De la casa al trabajo y viceversa (Prosa)
A esa hora del día, la corbata le resultaba un estorbo. La aflojó, sintiendo un hormigueo en los pies, que lo hizo estirarse cuan largo era en la silla, al tiempo que se quitaba los zapatos.
Intentó relajarse, puso un disco, se acomodó en su sillón favorito y el piano lo fue llevando por un camino sin retorno. Dormir. Le hacía falta.
Soñó algo que lo perturbó, tal vez fuera la pésima posición en la que había quedado, evidentemente el cuerpo obedece más a la tensión que a la necesidad de descanso .
O serían los pensamientos que le taladraban la cabeza, flotaban como un grumo de los que quedaban suspendidos en el pésimo café soluble que le preparaba su secretaria. Los pensamientos en los que buscaba solución a la tortura de su vida.
Se incorporó. Miro a su alrededor. Algo velaba sus ojos, como una densa telaraña que le impedía ver con claridad. Se llevó la mano al pecho, para cerciorarse de su propio latido. No sintió nada. Ahora, el índice a la yugular. Tampoco un solo signo allí. Con una mano tomó la otra. A la altura de la muñeca. Cero pulso.
Se levantó, sentía que iba en el aire, que no había suelo bajo sus pies. Fue al baño y al pararse frente al espejo, nada vio. Sólo un halo de luz. Giró bruscamente, temblando, o sintiendo la sensación de temblor en realidad. Miró hacia el sillón y vio su cuerpo, grotescamente dormido.
¿Dormido?
Caminó - ¿caminaba? – nuevamente hacia el sillón y mientras intentaba meterse de nuevo en su cuerpo - ¿su cuerpo, era ese su cuerpo? – se juró a sí mismo que si lograba revivir - ¿acaso estaría muerto?- todo sería diferente. Se lo diría de una vez, si al fin estaba así por ella, y qué mierda podía esconder. ¿ Y si se había muerto sin decírselo? Al final la vida era un infierno por no sincerarse de una buena vez.
Sacudió los hombros. El piano seguía sonando. Y escuchó la voz, zumbándole como una abeja, pero sin provocarle ni un dejo de dulzura:
- “nene”....
- Si, mamá... (vieja de mierda, no sé si no sería mejor estar muerto)
- “me alcanzás la chata?”
- Sí, mamá... (mejor no decirle nada, el médico dijo que no le queda mucho tiempo de vida, pero viene diciendo lo mismo hace años.. pobre vieja)
- “dale nene”
- si, mamá (pero será posible que no tenga un poco de paciencia, no, si es lo que digo, se abusa, vieja de mierda)
- y apagá esa música que me hace doler la cabeza ese piano, nene!
- Si mamá
Con la chata en la mano, apagó el equipo de musica. Dejó de soñar. En realidad hacía mucho, mucho tiempo había dejado de soñar.
Su madre, el Banco, la caminata por el Boulevard desde el Banco a la casa, su madre.Un día tras otro así, ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba -¿viviendo?- de esa manera.
Quizás, cuando se jubilara, encontrara la puerta de salida de esta tortura sepulcral.
O un día le decía a la madre, en la cara: me tenés harto, antes de apretar el gatillo y volar, por fin, libre de una buena vez.
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