurren por los lados de mis sienes, a veces entran en mis oídos, o se van hacia adentro de mi cabeza y puedo saborearlas con el fondo de mi paladar. ¿Cómo puedo soportar esta presión horrenda? Recordando, que no importa lo que sienta, nunca se comparará a lo que tu estás sintiendo y por lo que tu estás estas pasando. Porque yo soy quien te ha ofendido, yo soy quien te ha fallado.
El sábado te pediré perdón, una vez más. Tendré que darte una explicación de todo lo que he hecho. Estaré dispuesto a escuchar todos los reproches que me tengas que decir. Seguramente tendré que soportar que rompas nuestro amor para siempre. Seré el cruel villano que abusó de tu confianza, si tú quieres. Te imploraré de rodillas tu perdón gritándote cuanto te quiero. Pero aun así es estimulante poder platicar con tigo una vez más. Como el café negro.
Pero toda esa amargura que desde ahora ya siento, la endulzo con dos cucharadas, de esas pequeñas, de mis recuerdos de ti y de lo protegido que me he sentido cada vez que haz hablado con migo. Me quedo con eso, porque si no lo hubiera experimentado en mi vida, entonces mi vida no hubiera valido la pena. Que bueno que fue con tigo, porque cualquier otra, te aseguro, jamás se hubiera preocupado tanto por mi. Por darme más bien que pedirme. Seguro cualquier otra se hubiera cansado de mí desde el principio, y nunca habría conocido la clase de persona que soy. Se hubieran quedado a medio camino. Y tú has podido llegar hasta donde nadie de los que me rodean lo han hecho. Has sido el azúcar que me ha permitido saborear, mi taza de café negro, de la vida.
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